El extraordinario ejercicio
de ciudadanía, evidenciado en los más de tres millones de votantes que
acudieron a la convocatoria nacional de la Mesa de la Unidad Democrática, amén
del claro mensaje al Gobierno y sus ejecutores; es también una exigencia al
respeto propio, al esfuerzo colectivo por superar, de una vez por todas, la
burla insana y desafiante, que pretende convertir una incontestable victoria,
en una caricatura de sí misma.
Por años una parte de la
población ha recibido, con disgusto, pero con acomodo, motes peyorativos sobre
sus convicciones. Por años, como quien intenta resistir volteando el sentido de
las cosas, se han asimilado términos como escuálido, mosca, y más
recientemente, majunche; sin advertir quizá, que esa facilidad de permear del
discurso perdedor hacia la mayoría; le permite a los minusválidos políticos,
desviar la fortaleza real de quienes le adversan.
La convicción expresada
por más de tres millones de electores no resultó escuálida, ni mucho menos
majunche; por lo cual no cabe hacerse eco; ni siquiera en las esperadas bromas
de la sociedad, de ese discurso díscolo, entrampado en sus realidades
intestinas.
Somos mayoría, pero nos lo
tenemos que creer; y para ello es necesario frenar cualquier intento de rocío
abusivo, desde la perspectiva del lenguaje.
La fuerza de los votos
emitidos, sumada a la proyección innegable de esos votos; son más que válidos
para elaborar un discurso lo suficientemente robusto para evitar que el
contrario; hoy suplicante de atención, inocule su léxico peyorativo.
De poco valen las bromas
sobre los motes presidenciales; si al usarlas repetidamente fortalecen el
concepto que desde su atrio él pretende internalizar.
La madurez demostrada el
pasado 12 de febrero, debe ser coherente con nuestra actitud en adelante. Los
números son claros, y las convicciones mucho más. Por tanto, ni escuálidos, ni
moscas, ni majunches. Somos ciudadanos en ejercicio; y cada día somos más.
@incisos
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Así es. No nos podemos dejar insultar gratuitamente. Ni escuálido, ni majunche, ni mosca. Alguien tiene que devolverle los insultos al inquilino tramposo de Miraflores.
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