Para bien de la sociedad venezolana, se espera que su polarización no vaya más
allá de una disputa democrática por alcanzar el poder.
La reciente victoria electoral de la oposición en Venezuela, al alcanzar
aproximadamente tres millones de votos el 12 de febrero pasado, equivalente al
16% del censo electoral, indica claramente que es la primera vez durante la
dictadura de Chávez que surge una oposición unida en cabeza de un candidato
único presidencial (Henrique Capriles), quien enfrentará a Hugo Chávez en el
próximo mes de octubre en la contienda electoral para la presidencia de la
república. La mesa de unidad nacional, como principal baluarte de la oposición
en su despegue hacia la conquista del poder, surtió los efectos esperados en un
país amenazado por la hecatombe comunista, al estilo Cuba y Corea del Norte.
De tiempo atrás, se había comentado que en Venezuela la sociedad
estaba polarizada, pero en términos imprecisos en cuanto sondeos de opinión, y
ahora, con resultados reales deducidos de las elecciones de la oposición para
definir su candidato presidencial, se puede inferir que en Venezuela la
división electoral de la sociedad es un hecho, y con tendencia progresiva al
equilibrio de los dos bandos en contienda, y probablemente en detrimento del
oficialismo chavista en proximidades de las elecciones presidenciales.
Otro de los éxitos de la oposición en el reciente debate
electoral fue el sorpresivo apoyo logístico del Consejo Nacional Electoral, del
cual, de los cinco rectores cuatro son del oficialismo chavista, situación que
se dio por cuanto en la reelección del 2005 la oposición no asistió a las
elecciones al acusar al Consejo Nacional Electoral de no ofrecer garantías
electorales.
Ahora, los intentos de Chávez son por desconocer el triunfo de la
oposición, al tiempo que fustiga al candidato opositor Capriles con groseros
improperios, de lo cual se deduce el temor que experimenta por una oposición
crecida y peligrosa para sus intentos reeleccionistas del 7 de octubre. A lo
acabado de referir, el temor en las lides chavistas se acrecienta frente
a los no frecuentes comentarios de algunos periodistas internacionales
sobre la gravedad de la enfermedad terminal de su líder, quien pese a su
mutismo, dejó entrever recientemente en pronunciamiento público que su mandato
por varias razones no excedería del año 2019, creando la sensación de alguna
certeza sobre su enfermedad.
En conclusión, Chávez pasa por malos momentos, así: el éxito
electoral de la oposición coadyuvado indirectamente por un Consejo Nacional
Electoral de sus propias entrañas; persistencia de los dos principales
problemas internos, la altísima inflación y el desabastecimiento; y el
fracasado intento por acabar con la OEA a través de la Celac. Con estos reveses
irá a las urnas en precarias condiciones para su reelección.
Queda entonces por analizar su estrategia para supervivir en el
poder después de las cruciales elecciones del próximo 7 de octubre, la cual en
mi modesto sentir es la planificación del Fraude Electoral habida consideración
del anticipado triunfo electoral del candidato de la oposición que le podrían
otorgar las encuestas en vísperas de los comicios. Varias razones inducen
a darle mérito a la presunción de un fraude electoral. En primer lugar, el
presidente Chávez ha reiterado la caracterización chavista de sus Fuerzas
Armadas, a las cuales de tiempo atrás las ha colmado de elevados sueldos y alto
grado de bienestar; por lógica, sin el apoyo militar sería imposible un fraude.
Para lo anterior, nombró como Ministro de Defensa al
inescrupuloso general Rangel. En segundo término, tiene a su haber para
convalidar el posible fraude electoral a los gobernantes de los países
del Alba ( Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Cuba)) y posiblemente Argentina, y
quizás, algunos de la Celac a quienes Chávez ha favorecido económicamente
merced a la dilapidación inconsulta de los recursos petroleros. No se descarta
igualmente que en la consumación de un fraude, Chávez cuente con las Farc, para
requerir su apoyo con el fin de neutralizar los efectos inesperados que podrían
surgir de las reacciones oposicionistas al fraude.
En síntesis, para bien de la sociedad venezolana, se espera que
su polarización no vaya más allá de una disputa democrática para alcanzar
el poder, y que en las elecciones del mes de octubre se defina el
verdadero apoyo a la reelección del presidente Chávez, o el crecimiento de una
oposición que converja a alcanzar el poder para evitar el despeñadero hacia el
socialismo del siglo XXI, sistema que históricamente lo único que ha
logrado cuando ha detentado el poder es la repartición igualitaria de la
miseria.
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