En esa mezcla de
sensiblería y agresividad que caracteriza su discurso, la ministra de la
Juventud, Maripili Hernández, se permitió acusar a los jóvenes que apoyan la
candidatura de Henrique Capriles de que "no aman el país, ni a la patria,
ni son capaces de defenderlo". Y fue, incluso, más allá, al calificar a
este amplio colectivo de la sociedad como "niñitos de papá".
Con esta acción, la
funcionaria, cuyo salario es pagado por el país al que pertenecen los jóvenes
atacados y sus familias, violó varios artículos de la Constitución. Podemos
citar, por ejemplo, el artículo 21: "Todas las personas son iguales ante
la ley; en consecuencia: no se permitirán discriminaciones fundadas en la raza,
el sexo, el credo, la condición social o aquellas que, en general, tengan por
objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio
en condiciones de igualdad, de los derechos y libertades de toda persona".
El artículo 46: "Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad
física, psíquica y moral, en consecuencia: ninguna persona puede ser sometida a
penas, torturas o tratos crueles, inhumanos o degradantes...Todo funcionario
público que, en razón de su cargo, infiera maltratos o sufrimientos físicos o
mentales a cualquier persona, o que instigue o tolere este tipo de tratos, será
sancionado o sancionada de acuerdo con la ley". El 145: "Los
funcionarios públicos están al servicio del Estado y no de parcialidad
alguna".
En suma, tal como
establece el artículo 25: "Todo acto dictado en ejercicio del Poder
Público que viole o menoscabe los derechos garantizados por esta Constitución y
la ley es nulo, y los funcionarios públicos que lo ordenen o ejecuten incurren
en responsabilidad penal, civil y administrativa, según los casos, sin que les
sirvan de excusa órdenes superiores". Digna de resaltar es la pertinente
coletilla incluida por el legislador, pues es seguro que muy pronto los
funcionarios que han violentado la Constitución tratarán de zafarse con el pretexto
de que tenían instrucciones de Chávez, lo que es muy cierto, pero no suficiente
para relevarlos de su responsabilidad.
Dado que Maripili
Hernández está participando en la campaña electoral, con los métodos que han
signado su carrera, que no se distinguen precisamente por su ingenio, estatura
o autonomía de criterio, debe separarse del cargo en cuyo ejercicio está al
servicio de todos los ciudadanos y no solo de quienes están adscritos a una
parcialidad privilegiada por ella.
Es un imperativo que
no proviene de la oposición o de la prensa crítica. Es un mandato claramente
especificado en la Constitución.
Las desconsideradas y
vulgares alusiones de la ministra de la Juventud a una porción de los jóvenes
(que muy pronto se revelará mayoritaria) fueron proferidas desde Venezolana de
Televisión, planta que ella misma dirigió entre 1999 y 2002. Su gestión es, por
cierto, recordada no porque haya hecho algún aporte a la televisión de servicio
público o contribuido a profundizar la democracia en los medios propiedad del
Estado, sino por tres tristes trastadas. La primera es que sentó las bases para
que la planta se convirtiera en el canal del partido de gobierno y, lo que es
más indignante, en cabeza de playa del invasor: un estudio hecho en 2008 por el
profesor Bernardino Herrera, del Instituto de Investigaciones de la
Comunicación de la Universidad Central de Venezuela (Ininco-UCV), reveló que
tres de cada cuatro horas de programación VTV son dedicadas la propaganda
oficial y la repetición de alocuciones presidenciales; y que 83% de la
programación promueve la cubanización.
El segundo motivo por
el que a veces se evoca su gestión es la pugna que Hernández mantuvo con la
entonces primera dama, Marisabel Rodríguez de Chávez, quien acusaba a la
ejecutiva de VTV de sabotear su imagen al impedir que los equipos de la
televisora cubrieran sus apariciones públicas como esposa del Presidente. La
patética querella fue muy publicitada porque la ex locutora le ponía este plato
al par de orejas que se le atravesara. Al parecer, las dos señoras compartían
idéntico amor a la patria y apuntaban mutuamente la artillería para defenderla.
Y la tercera
colaboración, un hito en su currículo, fue el cierre del programa
"Contesta por tío Simón", cúspide de sintonía en la historia de VTV,
con el consiguiente despido de Simón Díaz, quien divulgaba en su espacio
asuntos de las tradiciones, la cultura y el paisaje de Venezuela para niños y
jóvenes. En un arrebato de amor a Venezuela, Hernández quiso llevar a Simón
Díaz a un tribunal.
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