Entendemos por competitividad la producción de bienes y servicios de calidad comparable a menor costo que los competidores, ya sean países o empresas.
Hay muchas
definiciones de competitividad, pero según esta, un factor clave es la
productividad por persona ocupada. Depende de las innovaciones aplicadas, las
inversiones en maquinaria, equipo y demás instalaciones, de la capacidad
organizativa o gerencial para obtener resultados, motivar y capacitar a las
personas que trabajan y del nivel salarial promedio del país. Por otro lado,
las inversiones dependen mucho de la confianza en las reglas del juego y crecen
más cuanto más se mantienen dichas reglas; en gran parte podemos decir que las
inversiones dependen mucho de la estabilidad y consistencia de las variables
macroeconómicas y políticas.
Otro factor
importante, cuando consideramos la competitividad entre países, es el tipo de
cambio real neto de aranceles y cuotas. Dejando de lado los aranceles y cuotas
que dependen del proteccionismo y del lobbying respectivo, si se deja caer el
tipo de cambio real, ya sea por una caída nominal como ocurrió en Brasil hasta
hace pocos meses atrás, o por no seguir el ritmo de la inflación (aumento de
costos en moneda extranjera) como está ocurriendo acá, también se pierde la
competitividad del país, aunque las industrias o sectores sean muy productivos.
Ahora bien, al
tipo de cambio real no lo fija la autoridad económica (ésta puede solamente
establecer el tipo de cambio nominal). El tipo de cambio real es la resultante
de diversas condiciones económicas del país, por ejemplo, la oferta y demanda
de dólares y las condiciones de inflación. Y esta inflación es el producto de
las condiciones macroeconómicas consistentes con el largo plazo. Por ejemplo,
si el gasto público es alto y no sustentable, pero igual se lo quiere mantener,
los impuestos no alcanzarán para cubrir dichos gastos y se apelará a gran
asistencia monetaria del Banco Central, lo que producirá una inflación por
encima del patrón aceptable internacionalmente, que es de 2,5% anual como
máximo. Nosotros tenemos una inflación 10 veces mayor que la aceptable, aunque
nos acostumbramos a ella y nos adaptamos a sufrirla, e incluso a muchos les
parece normal.
El tipo de
cambio real, por la razón dicha, evoluciona en sentido inverso al gasto público
consolidado expresado en dólares: cuando el gasto público es muy grande, el
tipo de cambio real es muy bajo y se vuelve insuficiente para competir para
muchos sectores productivos, especialmente las economías regionales, que son
las primeras afectadas por el "atraso cambiario", como ocurre ahora.
Por eso es que hay que mantener el total del gasto público bajo cierto límites,
lo más bajos posibles, para mantener nuestra competitividad y nuestros niveles
de ocupación productiva eficiente lo más altos posibles. Querer mantener las
dos variables altas al mismo tiempo es imposible, no funciona, aunque esta
inconsistencia puede durar el tiempo suficiente como para destruir buena parte
del sistema productivo, como recordarán los que vivieron esto en los últimos
años de la convertibilidad, y que es similar a lo que también se está viviendo
ahora.
En cuanto al
otro factor clave de la competitividad, que es la productividad de la persona
ocupada, no hemos evolucionado muy favorablemente en los últimos 40 años. Para
medir cuantitativamente esta variable, dividimos el valor agregado del país (el
PIB), por la cantidad de ocupados que contribuyeron a realizarlo: esto nos da
la productividad por persona ocupada. Como esta variable es producto de muchas
otras (innovaciones, inversiones, reglas del juego y demás) es importante
analizarla en el largo plazo.
Se puede ver
en el gráfico que la misma permanece estancada, con fluctuaciones, en los
valores alcanzados en 1973, hace 40 años. Las grandes oscilaciones
macroeconómicas, producto de la falta de seriedad y visión de largo plazo de
nuestros políticos, fue lo que llevó a este resultado incompresible para un
país con recursos físicos y gente preparada para la innovación y la producción.
Ver infografía
"Productividad comparada: Arg, y EE. UU,":
http://especiales.lanacion.com.ar/multimedia/proyectos/12/infos/columnistas/columna070812.jpg
En los últimos
años ha repuntado algo la productividad por persona ocupada, pero no es mucho
mayor que la de mediados de los 70 o fines de los 90. El estancamiento de la
productividad es un hecho confirmado en el largo plazo.
Hemos
comparado esta evolución con la de otros países, en este caso con los Estados
Unidos. La tendencia era similar en ambos países hasta el inicio de los 80.
Desde allí se separó notablemente y sobre la base 1970 =100 hoy es 221, en
tanto que nosotros llegamos sobre la misma base a 130 en 2011. Esto significa
que en aquel país creció un 70% más que en la Argentina. Hay que tener en
cuenta que los números índices no miden niveles sino evolución desde un momento
en el tiempo (en este caso, para comparar sólo la evolución, se parte de una
productividad igual a 100 en 1970 en los dos países).
Para comparar
los niveles, hemos hecho una estimación para 2011 y resultó que el trabajador
medio produce valor agregado por 108.000 dólares por año en EE. UU. y en
Argentina por 30.000 dólares. En este año, la comparación calculada al dólar
oficial abulta bastante el valor agregado en dólares del trabajador argentino.
Aun así es casi 4 veces menor que el estadounidense. Por eso es que un
trabajador allá, cumpliendo las mismas horas que acá y teniendo los mismos
conocimientos y experiencias, gana alrededor de 4 o 5 veces más que acá. En
EE.UU. la gente es cara y las cosas son baratas y aquí las cosas son caras y la
gente es barata. ¿Se entiende ahora qué es la productividad? Por esto es
importante que pongamos el foco en la productividad y en su crecimiento de
largo plazo. De nada sirve que aumente 4 o 5 años si después, a causa de las
crisis, se desploma a los mismos niveles anteriores.
Para no seguir
declamando "queremos tener un país competitivo", hagámoslo. El tipo
de cambio real y la productividad son dos factores clave que, a su vez,
dependen de muchas variables macroeconómicas que deben estar en permanente
equilibrio y debemos cuidar también, celosamente, la continuidad de las reglas
del juego. Podemos "ser un país competitivo", que ocupe a toda la
población productivamente. Necesitamos una estrategia de país de largo plazo
para lograrlo.
Este es un
reenvío de un mensaje de "Tábano Informa"
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