El evento del sábado 14 de julio en el patio de la Academia
Militar donde se produjo la transmisión de mando del Comando Estratégico
Operativo (CEO) fue bochornoso. En términos del lenguaje que la izquierda usa desde mediados del siglo XX cuando las
dictaduras abundaban en América Latina, fue un acto gorila, dirigido a
intimidar a la oposición y, más aún, al país. Fue el mensaje de quien se siente
desconcertado y amenazado por el auge de la candidatura de Henrique Capriles, a
pesar de lo que digan los mercaderes de las encuestas, que llegan a la
desvergüenza de establecer una diferencia de 15 puntos porcentuales entre
Chávez y el aspirante electo en las primarias.
El autócrata
justifica el uso del atuendo militar en nombre de su condición de Comandante en
Jefe de la FAN. Este argumento es falaz y encubre su talante dictatorial. Su
título de Comandante deriva de sus atribuciones en cuanto Jefe de Estado y
Presidente de la República. En ningún caso esa competencia constituye un rango
o un cargo, pues Chávez no coronó su carrera militar. En la jerarquía castrense
solo llegó a Teniente Coronel. Fue su vertiginoso éxito político, que lo llevó
en pocos meses a la Presidencia de la República, el proceso que lo convirtió en
Comandante en Jefe, facultad contemplada en la Constitución de 1961 y
preservada en la de 1999. Esa misma atribución la tuvieron todos los
presidentes democráticos, desde Rómulo Betancourt en adelante. Con ella se
buscaba subrayar la subordinación que debe existir en una democracia del poder
militar al poder civil.
Ahora el
caudillo intenta invertir los términos de esa ecuación, con el fin subordinar
el poder civil al poder militar. En la
Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana se crea la ficción
de que el Presidente de la República es Comandante activo de la Fuerza Armada.
Esta es una ley anticonstitucional que distorsiona y pervierte el espíritu de
la Carta del 99 y la tradición civilista
nacida el 23 de enero de 1958.
El haber sido
militar activo y luego haber pasado a retiro luego del fallido golpe del 4-F,
no lo habilita para convertirse en Comandante activo. Chávez llegó a la
jefatura del Estado en un acto civil por excelencia: las elecciones. Ni
siquiera el pago de tributos le confiere a una persona la condición de
ciudadano como lo hace la posibilidad de votar en unos comicios libres. Esa
legitimidad de origen lo comprometía a guardar lo que podría llamarse, con algo
de grandilocuencia, un voto de obediencia civil. Su propensión autoritaria y
autocrática lo ha llevado a tergiversar los conceptos. Las enseñanzas de
Ernesto Ceresole aún resuenan en sus oídos. Ahora insinúa que la legitimidad
que más le importa es la que emana de los fusiles, los tanques y los aviones de
guerra, no que proviene del sufragio popular. Se disfraza de militar para
enfatizar una alianza que la Constitución prevé, no para amedrentar a la
población, sino para defender el sistema democrático.
Según los
exrrectores del CNE que presentaron un documento la semana pasada ante ese
organismo, Chávez debería renunciar a su condición de Comandante activo de la
FAN, ya que, de acuerdo con la Constitución, ningún militar activo puede
aspirar a un cargo de elección popular, ni participar en actos políticos. Yo
agrego: el CNE tendría que prohibirle el uso del uniforme durante la campaña
electoral, se encuentre o no en actos partidistas. Hasta el 7-O su rasgo
dominante en el plano público será el de candidato presidencial. Cuando
aparezca ante las cámaras de televisión o hablé a través de los micrófonos
radiales, nadie estará pensando que lo hace en su condición de sacrificado y
comprometido Presidente de la República, sino como aspirante a la reelección y
en medio del fragor de una intensa batalla comicial.
Al ventajismo obsceno de Chávez, el uso
abusivo de los recursos públicos para financiar su permanencia en Miraflores,
no puede agregarse, por un artificio que además es inconstitucional, el uso
indebido del uniforme militar para
sembrar miedo entre los votantes. Lula da Silva, uno de sus “hermanos”,
también era Comandante en Jede de las Fuerzas Armadas brasileñas. Igualmente lo
es Obama, líder de la primera potencia militar del mundo. A ninguno de ellos se
les ocurrió trajearse de militares para obtener la reelección. El propio Chávez
cuando sale del país se viste con elegantes trajes de impecable corte para
mostrar su cualidad de Presidente de un país democrático con una Constitución
en la que prevalece la naturaleza civil de la sociedad y el Estado. Si esta es
la imagen internacional que busca proyectar ¿por qué internamente se comporta
como esos militares retrógrados a los que la izquierda tanto ha combatido?
El miedo a
Capriles y al pueblo están haciéndolo retroceder a las cavernas.
trino.marquez@gmail.com
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