La hija del dictador recibe una visa para dar
discursos en EE.UU., mientras el régimen mantiene secuestrado a un
estadounidense.
El presidente Barack Obama recibió un nuevo
respaldo en su campaña de reelección, el de la hija del dictador cubano Raúl
Castro. Mariela Castro proclamó hace 10 días su apoyo al presidente en
funciones, durante una visita a Estados Unidos. "Creo que Obama necesita
otra oportunidad y que necesita un mayor apoyo para poder avanzar con sus
proyectos e ideas, las cuales creo que surgen de lo más profundo de su
corazón", dijo en una entrevista con CNN en Nueva York.
La hija del dictador, que es una enérgica
defensora del status quo en Cuba, aparentemente estaba en EE.UU. para tratar
asuntos relacionados con su ámbito profesional, la defensa de los derechos de
los homosexuales, las lesbianas y los transexuales. Como lo señaló el escritor
de origen cubano Carlos Alberto Montaner en una columna publicada la semana
pasada, "Mariela es tolerante con las preferencias sexuales e intolerante
con todo lo demás". Y añadió: "Para ella, la libertad y la coherencia
emocional son algo muy específico situado al sur del ombligo".
A pesar de su "trabajo" como lo que
ella llama "sexóloga", la funcionaria del Partido Comunista no vaciló
en acarrear agua al molino de su tío Fidel [Castro] y su despótico padre
mientras estuvo en suelo estadounidense. Dedicó gran parte del tiempo a
promocionar la línea del partido y a menospreciar a los defensores de los
derechos humanos. Entre otras perlas de niña privilegiada afirmó que en Cuba
"aquellos que disienten no van a la cárcel". Una vez más, también
puso sobre la mesa la postura de Cuba de que si EE.UU. quiere conseguir la
liberación de Alan Gross, contratista de la Agencia de los Estados Unidos para
el Desarrollo Internacional, quien desde 2009 languidece en una prisión cubana,
debería acordar la liberación de los cinco espías cubanos convictos que se
hallan en la cárcel en EE.UU.
Dejando de lado la afinidad de Mariela Castro
por Obama, resulta extraño que el gobierno estadounidense le expidiera un
visado. Alega estar haciendo todo lo posible para liberar a Gross, que ya
cumplió 63 años y tiene problemas de salud , y el deseo de Castro para ingresar
al país le presentó una oportunidad para dejarle eso en claro al régimen
cubano. Pero, al parecer, la importancia de complacer la base de Obama en San
Francisco, donde ella fue invitada primero para hablar de los derechos de los
homosexuales, era una prioridad mayor que la "alta prioridad" que
suponía el caso de Gross.
El Departamento de Estado justificó el visado
recurriendo a la libertad de expresión. Sin embargo, cuesta encajar estos
argumentos con la forma en que los visados se han usado históricamente como un
instrumento político. Hay numerosos ejemplos de funcionarios electos y altos
mandos militares latinoamericanos a quienes se les negó viajar a EE.UU. por
razones que invalidan sus derechos a expresarse.
Dos importantes ejemplos me vienen a la
mente. Muchos miembros de las fuerzas armadas de Colombia —se se encuentran
bajo el mando civil— y en algunos casos sus familiares, vieron retiradas sus
visas por parte del Departamento de Estado durante el gobierno de Bill Clinton,
por el mero hecho de que los soldados habían sido acusados por organizaciones
no gubernamentales de izquierda de violaciones a los derechos humanos. Pese a
ser absueltos, la mayoría nunca recuperó su visado.
Luego está la remoción de visas realizada por
el gobierno de Obama cuando en 2009 decidió que la Corte Suprema de Honduras
era antidemocrática porque había determinado que la destitución del poder del
presidente Manuel Zelaya era constitucional. El equipo de Obama también retiró
las visas a los miembros del gobierno provisional, a pesar de que había asumido
el poder en estricto apego a la Constitución y con el respaldo de los
principales partidos políticos, la Iglesia Católica y el defensor de los
derechos humanos de la nación. Esos visados no fueron restituidos, a pesar de
que el gobierno interino realizó una elección libre y justa y dejó el poder en
la fecha prevista.
Recién la semana pasada el Departamento de
Estado anunció que algunas —no todas— las víctimas de esta injusticia podrían
volver a solicitar el ingreso a EE.UU. Durante años, las visas también han sido
retiradas por acusaciones de corrupción de parte de funcionarios electos en
otros países.
De modo que si la barrera que hay que superar
para obtener un visado son el apego a las normas democráticas, antecedentes de
derechos humanos y la lucha anticorrupción, ¿cómo es posible que esta portavoz
haya llegado hasta EE.UU. cuando su padre tiene un rehén estadounidense?
El Departamento de Estado sostiene que la
política oficial restringe el acceso solamente a los "altos miembros del
partido [comunista] y a las autoridades de alto rango del gobierno". Sin
embargo, Mariela Castro no viajó a EE.UU. como una ciudadana privada. Ella
estaba asumiendo la vocería de su padre y el Departamento de Estado incluso le
proporcionó un equipo seguridad. Un funcionario de la entidad me dijo que Castro
tenía derecho en su calidad de "hija de un jefe de Estado".
Ese es el tipo de cosas que hace que los
presidentes estadounidenses luzcan débiles a los ojos de los tiranos y que le
gustan a Mariela Castro. Si Obama contara con un mayor apoyo entre los estadounidenses,
especuló en la entrevista que ofreció a la CNN, la relación entre EE.UU. y Cuba
podría ser mejor "que la que tuvimos con el presidente [James]
Carter". ¿Y acaso todos los estadounidenses no añoran la política exterior
de Carter?
O'Grady@wsj.com
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