La "revolución" de Chávez no es el
principio sino el fin de un ciclo que no terminará hasta que todos los
venezolanos hayamos aprendido ciertas lecciones básicas. Y cuando digo
"todos" me refiero a los venezolanos sin excepción.
Yo he escrito sobre un comentario de mi
querido Rabino Pynchas Brener, de que en Venezuela la crisis, más que política,
económica y social, es de valores. Y voy más allá: me pregunto si alguna vez,
como colectivo, hemos tenido valores. Venezuela tiene la ventaja de ser uno de
los países más igualados del mundo, aquí no hay clasismo ni racismo. Pero esa
ventaja a la vez es una desventaja, porque como el ascenso social es netamente
económico, el dinero abre puertas, lava reputaciones y compra conciencias.
Las puertas de las oficinas y casas de los
empresarios, de los colegios más exclusivos y de los country clubes de todo el
país se abren ante cualquier manifestación de abundancia de dinero. Y aunque
eso no es nada nuevo -los españoles en la Colonia vendían indulgencias, títulos
nobiliarios y certificados de limpieza de raza- que desaparezca de nuestro
fenotipo es una condición sine qua non para adecentar el país.
Aquí en Venezuela la elite educada -con
contadas y valiosas excepciones- no quiso meterse en política. Y la plutocracia
prefirió domesticar a sus sigüíes y manejarlos a control remoto. Los invitaban,
los enseñaban a beber güisqui y los aburguesaban. El resto era coser y cantar.
Hasta que llegó Chávez.
Recuerdo que en una de sus interminables
cadenas (sí, soy de las masoquistas que ven las cadenas) dijo algo como:
"esos burgueses creyeron que me podrían manejar dándome güisqui...
señores, ¡yo no tomo güisqui!".
El asunto con Juan Carlos Caldera -quien creo
que cayó más por ingenuo que por malintencionado- tiene que ser una lección:
que la honestidad, la rectitud y el deber ser no tienen precio y la diferencia
entre los pranes y los que compran y venden su dignidad es que unos están
presos y los otros se pasean libremente por las calles y cenan en el Country
Club.
Aplaudo la actitud de Capriles de separar a
Caldera de su proyecto y exigir una investigación. La impunidad nos ha hundido
en un mar de excremento. Solo la claridad, la transparencia, el exigir
rendición de cuentas y el actuar con dignidad nos sacarán de él. Hay un camino.
@cjaimesb
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No es que Hugo Chávez y la pandilla de malhechores que le secundan ha hecho en tres lustros, es lo que la comunidad de moradores de este territorio –que no ciudadanos– les ha dejado y les deja hacer; precisamente por la ausencia de esa "sanción social" a la cual refiere en su título.
ResponderEliminarY la mecánica ha sido simple y sin muchas explicaciones, la confesión del magistrado presidente de la Sala Penal del TSJ quizás nos permita abordar el por qué; tema de una una nota que señala el por qué estamos "Inermes ante el poder del Crimen Organizado"
Saludos