Dame un pabellón, decimos, y se sabe que somos venezolanos.
El pabellón ha sido la bandera de la cocina nacional, el más típico de los platos típicos. Pero tras 13 años, casi 14, de discursos, planes, proyectos bandera, estatizaciones, expropiaciones, decretos y leyes, siempre justificados con la soberanía agroalimentaria y como parte de la que se afirma como lucha por la independencia, el sabroso pabellón parece una reunión de la OEA.
Importamos caraotas de Nicaragua. Traemos la carne de Brasil, Argentina y Uruguay. Incluso el arroz, que hemos exportado, tiene ahora una producción insuficiente y lo importamos de Estados Unidos, así que es muy posible que, la próxima vez que lo deguste, sus blancos granos vengan del imperio mismo.
Hasta ahora se salvan las tajadas, pero todos sabemos que, luego de aquellas expropiaciones en el sur del Lago de Maracaibo, se anunció una gigantesca plantación y planta procesadora rusa de plátanos; con lo cual ni siquiera esas sabrosas delicias maduras y dulzonas serán propiamente nacionales.
La fantasía ideológica de los aprendices de brujo ha errado en el diagnóstico y fracasado en los remedios para nuestro agro. Las expropiaciones arbitrarias y alocadas, el crecimiento tumoral del Estado manejado por gente improvisada de escasa capacidad, la multiplicación de los planes, las amenazas constantes y la persecución al trabajo no producen comida. Seis años más de eso serían ruinosos.
Con la excusa de la lucha por la soberanía, la revolución nos ha producido un pabellón globalizado. Es irónico, pero cierto. Hoy dependemos más que nunca de la comida importada. Y, en general, de la importaciones. Vendemos petróleo y compramos todo lo demás. Nos salva que el precio de los hidrocarburos está alto, porque producimos menos y somos menos eficientes.
Capriles tiene planes para el desarrollo agroalimentario, para el desarrollo industrial, para el empleo. Planes que el Gobierno no quiere que la gente conozca e inventa propaganda falsa. Buenas ideas venezolanas, pensadas por profesionales venezolanos para el progreso de Venezuela. Con políticas correctas y medidas progresistas, el gobierno de Capriles logrará que sea verdaderamente criollo nuestro pabellón.
Porque lo de Capriles no es acumular poder, sino poner el poder al servicio de todos.
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