Castellanos - 16-Abr-12 - Opinión
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Editorial
La sucesión
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La sucesión
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Finalmente, luego de ver si Cartagena tenía centros hospitalarios de alta complejidad para el caso de que fuesen necesarios para su atención, Hugo Chávez no fue a Colombia. Se salteó la Cumbre de las Américas. El hecho debe ser tenido en cuenta, ya que su voluntad de confrontar a Obama, se había hecho pública a través de declaraciones.
Este es el octavo viaje a La Habana para recibir atención desde junio del año pasado en que se le detectó un tumor maligno en un lugar no precisado de la zona pélvica. Si los pronósticos nunca fueron halagüeños, ahora parecen profundamente críticos. Hay quienes hablan de que el cáncer que padece se habría generalizado e interesado nuevos órganos.
Pero la enfermedad de Chávez es secreto de Estado. En Venezuela se carece de información fidedigna sobre su dolencia y la única moneda válida parecen ser las especulaciones que en este caso son de dos tipos: médicas y políticas.
Los motivos de la falta de información no son otros que el hecho de estar en un año eleccionario y pretender que el problema no afecte los resultados de los comicios. Pero tampoco se puede dejar de lado un aspecto puramente personal. Chávez libra una feroz batalla por su vida, nombrar un sucesor, alguien que lo suplante en la próxima elección, sería también un golpe a su autoestima, una confianza que necesita ahora y más que nunca. Algo que él sintetizó al anunciar su candidatura diciendo: "Tengo razones médicas, científicas, humanas, amorosas, políticas, para mantenerme al frente del Gobierno y de la candidatura con más fuerza que antes".
No se puede negar que, aunque la mayoría considere que el sucesor de Hugo Chávez debe ser su hermano mayor, se está librando una sorda batalla a sus espaldas para ver qué porciones de poder se pueden negociar.
Fuera de las especulaciones políticas o médicas, hay un país que vive en un estado de permanente incertidumbre. Para la gente común es difícil trabajar a futuro porque en Venezuela nadie piensa que sea un momento para jugarse por algo. Los funcionarios no funcionan y los engranajes oficiales parecen estar herrumbrados.
La posibilidad de que falte Chávez no afecta solamente a los venezolanos. Todo el cono sur de América, aunque no por las mismas razones, trata de visualizar el escenario sin su figura, pero la falta de opciones hace poco creíble cualquier especulación.
La cumbre de Cartagena ha tenido ese color. No se han logrado entendimientos. Argentina se fue sin su esperada declaración sobre Malvinas. Santos no consiguió que en la declaración final se contemplase a Cuba. Barack Obama no consiguió una actitud aprobatoria que mejorase sus posibilidades electorales.
No es un componedor, no nos confundamos, su presencia no hubiera mejorado las cosas, pero siempre ha sido un factor aglutinador, a favor o en contra, su ausencia ha aportado a la cumbre lo mismo que a su país, incertidumbre.
Este es el octavo viaje a La Habana para recibir atención desde junio del año pasado en que se le detectó un tumor maligno en un lugar no precisado de la zona pélvica. Si los pronósticos nunca fueron halagüeños, ahora parecen profundamente críticos. Hay quienes hablan de que el cáncer que padece se habría generalizado e interesado nuevos órganos.
Pero la enfermedad de Chávez es secreto de Estado. En Venezuela se carece de información fidedigna sobre su dolencia y la única moneda válida parecen ser las especulaciones que en este caso son de dos tipos: médicas y políticas.
Los motivos de la falta de información no son otros que el hecho de estar en un año eleccionario y pretender que el problema no afecte los resultados de los comicios. Pero tampoco se puede dejar de lado un aspecto puramente personal. Chávez libra una feroz batalla por su vida, nombrar un sucesor, alguien que lo suplante en la próxima elección, sería también un golpe a su autoestima, una confianza que necesita ahora y más que nunca. Algo que él sintetizó al anunciar su candidatura diciendo: "Tengo razones médicas, científicas, humanas, amorosas, políticas, para mantenerme al frente del Gobierno y de la candidatura con más fuerza que antes".
No se puede negar que, aunque la mayoría considere que el sucesor de Hugo Chávez debe ser su hermano mayor, se está librando una sorda batalla a sus espaldas para ver qué porciones de poder se pueden negociar.
Fuera de las especulaciones políticas o médicas, hay un país que vive en un estado de permanente incertidumbre. Para la gente común es difícil trabajar a futuro porque en Venezuela nadie piensa que sea un momento para jugarse por algo. Los funcionarios no funcionan y los engranajes oficiales parecen estar herrumbrados.
La posibilidad de que falte Chávez no afecta solamente a los venezolanos. Todo el cono sur de América, aunque no por las mismas razones, trata de visualizar el escenario sin su figura, pero la falta de opciones hace poco creíble cualquier especulación.
La cumbre de Cartagena ha tenido ese color. No se han logrado entendimientos. Argentina se fue sin su esperada declaración sobre Malvinas. Santos no consiguió que en la declaración final se contemplase a Cuba. Barack Obama no consiguió una actitud aprobatoria que mejorase sus posibilidades electorales.
No es un componedor, no nos confundamos, su presencia no hubiera mejorado las cosas, pero siempre ha sido un factor aglutinador, a favor o en contra, su ausencia ha aportado a la cumbre lo mismo que a su país, incertidumbre.
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