Las primarias del 12 de
Febrero que dieron como vencedor indiscutido a Henrique Capriles Radonski
constituyen sólo la primera fase de un largo trayecto político. La segunda será
derrotar electoralmente a la autocracia militarista. La tercera, la
reconstrucción política de la nación. La primera fase fue muy importante. La
segunda, la que ha comenzado el mismo 12 de Febrero, será la decisiva. La
tercera, en cambio, será la más difícil. Pero para eso falta caminar algunos
pasos.
Lo más destacable en esta
hora es que la oposición democrática venezolana ha resuelto en la primera fase
una serie de problemas fundamentales de los cuales, entre varios, cabe
mencionar los siguientes: el problema de la unidad, el de la candidatura
oficial, el de la hegemonía y el del liderazgo.
Comencemos por el de la
unidad. Pues no hace mucho tiempo el tema de la unidad parecía imposible de ser
resuelto. El motivo es más que obvio: el arco de la oposición, al ser
democrático, es también pluralista, a diferencia de lo que ocurre al interior
del chavismo donde las diferencias están prohibidas y son penadas.
En el arco democrático se
encuentran partidos y organizaciones muy diferentes. No sólo una derecha, un
centro y una izquierda –es decir, el esquema clásico- tiene allí cabida. Hay
que contar también con partidos y líderes emergentes quienes de acuerdo a la
tónica de los nuevos tiempos trascienden la geometría simple de la política
moderna.
La MUD coordina y orienta
a las fuerzas de la tradición y a las de la innovación a la vez. Los clásicos
COPEI y AD están ahí, pero subordinados a la irrupción de nuevos partidos como
Primero Justicia, Nuevo Tiempo, Voluntad Popular, Proyecto Venezuela, Podemos,
Patria para Todos, y otros que representan el nuevo perfil político de la
nación.
La hueste chavista
seguirá, por cierto, intentando caricaturizar a la oposición como a “la
derecha”, calificándose a sí misma como la “izquierda”. Pero cualquier
venezolano medianamente informado sabe que esa es gran mentira.
Autocracia o democracia es
el dilema que deberá resolver el pueblo venezolano en las jornadas que
culminarán en Octubre de 2012. Ese dilema dará la pauta, marcará las
diferencias y otorgará sentido a la confrontación final.
En Octubre, Venezuela
vivirá uno de los momentos políticos más dramáticos de su historia. Todo el
mundo estará pendiente, ahí se jugará el todo por el todo, la lucha será
existencial. Y eso hará más difícil la posibilidad –por cierto, siempre real-
de un fraude de proporciones. También la de un golpe militar.
Frente a la autocracia
militarista ha emergido la unidad de la oposición: Una verdadera obra de arte.
Egoísmos partidarios, liderazgos artificiales, ambiciones personales fueron
dejados de lado para realizar unas primarias ejemplares en las cuales gran
parte del pueblo democrático, haciendo uso de su soberanía, eligió a su
candidato y líder: Henrique Capriles Radonski.
INCLUIR, RECONCILIAR, GANAR, COBRAR |
¿Quién iba a pensarlo? La
por Chávez llamada oposición “escuálida” ha terminado por convertirse en la más
robusta y unida de toda América Latina. Porque si hay una crisis continental,
esa podría llamarse “crisis de las oposiciones”.
La oposición chilena da
pena, la argentina da risa. Pepe Mujica gobierna con una ideología de izquierda
pero con el programa de la derecha. A la inversa, Juan Manuel Santos gobierna
con el programa de la izquierda pero con una ideología de derecha. Dilma
Rousseff, pese a la corrupción inagotable de sus ministros, sube y sube en las
encuestas. La de Nicaragua está entrampada. En Bolivia es apenas regional. En
Ecuador vive aplastada por su propio peso. La de Perú está perpleja. Sólo en
Venezuela emerge una oposición como verdadera alternativa de poder. En parte
hay que agradecérselo a la constancia de los demócratas venezolanos. Aún en los
peores momentos han sabido mantener su altivo 40%. Y lo más probable es que esa
cifra seguirá ascendiendo. Pero por otra parte, hay que agradecérselo a Chávez.
Con su agresividad, su
odio inmaculado, y su malvada política internacional (alianza con todos los
dictadores del mundo) Chávez ha logrado unir en contra suya a la mitad o más de
la ciudadanía política. Chávez, lo he dicho otras veces, es el líder negativo de
la democracia venezolana.
Entre la crisis política
que permitió su ascenso al poder y la crisis social y política que el mismo ha
creado, Chávez será recordado como el exponente de un largo periodo de
transición entre dos democracias: una muy débil y otra muy fuerte.
La suerte ya está echada.
La línea hegemónica de la oposición, también.
Los electores de las
primarias al votar por Henrique Capriles, lo hicieron, además, por una línea
hegemónica. En efecto, Capriles representa tres dimensiones políticas. La
primera, la de unir la lucha por las libertades con un proyecto social
incluyente, penetrando así en el campo tradicional del chavismo. La segunda,
busca atraer hacia la oposición a los sectores indecisos. La tercera,
representa la idea de la reconciliación nacional.
De acuerdo a las tres
dimensiones mencionadas, Capriles cumple con la condición diseñada por Teodoro
Petkoff en uno de sus programas televisivos: “El candidato deberá ser todo lo
contrario a Chávez”. Esa fue precisamente una de las razones por las cuales
Capriles fue elegido. De todos los candidatos fue el más diferente a Chávez. De
ahí que el pueblo venezolano será llamado a votar no sólo entre dos políticos
sino entre dos modos de hacer política.
Allí donde Chávez divide,
Capriles une. Allí donde Chávez insulta, Capriles dialoga. Allí donde Chávez
grita, Capriles discute. Allí donde Chávez recurre a mitos, Capriles usa la
razón. Allí donde Chávez promete, Capriles trabaja. Allí donde Chávez mandonea,
Capriles consulta. No puede haber en verdad dos personalidades políticas más
diferentes, reflejos al fin de la diferencia radical entre las opciones que
cada uno representa. En ese sentido se puede decir que los electores que
votaron por Capriles no sólo lo hicieron con el corazón sino también con la
mente.
No obstante, si bien la
línea que representa Capriles será hegemónica, eso no puede significar que las
que representaron los otros candidatos perderán su valor y sentido. Todo lo
contrario. A diferencias de la candidatura chavista, cuya partitura fue
compuesta para un solista, la de la oposición es polifónica.
Capriles será el candidato
a “pre-sidente” que en rigor quiere decir “el que se sienta adelante”. Los que
fueron candidatos en las primarias serán, en cambio, los que se sientan un poco
más atrás. Eso significa que en la polifonía de la campaña presidencial, la voz
popular de Pablo Pérez, la voz valiente de María Corina Machado, la voz
solidaria de Leopoldo López, deberán seguir siendo escuchadas, cada una en su
tono, cada una en su estilo. Las primarias demostraron, en efecto, que Capriles
es un líder entre líderes, la voz predominante en un conjunto polifónico, como
es y ha sido siempre el discurso de la democracia.
Más aún, en la generosa
producción de líderes opositores que vive Venezuela, hay algunos que no fueron
candidatos y que en la campaña presidencial deberán jugar un rol tan importante
como el de quienes lo fueron. Para no extenderme, nombraré sólo a dos muy
distintos: Antonio Ledezma, representante de lo mejor de la tradición política
venezolana, y Henri Falcón, cuyo mensaje, dirigido en parte al chavismo
constitucional, podrá sumar las voluntades que se necesitan para alcanzar la
última fase, la que, reitero, será la más difícil de todas: la de la
reconstrucción política de la nación.
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