Debido
a su envergadura moral, su notable trayectoria en el Congreso nacional de
Estados Unidos y sus conocimientos de economía, derecho y filosofía, Ron Paul
claramente sobresale entre los políticos de la era moderna. Su último libro
Liberty Defined está dedicado a sus extraordinarios maestros Ludwig von Mises,
Friedrich Hayek, Murray Rothbard, Leonard Read y Hans Sennholz (que han sido
también los míos) y el contenido de la obra constituye un ejemplo de solidez y
consistencia de la sociedad abierta.
Ronald Ernest "Ron" Paul |
Ya en
otras oportunidades he escrito columnas sobre Ron Paul, de modo que no repetiré
lo dicho, ahora destaco la excelente organización que demuestra en la
competencia interna por la presidencia del Partido Republicano, los apoyos
especialmente de gente joven (indignados pero que en lugar de pedir más de lo
mismo como los otros, apuntan en las direcciones correctas), la notable
financiación permanente, lo cual incluye la de miembros de la fuerzas armadas
estadounidenses que lo hacen en montos que duplican el volumen que reciben
todos los otros candidatos juntos.
Respecto
a esto último, en otras de mis notas periodísticas he citado las opiniones de
varios de los Padres Fundadores en el sentido de que Estados Unidos debiera dar
el ejemplo de libertad y respeto recíproco y no intervenir en guerras y
trifulcas en otros países, no solo por las vidas perdidas y las familias
arruinadas, sino por el gasto, la deuda y las amenazas a las libertades
individuales en nombre de la seguridad y las restricciones a la prensa debido a
los llamados “secretos de Estado” y las “traiciones y delitos contra la
patria”. También -más contemporáneas- he citado las sesudas reflexiones del
presidente John Quincy Adams en esa misma dirección que resumen magníficamente
los peligros de involucrarse en luchas armadas en otros lares (para no decir
nada de “invasiones preventivas” y guerras sin la autorización del Congreso).
Ahora
reproduzco las consideraciones del senador y secretario de estado, el
decimonónico Henry Clay: “Por seguir la política a la que hemos adherido desde
los días de Washington hemos tenido un progreso sin precedentes; hemos hecho
más por la causa de la libertad en el mundo que lo que las armas pudieron
hacer, hemos mostrado a otras naciones el camino de la grandeza y la felicidad.
Pero si nos hubiéramos visto envueltos en guerras […] ¿dónde, entonces, estaría
la última esperanza de los amigos de la libertad en el mundo? […] Deberíamos
mantener nuestra propia antorcha brillando en las costas occidentales, como una
luz para todas las naciones”.
En
esta materia, Ron Paul ha hecho referencia a las sabias declaraciones del
general Dwight Eisenhower que en su
discurso de despedida como presidente, en 1961, advirtió de “los enormes
peligros del complejo militar-industrial” de Estados Unidos, paradójicamente,
peligros “para la seguridad y las libertades” de los norteamericanos.
Es
rayano en lo ridículo que se tilde de “peligroso” a un candidato como el Dr.
Paul que sugiere no bombardear otros países y reforzar las defensas locales
(los peligrosos son en verdad esos críticos-beligerantes) y es del todo
contradictorio que se lo tache de “aislacionista” cuando son los guerreros los
que aíslan a Estados Unidos ya que, con un argumento u otro, casi todos se
oponen a la política exterior norteamericana. Es también insólito que se diga
que este candidato presidencial es “extremista” porque defiende la Constitución
de su país en el contexto de la limitación al Leviatán (cuando los verdaderos
extremistas están radicados en la Casa Blanca desde hace décadas).
Esta
persona de gran coraje y claridad opera entre dos fuegos: lo ignoran los medios
periodísticos en manos de las izquierdas y está sometido a críticas despiadadas
por parte de los llamados neoconservadores, patrioteros nacionalistas éstos,
incapaces de comprender los preceptos básicos constitucionales de su propia
nación, a lo cual aludí en detalle en mi libroEstados Unidos contra Estados
Unidos publicado por el Fondo de Cultura Económica.
No
creo que sea proclamado candidato por el Partido Republicano aunque influirá en
algo con sus delegados a la respectiva convención, pero desde este rincón lo
vuelvo a saludar a Ron Paul -con quien he intercambiado en lo personal un par
de correos electrónicos- y subrayo la importancia de su campaña electoral al
efecto de dejar valiosos testimonios y para correr el eje del debate tal como
efectivamente ha hecho en varios de los temas cruciales (por lo menos para
modificar ciertos tramos en los discursos de sus competidores). Se mantiene
firme entre los presidenciables que quedan en la contienda y, hasta el momento,
sus resultados electorales más descollantes en la carrera de las primarias han
sido en el estado de Maine donde obtuvo el segundo puesto (36%) detrás de
Romney (39%) y con enormes diferencias respecto a los otros postulantes que
quedaron mucho más rezagados. Faltan trece instancias antes de llegar a la
convención de Tampa del 27 al 30 de agosto donde se sopesarán los delegados en
el contexto de la proclamación del candidato que se enfrentará con Obama en
noviembre.
Resulta
de gran relevancia el permanente alegato de Paul para eliminar sectores enteros
de la administración federal como las secretarías de educación (nada menos que
para el control gubernamental de las estructuras curriculares), de comercio
(nada menos que para el control gubernamental de las transacciones libres) y la
banca central (nada menos que para deteriorar el signo monetario) siempre
acompañadas de las rigurosos fundamentaciones del caso. Elabora también sobre
la necesidad de ponerle coto a la deuda pública (recordemos que cuando
Jefferson, siendo embajador en Paris, leyó la nueva Constitución manifestó que
si pudiera agregarle un artículo consignaría la prohibición de emitir deuda por
parte del gobierno puesto que es incompatible con la democracia al comprometer
patrimonios de futuras generaciones que no participaron en la elección del
gobernante que contrajo la deuda).
Es
muy atractivo y ciertamente decisiva su prédica para eliminar la llamada “ayuda
externa” a través de burocracias internacionales que significan un monumental
drenaje de recursos a los contribuyentes para financiar políticas absurdas en
el contexto de alarmantes corrupciones.
Este
es un candidato que opera a contracorriente del statu quo, sea del establishment
republicano o del demócrata y que no apunta simplemente a administrar la crisis
y adoptar políticas repletas de componendas y cesiones a los principios y
valores básicos de una República. Es por ello que cuenta con la simpatía de una
gran parte de los votantes independientes.
Objeta
con firmeza los “salvatajes” a empresarios ineptos e irresponsables realizados
con el fruto del trabajo ajeno para atender los requerimientos de los amigos del poder con suficiente fuerza de
lobby. Esta fenomenal hemorragia de recursos es una de las razones clave del
golpe tan fuerte a los bolsillos de los antes mencionados “indignados” que no
parecen saber cuales son los motivos de sus males ni como corregirlos.
Prácticamente
toda la corporación política está en contra de Ron Paul precisamente porque sus
propuestas y programas se dirigen a abolir los privilegios y prebendas de esta
casta que se ha desviado por completo de los preceptos establecidos
oportunamente con gran precisión por los Padres Fundadores. Pareciera que hay
buena dosis de masoquismo en las políticas estadounidenses…o tal vez sadismo
(aunque el asunto no está para chanzas, esto me recuerda una definición de
Arthur Koestler: “el sádico es aquel que saluda amablemente al masoquista”).
Termino
esta nota un tanto a vuelapluma, con una cita del antedicho libro del Dr. Paul:
“La historia de América [Norteamérica] y su ethos político es sobre la libertad
[…] La libertad significa el ejercicio de los derechos en la manera que las
personas decidan, siempre que no interfieran en el ejercicio de los derechos de
otros […] Y, sin embargo, la amenaza del gobierno hoy, en todo el mundo,
presenta un riesgo que bien puede considerarse el mayor de cuanto ha ocurrido
en el siglo veinte. Estamos bajo control en todos lados que vamos: en el
trabajo, en las compras, en nuestra casa y en las iglesias. Nada es privado: ni
la propiedad, ni la familia […] Lo que está en juego es el mismísimo sueño
americano […] Esta crisis demanda una revolución intelectual”.
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