Soñar con que hay un mañana es un
ejercicio que, en lo particular, me mejoró el día...
Cuánto tiempo teníamos que no nos hablaban de progreso? Que en un acto
público un líder, lejos de insultar, burlarse, cantar, bailar y básicamente
estar como el antiguo caballo del escudo viendo hacia atrás, mirara hacia
adelante.
La semana pasada tuvimos la oportunidad de reentrenarnos en eso de imaginar cómo
será el país cuando el improperio ya no sea la moneda de curso. Muchos de
nosotros, de tanto vivir imbuidos en el día a día, se nos olvidó cómo soñar
cosas bonitas para nuestros hijos. Hoy en día pareciera que lo mejor que
podemos pedir para ellos es que regresen sanos y salvos esa noche, cosa que
aunque muchos se estén acostumbrando "no es normal". Lo lógico es que
en lugar de pensar que su vida (y la nuestra) está en peligro, todo nuestro
esfuerzo, ilusiones y esperanzas se centren en labrarles el mejor futuro, con
la mejor educación, para que así ellos consigan el mejor trabajo que pueda a su
vez proporcionarles la mejor calidad de vida. Eso es lo que debería ser, no
esta locura por la supervivencia que ocupa nuestra energía.
Escuchar al candidato del progreso nos ha puesto a imaginarnos ese país
posible. Eso no tiene precio. Es un ejercicio saludable, optimista y podemos
decir que hasta vital.
Ahora, no hay que llamarse a engaños. No será fácil. El hasta ahora
"candidato virtual" tiene muchísimos recursos, dominio institucional,
histrionismo melodramático y una vocación enfermiza a no dejar el poder a costa
de lo que sea (aún a riesgo su propia salud). Pero desde ya lo decimos, si el
líder del progreso contagia ese "efecto de imaginación" a las grandes
mayorías y las "pone a soñar" con un escenario distinto, el "día
después del 7 de octubre", ese amanecer luego de lo que seguramente será
la noche más larga y más tensa que habrá tenido el país en mucho tiempo, será
el comienzo de la fiesta. Ya me lo imagino. Salvo muy pocas excepciones de
algunos que continuarán refugiados en su sectarismo, las ganas de abrazarnos
rojos, azules, amarillos, verdes, blancos hará de las calles una fiesta. Los
violentos y los "odiadores" quedarán aislados ante la avalancha de
esperanza que inundará el país y entre todos construiremos nuevas bases
habiendo aprendido de los errores que todos hemos cometido.
Disculpen este arrebato de optimismo, pero luego de tanta
"hiper-realidad", de tanto dolor, de tanta cosa fea que vemos y vivimos
"día a día" las ganas de poner a "volar la imaginación" no
se nos quita. Ya sé que a estas alturas del artículo muchos estarán pensando
que su autora tiene una fiebre delirante de ingenuidad, pero en todo caso,
soñar con que hay un mañana es un ejercicio que, en lo particular, me mejoró el
día. Hagan la prueba, que la esperanza no enferma a nadie y hemos visto que el
odio sí.
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