Entendemos que el Presidente
quiera promocionar su Gobierno. Lo que seguimos sin entender es la forzosa
irrupción en los hogares en horas de descanso para repetir propaganda
estrictamente ideológica y habitualmente sin dar respuestas concretas a las
angustias de millones de ciudadanos
Se lanzó el Presidente de la
República con otra de sus consuetudinarias cadenas de radio y televisión en las
cuales hace chistes, anuncia montones de obras, firma recursos de millones para
obras y programas de todo tipo, a lo largo de pesadas horas en las cuales, cada
vez más, se nota la pérdida de frescura y originalidad que por mucho tiempo
fueron características del verbo presidencial.
Muchos hospitales prometió el
Presidente además de inaugurar tres centros de salud que serán indudablemente
bienvenidos si finalmente se construyen, como el inaugurado Pérez de León II,
mostrado limpiecito y nuevo sin un solo paciente tras varios años de retraso.
Pero mucho más habló una y otra vez del que parece ser su tema favorito, que el
socialismo que él propugna es la gran panacea del pueblo en contraste con
aquellos cuarenta años durante los cuales el perverso capitalismo y la
depredadora burguesía todo se lo quedaron y nada hicieron.
Nada dijo, en cambio, respec to a
la demostrada, constante y peligrosa caída de la agricultura y la producción
del campo venezolano -demostrada incluso con las frías cifras oficiales que no
forman parte de proclamas electoreras- en contraste con el alarmante crecimiento
de la importación que se traga millones de dólares que no contribuyen a
soberanía alimentaria alguna.
Nada dijo el Presidente de la
alarmante mortandad de policías a manos de la delincuencia, ni de la trágica
masacre de ciudadanos, especialmente jóvenes por el incontrolado desborde de
asesinos que matan por simplemente robarse un celular. Nada dijo, tampoco,
sobre cómo ni por qué las vías de comunicación en todo el país se le siguen
derrumbando al Gobierno que las centralizó y que ahora no aguantan ni una
lluvia más o menos fuerte. Ni de las decenas de diarias protestas laborales
públicas, casi todas de trabajadores de entes del Gobierno Nacional. Y estos
son sólo unos pocos ejemplos.
Entendemos que el Presidente quiera
promocionar su Gobierno. Lo que seguimos sin entender es la forzosa irrupción
en los hogares en horas de descanso para repetir propaganda estrictamente
ideológica y habitualmente sin dar respuestas concretas a las angustias que
todos los días padecen millones de ciudadanos, muchos de los cuales también
salen por televisión llorando el asesinato de un ser querido o reclamando,
molestos, demasiadas deudas del Gobierno con sus derechos laborales
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