“Amor y Pasión por Chávez” no es el título de un
bolero escrito por alguna insurrecta desaforada, es el slogan de vallas
publicitarias que pululan en las carreteras de Portuguesa, Cojedes y Trujillo,
firmadas por sus respectivos gobernadores. Especie de Top Kitsch Revolucionario
aderezado con ambiguos ingredientes sexuales, demuestra el nivel de
adulación de los dirigentes
oficialistas que son capaces de exponer
su recio machismo a la echadera de vaina de los amigotes que en privado
comentarán: “Ñooo, ¡¡Lo único que te falta es darle un hijo!!”.
Sin embargo, en medio del cardumen de
oportunistas que fungen como cabecillas del gobierno venezolano, tal vez
existan aún algunos pocos puristas que, contra toda razón, crean estar haciendo
una verdadera revolución.
Eso pensaba mientras leía en El Nacional, el
artículo de Fabiola Zerpa, sobre la trayectoria política de Elías Jaua y sus amigos: de Bandera Roja a la Unión de
Jóvenes Revolucionarios, de allí a Unidad 77 y por último a importantes cargos
de gobierno.
El gran problema del revolucionario purista es
considerar que la humanidad sólo subsistirá a través de La Revolución
Socialista. De allí que su objetivo existencial sea “Hacer La Revolución” como
sea, aún montándose sobre el primer
disparate que perciba oportuno.
Una vez en las glorias del Poder y bajo el
criterio de que “dentro de La Revolución todo, fuera de La Revolución nada”, el
purista se vuelve ciego ante las
evidencias de ineficacia, corrupción, autoritarismo y abuso, y termina siendo (como dice Sergio Ramírez)
igual o peor a lo que combatió. La Revolución ya no será herramienta para el
cambio sino objetivo en sí misma y perpetuarse en el poder la tarea
fundamental.
Tanto nadar en aguas de la insurrección para
ahogarse en la orilla del fascismo.
Actualmente Jaua es poderoso; Vicepresidente de
la República y Min. de Agricultura y
Tierras coloca en cargos de dirección (Banco Agrícola, PDVAL, Agro Patria,
INIA) a sus compañeros de lucha de
antaño, hoy cuarentones obnubilados, que afirman estar “convirtiendo sus sueños
en Revolución”.
Resultado de sus políticas agrícolas
“revolucionarias”, Venezuela ha dejado de ser un país cuasi autosuficiente y exportador de
alimentos para transformarse en importador compulsivo que cambia dólares
petroleros por comida extranjera sin importarle un pito el destino de los
productores nacionales. En su afán de erradicar “el capitalismo salvaje”, La
Revolución roba fincas productivas, confisca empresas privadas y quiebra la
industria nativa, mientras se desvive por demostrar su generosidad comprando a
sus socios del Mercosur.
Es más fácil enfrentar a los oportunistas. Son,
a la hora de la verdad, más flexibles y adaptables porque actúan conscientes de
su avidez y su deshonor. Sólo pensarán en huir.
Los
puristas son más peligrosos, cegados por la ideología continúan embistiendo
para justificar su existencia.
Como Robespierre, Pol Pot o el mismo Fidel
terminan guillotinando o fusilando a todos aquellos que se le atraviesen, con
la meta de construir una sociedad ideal
sobre las cenizas de lo que alguna vez fue un bello país.
German_cabrera_t@yahoo.es
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