La política es una ciencia complicada, que tienes
sus principios y lógicas, con sus enfermedades, vicios y perversiones. El poder
exacerbado y la patología del “reeleccionismo” o continuismo, es una aberración
que termina matando o dañando a muchos y al que la padece crónicamente lo
desfasa de todo sentido común.
Los políticos inmaduros o desviados, sin ética, con
pocas bases morales, son unos azotes y
son personas que casi siempre se enferman de codicias o megalomanías, y
sin embargo tienen seguidores inocentes, oportunistas y resentidos, que los
admiran, le rinden culto, los ensalzan y les jalan hasta el guinde mortal. El
político que triunfa sin hacer carrera, termina siendo un corrupto, sanguinario
alocado, mentiroso contumaz y aberrado destructor.
Los militares que llegan al poder por golpes de
Estado o después de golpes fallidos, nunca son sinceros, improvisan todo, y
buscan exitosos con el trabajo de otros, no entienden de Estado democrático y
de justicia, no respetan poderes, ni principios y menos valores, siempre ellos
por encima del pueblo, las leyes y las instituciones, resultando totalitarismo,
comunismo o dictadura empobrecedora, genocidas y el colapso del bienestar.
Estos políticos suelen ser unos cínicos parlanchines, simuladores y desesperados
por alcanzar la gloria sin tener con que, la notoriedad sin obras, el poder
absoluto sin ganar respeto, aun-que todo eso dure poco y a menudo acabe mal
para él y sus seguidores.
Si queremos tener políticos con convicciones
transparentes y deseos de servir antes de ser servidos, es obvio que no lo
sacaremos de una cajita de sorpresa, las razones altruis¬tas o desinteresadas,
no se consiguen tan fácil, es una escuela de vida, de accionar con
responsabilidad, perseverancia, sacrificios, uniendo voluntades honestamente y
cumpliendo lo que piensan, dicen y prometen. ¿De qué están enfermos o
contaminados los políticos de hoy?, es común que de vanidad, de protagonismo
oportunista y son víctimas de los enredos a causa de los masajes de ego de los
pusilánimes y mediocres; insisten en contemplar¬se a sí mismos con pasión
desproporcionada, de escucharse embriagados de sueños fantasiosos, de vivos
manipuladores, de mirar las noticias de televisión con sus imágenes
relumbrando, no para ver qué han dicho o en qué se han equivocado o mal
expresado.
Los políticos persiguen -enfermizamen¬te- eso que
llamamos la pantalla, creen que solo así lograrán el poder, en la mayoría de
los casos, no es otra cosa que la sensación efímera de que él es más
im¬portante que los demás, que ellos están por encima de los otros, que él es
el que manda, el jefe de la tribu, el que toma las decisiones. Todo lo que es
importante en la po¬lítica gira alrededor del poder, los que no tienen poder
sueñan con llegar a tenerlo, se desesperan por alcanzarlo, se sienten menos
cuando no lo tienen, y los que han llegado al po¬der no se contentan con eso,
quieren más poder, tienen miedo a perderlo, se desve¬lan por no perderlo,
recu¬rren con frecuencia a toda clase de picardías, trampas, ruindades y disparates
para perpe¬tuarse en el poder y exten¬der su dominio sobre los otros.
Un político sano, humanista y cristiano o de otra
corriente doctrinaria que se respete, debe predicar con el ejemplo, debe ser un
pedagogo a tiempo completo, avanza con coherencia sobre los hechos y las obras
en su trayectoria; nunca cae en tentaciones, halagos necios y desvíos éticos,
siempre cuida los detalles y a su gente, camina haciendo el bien sin mirar a
quien. Eso es lo que distingue a los políticos auténticos, nobles y de raza, y
los diferencian de los que no conciben su vida política fuera del mundo tóxico
de lo baladí, trivial, indecente y demagógico.
El reto de hoy es salirle al paso a lo enrarecido
de la política ramplona y perversa. A los que piensan que si llegan al poder y
si ganan las elec¬ciones, serán considera¬dos exitosos, triun¬fadores, incluso
ejemplares, hay que advertirles que eso hoy no es así, la gente quiere salir de
esta tragedia roja, por lo cual se debe tener cuidado en no incurrir en una
desviación de personalidad y perspectiva.
La misión de los triunfadores no es vanagloriarse o
sentirse aclamados, su verdadera misión es servir al bien común y social, no
incurrir en peculado y no dejar que otros lo hagan, hoy se debe y se puede
hacer rico al pueblo, a los militantes del partido, a los adversarios y a todos
los habitantes de una municipalidad o un estado o un país, sin robarse un
centavo del erario público… solo hay que organizar y educar a la gente para que
produzcan y trabajen para desarrollar riqueza, bienestar y participar en los
cogobiernos sociales y gobiernos fructificadores… ese es el camino y en
Venezuela se puede, porque somos ricos de naturaleza, solo que no distribuimos
bien, no hemos tenido equidad y justicia social en el reparto, o no hemos sabido
qué hacer cuando se toma el poder, nos desviamos y nos dejamos penetrar por
corruptos e improvisados.
El político debe prepararse para la victoria o la
derrota, si no llegan al poder reflexiona, se revisa y revisa a los que lo
acompañaron. Si pierden por un puñado de votos o por muchos es necesario hacer
un balance escrito y eso le servirá para intentarlo de nuevo, y si siguen
perdiendo una y otra vez, es lógico que caerá su reputación sobre una sombra
oprobiosa o majadera, la sospe¬cha de que son perdedores natos lo perseguirá;
para algunos son gente desgraciada, sin suer¬te, que tienen un destino acia¬go,
pobres de éxitos, nunca llega¬rán al poder con el que tanto habían soñado.
De modo que el político que se respe¬ta entiende de
los efectos y alternativas, debe echarse el al¬ma a cuesta, entender que el
poder no lo es todo, que intentar llegar el po¬der justifica todos los
esfuerzos que ha hecho, pero que no solo el poder da satisfacciones
espirituales y humanas, se puede servir a la gente (verdadera significación de
vivir en sociedad) en otros campos y actividades. Los políticos obsesivos no
sirven, de nada valdrán to¬dos los
embustes, todas las concesio¬nes intelectuales, morales y éticas, sin
autenticidad, nobleza y trasparencia no hay vida larga.
Dado que el
producto que el po¬lítico vende no es un chocolate, un desodorante o un carro,
sino una esperanza y un cambio (evolutivo o transformador), deben basarse en
razones sólidas o intangibles creíbles porque el plan o proyecto tiene lógica
de resultados y sentido común de realización. El mejor político es el que sabe
adaptarse a estudios, investigaciones y diagnósticos de realidades sociales,
geográficas, oportunidades, recursos naturales y humanos, es el que necesita
oír, quiere escuchar. No gana el más inteligente ni el más preparado ni el más
virtuo¬so ni el más leído, gana el que comunica más eficazmen¬te a la mayoría,
el que se rodea mejor, el que suma más, el que respeta a los aliados por
pequeños que sean e inter¬preta con astucia lo que la mayoría quiere escuchar
en ese momento, en esa deter-minada circunstancia, sin caer en mentiras,
engaños y demagogia.
En la Venezuela de hoy el empeño debe ser por
conquistar el poder para servir responsablemente, mejorar la calidad de vida,
pacificar el barrio o el territorio de adscripción, acabar con la delincuencia
sin exterminar al ser humano, crear oportunidades para todos, lo que implica
una educación de primer mundo y formación para el trabajo. Las mayorías suelen
cambiar con el buen ejemplo y educación, los pueblos que saben que el bienestar
y las oportunidades se las da un estado o municipio promotor y emprendedor, son
más productivos y creativos.
El próximo presidente democrático tendrá la noble
oportunidad de iniciar una era de crecimiento económico, justicia social,
riqueza colectiva y bienestar integral, nos librará y guiará para que no seamos
esclavos, pobres y desvalidos... La victoria conducida por la justicia fue
siempre nuestra guía... SIMÓN BOLÍVAR, 7/9/1814.-
rvjuandedios@gmail.com.
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