Lo
que parecía un imposible resultó una verdad innegable; sin duda, la sorpresa salpicó a las
tendencias polarizadas. Ni los unos ni los otros llegaron a imaginar lo que los
oidos escucharon y por nada -aun con las
marramuncias propias de este gobierno- se pudiera decir que hubo fraude, salvo
las condencendencias del arbitro electoral incapaz de frenar los ilícitos y
ventajas publicitarias que dejaban al descubierto cómo el candidato oficialista
violaba la ley y pisoteaba la Constitución Nacional.
La
guerra pareciera larga y lo del domingo fue una batalla de importancia trascendental, pero no la pérdida de la
república. Y como algo de mucha significación, nos dejó lecciones para el
aprendizaje en las nuevas jornadas por venir, así como al líder de esa estatura y exigencia
indispensables en estos tiempos en que Venezuela requiere de una voz que llame
a cerrar filas en la concentración de voluntades, conformando el bloque de
resistencia frente a los desmanes del continuismo totalitario.
Henrique Capriles es la alternativa de la
oposición unida; él alienta con su perfil de líder de las nuevas generaciones
el sueño de muchos venezolanos que detrás de su mensaje se expresaron a favor
de la libertad plena.
Algo
que no puede pasar desapercibido es el gesto heroico de los muchos compatriotas
que en el exterior hicieron sentir el palpitar de sus corazones, dando muestras
de entrañable patriotismo y soñadores del retorno con posibilidades ciertas de
un mejor vivir. Las muestras de cada
lugar del mundo fueron alentadoras, pero el esfuerzo invalorable lo acentuamos
entre aquellos hombres y mujeres que por la canallada oficialista y la
indiferencia del Consejo Nacional Electoral, se vieron obligados a viajar a
Nueva Orleans por el cierre del consulado en Miami, siendo esa travesía toda
una hazaña por la distancia y las exigencias económicas. Esa es Venezuela; llegue hasta ellos nuestro testimonio de
admiración con la firme promesa de que la lucha continúa.
En
la contienda electoral finalizada, se escuchó toda clase de discursos
prometedores de un cambio de rumbo y conducta en labios del presidente
reelecto; pero nunca dio asomo de
apaciguar el odio característico que lo ha distinguido como un hombre de
perversa calidad humana. Jamás dijo que
liberaría a los presos encarcelados por su propia voluntad y capricho; tampoco dio muestras de arrepentimiento por el
gran daño que hizo con las confiscaciones y la quiebra de tantas empresas, dejando
por resultado a miles de trabajadores en la calle. No pudiera entenderse como un hombre sediento
de venganza y sin escrúpulo por el poder logre los beneficios de tantos
seguidores que sufragan por él; pero la
explicación es su propio comportamiento: engaña, compra la conciencia de los
necesitados y arrodilla a los incondicionales.
Se
aproximan jornadas difíciles y de mucha transcendencia para el país nacional,
vistos los resultados del 7 de octubre.
Es hora de reflexionar y de medir
los alcances de lo que está en juego después de haber perdido la confrontación
presidencial. Ningún gobernador está
seguro; experiencias anteriores nos indican la vulnerabilidad y lo frágil de la
lucha política cuando no se juega limpio o se es arropado por el triunfalismo. No convirtamos lo que pareciera victoria de
varias regiones, en derrota colectiva.
luirgarr@hotmail.com
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