El
pasado 21 de febrero, quienes nos formamos en las filas de la Juventud
Revolucionaria Copeyana –JRC-, sufrimos un golpe de esos que hacen imposible la
recuperación total. Murieron Hilarión Cardozo, mi compadre y mentor de los
primeros años de lucha a la caída de Pérez Jiménez, y Álvaro Páez Pumar, mi
entrañable amigo, uno de los dignos sucesores del primero e integrante de una
familia de recia estirpe Demócrata Cristiana. Ambos fueron secretarios juveniles
nacionales de COPEI, orgullos de aquella muchachada generosa que en
universidades y centros de educación media batalló sin descanso por la
consolidación de la democracia y la libertad en la turbulenta década de los
sesenta. Hasta los más enconados adversarios de aquel tiempo, reconocieron en
ellos firmes convicciones y coraje extraordinario para defenderlas en todos los
terrenos.
A
Hilarión lo conocí empezando el 58. Él era el líder máximo de la JRC. Cuando me
pregunto el porqué de mi inscripción en COPEI hace 54 años, sobre la actividad
desarrollada desde entonces apegado a unos cuantos principios aún intactos, a
pesar de venir yo de una familia adeca con un padre vinculado al medinismo y en
consecuencia al URD de la época, encuentro varias respuestas parciales. Aún
tengo algunas dudas sobre mi llegada a COPEI, pero no tengo ninguna con
relación a haber permanecido en sus filas, con mayor o menor actividad. Una
razón de peso está en Hilarión Cardozo. Desde nuestro primer encuentro surgió
una estrecha amistad que duró hasta la noche mencionada. aunque sus enseñanzas
perdurarán para siempre. Nos hicimos compadres. Fue el padrino de mi hijo
mayor. Tuvimos temporadas de coincidencias plenas en las luchas del partido y
de distanciamientos y confrontaciones severas sin que nunca se afectara el
fraternal afecto entre ambos. Fue dirigente universitario de primera línea,
excelente parlamentario, orador de bandera, uno de los mejores gobernadores que
ha tenido el Zulia, embajador ante la OEA, Ministro de Justicia y, entre otras
cosas, presidente nacional de un partido que pareciera necesitar de muchos hilariones
para superar la crisis actual. Me cuesta sintetizar en estas líneas el valor
del compadre y cuantificar sus aportes a Venezuela.
Como
secretario juvenil de COPEI en el Zulia presidí la Convención Nacional Juvenil
celebrada en Maracaibo en enero del 63. Hilarión entregó la jefatura de la juventud a Eduardo Fernández.
A éste le siguió Álvaro quien había jugado roles protagónicos con sus
antecesores. Estuvo a la altura de las circunstancias en tiempos de
enfrentamientos internos muy serios. Avanzados, astronautas y araguatos copamos
una temporada difícil, pero rica en lecciones de vida. Álvaro fue un hombre
íntegro, de enorme vocación municipalista y Demócrata Cristiano ejemplar. Luego
vino Abdón, después yo y una respetable lista de jefes juveniles imposible de
mencionar en estas líneas. A pesar del luto profundo, doy gracias a ambos por
muchas cosas al mismo tiempo.
Lunes, 27 de febrero de 2012
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