La
guerra sucia se adelanta en diversos frentes. Violencia física para impedir o
sabotear los actos de campaña de Capriles Radonski, como sucedió con su
frustrada visita a la caraqueñísima parroquia de La Pastora
Como el
candidato continuista no tiene el consuelo de las encuestas, porque las
financia, y sabe que los resultados se acomodan para evitar represalias
oficiales que incidan negativamente en el balance de las empresas
encuestadoras, ha entrado anticipadamente en la fase de la desesperación. Tal
es la explicación de la guerra sucia.
La
guerra sucia se adelanta en diversos frentes. Violencia física para impedir o
sabotear los actos de campaña de Capriles Radonski, como sucedió con su
frustrada visita a la caraqueñísima parroquia de La Pastora. La presencia de
saboteadores armados se repitió en el aeropuerto de Puerto Cabello. El
helicóptero que lo trasladaba no pudo aterrizar. Capriles buscó un peñero,
desembarcó en el muelle y pudo hablar en aquel mitin monumental.
Conviene
definir mecanismos idóneos para contrarrestar este saboteo sistemático, a fin
de neutralizar probables efectos inhibitorios en los electores menos
politizados. Responder con violencia a la violencia es justamente lo que buscan
los estrategas del gobierno, empeñados en encochinar la campaña electoral; pero
desestimar por completo la provocación también es inconveniente.
Otra
manifestación de guerra sucia es la incontenible violencia verbal del
presidente saliente. Solo habla para cubrir de improperios al sucesor. Capriles
se mantiene en la línea invariable de no responder agresiones verbales ni caer
en provocaciones con un argumento respetable: “en mi familia desde chiquito me
enseñaron a no faltarle el respeto a los mayores”.
Pareciera,
sin embargo, que quizás valga la pena refutar ciertos calificativos, por
desorientadores y venenosos. Eso de que lo califique como el “candidato de la
anti-patria”, por ejemplo, merece respuesta contundente. Ese calificativo a
quien le corresponde es al candidato de gobierno.
En efecto, ha dejado morir el
reclamo sobre el Esequibo por pura politiquería, para ganarse el apoyo de los
países del CARICOM. Para seguir congraciándose con Lula se hace el loco frente
a situaciones de posibles consecuencias futuras incalculables, como es el hecho
de que la vasta zona selvática fronteriza con Brasil se haya convertido en
tierra de nadie, donde imponen su voluntad los garimpeiros brasileros, quienes explotan
a su antojo los recursos minerales y tratan a los indios como esclavos,
masacrándolos como sucedió recientemente con un crecido número de Yanomamis.
Y
por si fuese poco, la entrega total en brazos de Fidel Castro. Le regalamos
100.000 barriles diarios de petróleo (el precio promedio del barril de petróleo
es de $100). El financiamiento, a fondo perdido, de refinerías, autopistas,
muelles, aeropuertos, etc. Al mismo tiempo están en Venezuela 40.000 cubanos
fidelistas, que tienen el control de los servicios de seguridad, de los
registros y notarías, de puertos y aeropuertos. Con la peculiaridad que el país
que aporta tan elevados montos de recursos no ejerce ni la más mínima
influencia en la política cubana, en tanto que los cubanos influyen de manera
determinante en la política venezolana.
Hay que
sacar a Venezuela de este tremedal político e histórico. Hay un camino.
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