La política con P mayúscula exige sinceridad y
honestidad intelectual especiales. La idea no es ser “popular”, ni decir sin
convicción lo que uno piensa que la gente quiere oír. Se trata de estudiar
mucho y de respaldar con la palabra y las acciones lo que se piensa. Hay que
interpretarla para que el mensaje llegue, pero no de plegarnos a lo que los
destinatarios piensan o anhelan escuchar. Los dirigentes son para dirigir, no
para ser dirigidos por corrientes de opinión o por manipulados estudios de la
misma. Pueden ayudar pero siempre de manera instrumental, no como palabra de
Dios.
Digo esto porque no podemos tratar de convertir la
dolorosa derrota presidencial en victoria. Ni siquiera en avance definitivo
para desalojar del poder a la canalla gobernante. Perdimos feo. Capriles fue
derrotado a pesar de su extraordinario esfuerzo personal. No ganó, pero quien
verdaderamente perdió fue Venezuela. Las razones hay que estudiarlas en
profundidad. Sin bloqueos sectarios por parte de los equipos cercanos a Capriles,
ni descalificaciones previas a quienes ratifican advertencias y alertas sobre
fallas, ventajismos y cochinadas del régimen, incluido el CNE las cuales,
habiendo sido planteadas con bastante anterioridad no fueron debidamente
atendidas y sus autores mas bien marginados. Por supuesto que ahora, al
ratificar algunas que resultaron evidentes, molestan a algunos que se
caracterizaron más por el sectarismo excluyente en la campaña que por la
amplitud para lograr la verdadera unidad superior a la que se aspiraba.
La falla no estuvo en la actividad del candidato.
Tampoco en el manejo propagandístico y publicitario. Esta fue la parte buena,
excelente diría yo. Lo que debe revisarse con ánimo crítico y de superación
definitiva por ser repetitivo, está vinculado al control electoral, a la
estructura misma del proceso, a la “carbonería” parcializada del CNE y su
estructura integral, al trabajo de maquinaria en los municipios y centros de
votación más alejados y, aunque parezca mentira hay que decirlo, a la integridad
ética de miembros de mesa, coordinadores de centros de votación y responsables
de algunas tareas específicas en esos sitios. Son muchas las denuncias.
Puede ser que aún no se deba de hablar de fraude.
Pero sí de un proceso sucio, violatorio de la Constitución y de leyes y normas
que rigen la materia.
oalvarezpaz@gmail.com
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