Resulta fácil ahora decir que
Capriles perdió y que Chávez le ganó. En realidad lo que se oculta detrás de
toda esta contienda electoral es el sacrificio de un pueblo opositor desarmado,
sin recursos económicos de ningún tipo, indefenso ante los abusos y con un
candidato joven que se enfrentó a todo el poder gigante del Estado venezolano,
que se activó ante la amenaza de ser sucedido por una alternativa realmente
democrática.
El Estado que debe estar al servicio
de todos los ciudadanos, desbordó sus fronteras legales de competencia y se
puso de manera ofensiva al servicio del actual presidente, para así evitar
verse arrastrado por el telúrico cambio que significaba pasar del manejo
dictatorial de los poderes públicos, al respeto constitucional de la República
y sus instituciones.
Los recursos de la nación se pusieron
entonces al servicio y defensa del candidato del gobierno ante la mirada
indolente de un CNE que hizo permanente caso omiso a las cadenas presidenciales
que constituían un claro ventajismo y abuso de poder, que sirvieron para darle
publicidad permanente a Chávez, y abolir mediáticamente la existencia de
Capriles en la vida nacional, el cual en forma titánica recorrió pueblos y
ciudades, para lograr un espacio ante la voracidad y agresividad de un Estado,
esclavo a Chávez.
Capriles montado en los sueños de
millones que aspiran un país de progreso, llenó las avenidas más grandes de
Venezuela con masas humanas tricolores que espontáneos acudieron al llamado de
rescatar la democracia.
Luego de estas impresionantes concentraciones, se
disparaban los complejos mecanismos del poder del Estado venezolano,
concentrando adeptos tarifados que recibían remuneración por su presencia; o
empleados públicos obligados en su mayoría, que vestían de rojo y cuya
asistencia se tomaba en forma rutinaria; o presuntos militares que se
disfrazaban de paisanos. Muchos seguidores eran trasladados en cientos de buses
de un lugar a otro, por lo que no era inusual conseguir gente del occidente, en
los actos de Chávez en el oriente del país y viceversa. Para mantener el ritmo
de las ceremonias se distribuían bebidas no precisamente hidratantes, todo a
costa del Estado venezolano.
El sistema público de radio y
televisión del Estado, representado por cientos de emisoras a nivel nacional,
hizo un aporte importante no solo para reproducir los actos de Chávez, sino
para mantener permanente y grosera publicidad a favor del candidato del
gobierno. Calles y avenidas de Venezuela, paredes y postes de luz, fueron
tupidos de propaganda de Chávez. Ferrocarriles y metros fueron asediados con
retratos del presidente candidato. Medios privados de radio y televisión fueron
obligados a transmitir propaganda oficial que en forma descarada era campaña
electoral a favor de Chávez.
En este desigual combate Capriles se
declaró David y acusó a Chávez de ser Goliat por el apoyo electoral inmenso del
Estado venezolano. No obstante Capriles obtuvo una nutrida votación, el pasado
y el continuismo afincaron todo su peso y poder, y no permitieron que fuese el
presidente de la República en una disputa disímil e injusta contra él por parte
del Estado venezolano, lo cual no será para siempre.
jcajias@yahoo.com
@jcajias
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