Las recientes declaraciones del mayor general
Wilmer Barrientos, jefe del Comando Operacional de la Fuerza Armada y
responsable del Plan República: "La Fuerza Armada se apega al artículo 328
de la Constitución Nacional y no está al servicio de ninguna parcialidad
política", han provocado una inmensa sorpresa en amplios sectores de la
opinión pública. César Miguel Rondón, siempre perspicaz, escribió un artículo
que tituló: "Lo obvio y lo no tan obvio", explicando las razones del
impacto que han tenido esas declaraciones.
Sin lugar a dudas, la sorpresa
surgió al no coincidir los puntos de vista del general Barrientos con anteriores
declaraciones de otros jefes militares, entre ellos el general en jefe Henry
Rangel Silva, ministro de la Defensa, quienes siempre han querido vincular a la Fuerza Armada con el PSUV y el
socialismo del siglo XXI.
Es claro que la razón la tiene el general
Barrientos. El artículo 328 de la Constitución Nacional es terminante: "la
Fuerza Armada es una institución profesional, sin militancia política, al
servicio de la nación y en ningún caso al de persona o parcialidad
política". Esta posición institucional sorprendió a José Vicente Rangel,
que estoy seguro lo invitó a su programa pensando que mantendría una posición
cercana a las absurdas ideas que él ha
venido sosteniendo desde hace varios meses y que resumen la estrategia del
propio Hugo Chávez para incitar a la Fuerza Armada a incumplir sus deberes
constitucionales. La desagradable sorpresa que recibió Rangel lo condujo a
escribir en su columna, antes de publicar la entrevista del mayor general
Barrientos, sus peregrinas ideas, tratando de disminuir la contundencia del
planteamiento del jefe del CEO.
Voy a rebatir las peregrinas ideas de Rangel, que
en el fondo es la estrategia chavista para tratar de desconocer el seguro
triunfo de Henrique Capriles, pero antes deseo manifestarle al mayor general
Wilmer Barrientos mi palabra de solidaridad, admiración y respeto. No es fácil
atreverse a sostener, en un régimen tan represivo con los militares como el
chavista, una posición tan profesional y democrática. Analicemos los
planteamientos fundamentales que hizo Rangel buscando mediatizar las
declaraciones del general Barrientos. La pregunta fundamental que él se hace,
para después responderse a su gusto, es la siguiente: "¿Cómo nos
comportaremos los venezolanos ante los resultados de la elección presidencial
del 7 de octubre?, ¿cuál será la reacción?, ¿se respetarán los boletines del
Consejo Nacional Electoral, producto del escrutinio...?".
Todas las respuestas fueron más que acomodaticias
para tratar de justificar el permanente
abuso de poder que han caracterizado las campañas electorales del régimen
chavista. Tuvo el tupé de sostener que Hugo Chávez había garantizado plenamente
el ejercicio democrático. Esa mentira debe haberlo sonrojado. Todos los
venezolanos recordamos, por ejemplo, el retraso por casi dos años que se hizo
de la fecha para realizar el referendo revocatorio, empleando todo tipo de
triquiñuelas, con el fin de lograr el tiempo necesario para que tuvieran efecto
los planes sociales. Tampoco se puede olvidar la curiosa circunstancia que
caracterizó la última elección parlamentaria: la oposición obtuvo más votos,
pero unas inconstitucionales modificaciones de los circuitos electorales, le
concedió menos diputados en la Asamblea Nacional.
No recordemos más el pasado. Analicemos con
detenimiento las reales circunstancias de la actual campaña presidencial. Lo
primero a señalar es la inconstitucionalidad de la propia candidatura de Hugo
Chávez, al violar flagrantemente el artículo 230 de la Constitución Nacional
que limita a una sola reelección la candidatura del presidente de la República.
En Venezuela se conoce perfectamente que la enmienda constitucional realizada
para permitir la reelección indefinida era ilegal por haber sido rechazada por
el pueblo esa misma modificación en la Reforma Constitucional del año 2007.
Otros aspectos imposibles de negar son: la inequitativa conformación del
Consejo Nacional Electoral, y el permanente ventajismo que ha mantenido la
campaña de Hugo Chávez al abusar de manera desproporcionada de los medios de
comunicación.
De todas maneras, Henrique Capriles va a ganar las
elecciones el 7 de octubre. Es imposible negar la realidad. Su carisma, su
figura juvenil y su mensaje han creado tal emoción que será imposible detener
la avalancha de votos que se producirá ese día. Comparen sus multitudinarias
manifestaciones populares con los actos en sitios cerrados del oficialismo. El
cuentico de las encuestas y la supuesta denuncia de fraude de la oposición, ya
no se lo cree nadie. Tampoco asusta la amenaza que significó el permanente mensaje
de Hugo Chávez en los cuarteles acusando a la oposición de antipatriota y de
odiar y despreciar a los militares. El 7 de octubre, la Fuerza Armada cumplirá
sus obligaciones constitucionales. Las actas, en manos de la oposición, será el
verdadero escrutinio. Los ciudadanos en la calle harán respetar la voluntad
popular.
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