Ser
un gerente, con una obra que mostrar, gobernador del estado Zulia, el más
importante y poblado del país, donde la oposición está consolidada como clara
mayoría,y su lanzamiento como candidato por tres de los principales partidos de
la oposición se mostró como un serio desafío al liderato que hasta ese momento
tenía Henrique Capriles Radonsky. ¿Será todo eso suficiente para llevar a Pablo
Pérez a encarnar la candidatura de oposición el 7 de octubre próximo?...
BIOGRAFÍA
La
supuesta ventaja de Pablo Pérez Álvarez al poseer, junto a su tocayo Medina,
una imagen de hombre de pueblo frente a la imagen “sifrina” del resto de sus
oponentes, se ve considerablemente compensada por sus escasos antecedentes como
fajador en la dura arena política de los últimos años. Pérez no puede mostrar
heridas de batalla como el juicio y prisión de Capriles Radonsky, la
inhabilitación de Leopoldo, los juicios contra María Corina y Súmate, la
salvaje expropiación contra Diego Arria, el intenso protagonismo de todos ellos
en calles y tribunas públicas, así como la muy extensa trayectoria de lucha
política y social de Pablo Medina. Su biografía política personal es, para
resumir, un tanto exigua.
Aunque
su linaje político es el más antiguo entre todos los precandidatos. Su más
extensa biografía, cuasi oficial, publicada en Internet, narra de una abuela
adeca – doña Amalia Herrera de Pérez- quien en Maracaibo organizaba reuniones
clandestinas durante la dictadura de Pérez Jiménez. Su padre, el abogado
zuliano Pablo Pérez Herrera, fue dirigente de Acción Democrática en ese estado,
donde ejerció importantes cargos de gobierno y al que representó por un período
en el Congreso de la República, en 1968. El doctor Pérez y su esposa Juanita
Álvarez son incluso compadres de bautismo de Carlos Andrés Pérez, cuyos nombres
y apellido son ostentados por su ahijado, un hermano menor de Pablo. Algunos
atribuyen esa relación de ahijado con CAP al propio precandidato, algo que no
ha sido suficientemente desmentido y que de ser cierto le daría otra
coincidencia con Chávez, quien arrastra la conseja de que su segundo nombre le
fue asignado en honor a su padrino Rafael Caldera.
Pablo
Martín Pérez Álvarez nació en Maracaibo, estado Zulia, el 19 de agosto de 1969.
Zuliano de varias generaciones aunque una de sus estirpes es andina, de la
etnia indígena timoto-cuica, procedencia muy favorable de cara al proyecto de
oponer a Chávez un gallo de su misma casta. Según Pérez, su abuelo andino vino
al Zulia, como miles de campesinos venezolanos, en busca de un puesto de
trabajo en la industria petrolera que se expandía en la región. Al abrigo de la
cosecha petrolera, la familia de origen proletario pudo ascender pronto a la
clase media, concretamente con el título de abogado de Pablo Pérez Herrera.
Ello permitió que Pablo y sus hermanos recibieran educación en uno de los
mejores colegios católicos de Maracaibo, donde destacó en los estudios y en la
práctica del béisbol y el baloncesto, algo muy común en el muy deportivo estado
Zulia y afín con la contextura atlética del joven.
La
referida biografía habla de un adolescente vocación sacerdotal, la cual por lo
visto fue desechada por otras opciones profesionales. Dado que en los colegios
privados no suele permitirse la actividad política, el estudiante Pablo Pérez
sólo pudo cumplir el mandato de toda familia venezolana politizada, al comenzar
sus estudios de derecho en la Universidad del Zulia: inmediatamente se
inscribió en la juventud de Acción Democrática, lo que le permitió ocupar
posiciones de representación en el Centro de Estudiantes de la Facultad, en la
directiva de la FCU y como Responsable Universitario de AD. Ello no le impidió
continuar con la vocación deportiva, a esas alturas como dirigente en
organizaciones de baloncesto.
Al
egresar en 1994 como abogado de LUZ, Pablo Pérez Álvarez era lo que se llama
“un excelente muchacho”. Debemos sin embargo, para ser justos, mantener la
mirada exigente que hemos tenido hacia los demás precandidatos, y en tal
sentido observar que entre el grado de bachiller de Pérez y el de abogado
mediaron 8 años. Las razones no divulgadas de ello podrían remitir a algún
viaje, enfermedad o algún otro tipo de problemas o proyectos personales, pero
no es ocioso suponer que el joven activista político haya sufrido en esos años
el mismo síndrome de “estudiante profesional” que suele afectar a muchos de sus
congéneres en las universidades públicas del país.
Lo
cierto es que luego de su grado ya estaba en las lides gremiales, en el Colegio
de Abogados del estado Zulia, donde fungió como Secretario y luego
Vicepresidente. Y muy pronto -en 1995, a los 26 años- unió su destino
profesional y político a la figura de Manuel Rosales, quien acababa de asumir
su primer período como Alcalde de Maracaibo. No es injusto decir que la carrera
política y pública de Pérez se ha desarrollado a la sombra del fulgurante éxito
que tuvo en el Zulia Manuel Rosales, a partir de 1990.
Ha
sido como eficiente y leal colaborador y luego, como heredero de las posiciones
que fue dejando Rosales en su ascendente carrera (y luego en su circunstancial
declive) que Pablo Pérez construyó su ascenso político, primero en la región
zuliana y ahora en escala nacional. Y no debe haberle sido fácil ocupar tales
espacios, en un contexto como el zuliano, pleno de profesionales y activistas
políticos competentes y hábiles para el manejo político. Basta con revisar el
equipo de gerentes públicos y operadores políticos que han acompañado a Rosales
en los 15 años de sus ejecutorias para respetar a quien en poco tiempo, y con
menor edad, logró colocarse como el segundo de a bordo en el proyecto.
Es
larga la lista de posiciones administrativas y gerenciales zulianas ocupadas
por Pérez en el gobierno zuliano. No viene al caso enumerarlas, pues están en
todos sus resúmenes biográficos. Baste señalar que van desde la más modesta
-asesor jurídico en el Concejo Municipal de Maracaibo- hasta la elevada
secretaría general de gobierno del estado, antesala de su elección como
gobernador. Todo ello en pocos años, lo cual da cuenta de una sobresaliente
capacidad para la gerencia pública, aunque su rápido éxito también supone que
no ha sido un minusválido en el forcejeo palaciego.
A
partir de su ingreso a la administración pública, no hay en este currículum
mayores logros de carrera político-partidista. Al parecer el joven abogado se
concentró en el ejercicio eficiente de sus cargos públicos antes que a las
tareas político-organizativas. Recuérdese que, ya a principios de los años
2000, Rosales se distanció de AD y poco después fundó la organización regional
UNT; en tal proceso participó sin duda Pérez, pero no se lo visualiza como uno
de los activistas principales. Salvo demostración en contrario, la imagen que
tenemos de Pablo Pérez es la del administrador que cuidó la bodega mientras
Rosales y sus lugartenientes construían el partido, producían las victorias
electorales y gestaban el salto a la arena nacional. El valor de esta suplencia
debió ser decisivo en 2006, cuando Rosales debió dedicar más de la mitad del
año a la precampaña y campaña presidencial, como abanderado de la oposición.
(En
las recientes afirmaciones hemos empleado un tono supositivo, dado que no hemos
entrevistado a nadie ni consultado otras fuentes que las disponibles para
cualquier venezolano común. No hemos asumido estos análisis como una
investigación histórica sino como ensayos de reflexión ciudadana, a partir de
la observación cotidiana de la realidad).
En
2004, Pablo Pérez es designado por Un Nuevo Tiempo como candidato a la alcaldía
que 4 años atrás había dejado el jefe del movimiento. Es sin duda un logro
político importante, obtenido –siempre según nuestra suposición- más por su
prestigio como gerente público que por sus habilidades para manejarse dentro
del aparato. Insistimos en esta circunstancia, porque ella nos va dibujando el
ascenso de una figura política que corresponde a una nueva y aun larvada
Venezuela: aquella donde la fuerza de las capacidades, de los logros concretos,
tiende a privar sobre el tradicional juego de maniobras internas dentro de los
partidos. En las formas políticas previas –que sin duda se mantienen vivas,
pero agonizan ante el empuje de una ciudadanía cada vez más despierta y
exigente- una selección de este tipo recaería directamente en un adlátere del
jefe partidista de turno antes que en el funcionario adecuado para ejercer el
cargo en disputa. Al observar su desempeño posterior a esos años, no dudamos en
otorgar ese mérito a Pablo Pérez.
No
le alcanzaron, sin embargo, para vencer en su primera confrontación electoral
de envergadura. Enfrentado al alcalde en ejercicio Giancarlo Di Martino -electo
en el 2000 como candidato de UNT, pasado luego al campo oficialista, y uno de
los pocos de ese sector, junto a Henry Falcón en Barquisimeto, que ofrecía una
obra municipal respetable- resultó derrotado en una elección muy reñida, cuyos
resultados debieron esperar el día siguiente de las votaciones. El escaso
conocimiento que había de su figura, más el ventajismo y las manipulaciones
habituales en favor de los candidatos oficiales, privaron para el resultado
adverso, que el mismo Pablo ha reconocido como un momento muy doloroso de su
carrera.
Redimensionado
políticamente por su buen desempeño electoral, es designado por el gobernador
Rosales como Secretario General de Gobierno. El resto de la historia es más
conocida: Rosales es designado candidato de oposición para las presidenciales
de 2006, Pablo cubre su retaguardia mientras hace la campaña, Rosales regresa
al Zulia tras su derrota frente a Chávez y no puede lanzarse a la reelección en
2008. Entonces se lanza es a la Alcaldía de Maracaibo y Pablo Pérez es
designado candidato a la gobernación. Ambos ganan sus contiendas, aunque Manuel
Rosales, a pocos meses de asumir la Alcaldía más grande el país debe
abandonarla e irse asilado ante acusaciones de corrupción que, desde el
gobierno, lo amenazaban con juicio y cárcel.
UNA PRE-CANDIDATURA TARDÍA
A
partir de la candidatura presidencial de 2006, Un Nuevo Tiempo se dimensionó
como partido nacional. Recibió en sus filas a dirigentes y militantes de
diversos cauces partidistas: ex-masistas de la corriente de Petkoff, quienes
anduvieron varios de los anteriores años con Francisco Arias Cárdenas,
disidentes de Acción Democrática (de hecho Rosales también lo fue) y la
corriente que bajo el liderazgo de Leopoldo López se había escindido de Primero
Justicia. En las elecciones regionales de 2008 y en las parlamentarias de 2010
el partido se consolidó como una de las tres organizaciones más votadas nacionalmente,
aunque resulta visible que el mayor porcentaje de esta fuerza electoral sigue
concentrado en la región zuliana.
Tras
la persecución judicial contra Rosales y su salida del país Pablo Pérez heredó,
además de la gobernación más grande de Venezuela, la vocería pública nacional
de UNT; y algo más importante: el estatus de un posible candidato presidencial
con enormes posibilidades de encabezar a la oposición. Hubo ciertamente
bastante forcejeo para la toma de esa decisión por el partido; al parecer Rosales
sigue siendo allí el dueño del bate y la pelota y además conserva una
estructura de lealtades que hicieron bastante disputada la decisión. Desde
afuera se percibió que los sectores de reciente integración al partido se
inclinaban mayormente por Pablo y los más antiguos –y zulianos- por Rosales.
Pensamos que en la decisión final privó la negación de Rosales de regresar al
país, tras una serie de amagos que nunca fueron cumplidos. Fue significativo
que el anuncio de la decisión de UNT lo hiciera el propio Manuel Rosales, desde
Perú o Panamá.
El
intrincado y largo proceso interno que condujo a su designación por el partido
hizo que la pre-candidatura de Pablo Pérez tuviera un lanzamiento tardío, en
relación con la temprana mención del nombre de Henrique Capriles Radonsky por
Julio Borges, apenas se conocieron los positivos resultados de la oposición en
las parlamentarias de septiembre 2010. El haber corrido solo –aunque sin
designación formal- durante los primeros 7 meses de este año le proveyó a Capriles
una significativa ventaja entre el electorado opositor, además de sus
innegables méritos como alcalde y gobernador eficiente y su positiva figura de
político joven, valiente y bien formado.
Pero
el lanzamiento tardío no parecía un obstáculo para que Pérez y su equipo
remontaran la ventaja que les llevaban Capriles, Primero Justicia y sus
aliados. Las características de Pablo en cuanto a hombre de extracción y
apariencia popular, con fuerza electoral en el estado de mayor población, su
estilo campechano y sencillo, lo hacían merecedor de enormes simpatías entre
opositores de toda Venezuela, entre ellos muchas personas de elevado estatus
socio-económico: “es el hombre ideal para enfrentar a Chávez –solía escucharse-
mucho mejor que los políticos sifrinos de Caracas”.
Pronto
comenzó a percibirse un acercamiento natural de Acción Democrática hacia la
opción zuliana. Aunque había para ello un problema: Antonio Ledezma ya estaba
lanzado como pre-candidato. Importante dirigente de la oposición en estos 12
años, admirado por su sorpresiva derrota al chavismo en la Alcaldía
Metropolitana de Caracas y por la valentía y dignidad con la que resistió los
atropellos oficiales contra el ente que limpiamente obtuvo. Ledezma posee una
impresionante trayectoria en las filas de AD; y aunque años atrás había
abandonado al partido, se encontraba en un proceso de franco acercamiento con
la casa matriz y goza del afecto y la adhesión de una importante porción de su
militancia.
La
decisión de AD sobre pre-candidaturas, descartado de principio un abanderado
propio, tendría por ello que transitar también un complicado proceso interno,
de tal manera que el desenlace no produjera lesiones internas en la
organización ni en la relación de ella con el aspirante que no recibiera el
apoyo. Ramos Allup manejó el asunto con prudencia y produjo una decisión sin
traumas inmediatos, en favor de la opción que ofrecía al partido una mayor
posibilidad de victoria en las primarias. Sin ese apoyo capital, Ledezma abdicó
de su aspiración con respetable dignidad y se mantiene solidario a todo el
proceso, sin apoyar a ninguno de los aspirantes. Mas este nuevo curso decisorio
retrasó esta vez el fortalecimiento que AD brindaría a la pre-candidatura de
Pablo Pérez.
Luego
se añadió el apoyo de Copei, partido que sufre un notable deterioro a causa de
una amarga disputa estatutaria. Posteriormente, los de otras organizaciones de
menor dimensión, algunas personalidades de relieve en el mundo político de los
últimos años y décadas; y finalmente el apoyo de una porción del MAS, tras uno
de los aparatosos conflictos internos habituales en ese partido. El frente así
configurado ofrece un aspecto bastante atractivo en cuanto a la fortaleza
relativa de sus aparatos de movilización electoral, pero al mismo tiempo le confiere
a Pérez el aspecto de un “pre-candidato del Sistema de la oposición”. Una
condición que se acentúa por el apoyo que le brindan grupos económicos,
financieros y mediáticos que hicieron sus mayores haberes a la sombra del
Estado, antes de Chávez, y algunos que lo continúan haciendo durante el
“proceso bolivariano”.
Esto
motivó entre los observadores el debate sobre qué pesaría más en la suerte
electoral de Pérez: si la fuerza de votos seguros y la capacidad de
movilización que le proporcionaban los partidos aliados, o el peso muerto que
significaba -luego de toda el agua que ha corrido aquí en los últimos 20 años-
presentarse en las ciudades y pueblos de Venezuela como el candidato de AD,
COPEI y el MAS…. Particularmente nos inclinamos por la segunda opción.
ESTRATEGIA Y CAMPAÑA
Concientes
de aquel problema, los veteranos políticos que encabezan la alianza han
decidido mantener en bajo perfil las siglas partidistas que la componen y
centrar todo el esfuerzo propagandístico en la figura del pre-candidato. Esto
fue exigido, además, por el hecho de que Pérez no era muy conocido en las
regiones del país distintas al Zulia y sus estados vecinos. Los dirigentes
partidistas se dedicarían a promover, también de cara a las primarias, a sus
propios pre-candidatos a gobernadores y alcaldes. Ello trajo consigo un nuevo
problema: el vuelco del activismo más visible de AD y Copei hacia sus propios
candidatos regionales y locales ha producido un abandono del aspirante a su
propia suerte y a la ayuda de sus colaboradores más cercanos. Siempre como
observador distante, nos luce un poco solitario este Pablo Pérez recorriendo el
país y tratando de acortar una desventaja que luce a veces congelada y otras en
franca expansión.
Si
examinamos las páginas Web de AD, Copei y hasta de UNT, encontraremos que la
campaña de Pablo Pérez no posee espacios protagónicos en la misma. Casi todas
están dedicadas a sus temas partidistas, a decisiones de la MUD y a promover
sus propios candidatos locales; Pérez es un issue más, cuando no es inexistente.
En la página Web de AD, sección noticias, de fecha 24 de enero de 2012, la
primera mención de la campaña presidencial se hace en la página 3 (la noticia
24°, del 16 de diciembre), referida al nombramiento del comando de
profesionales y técnicos de AD con Pablo Pérez, en el estado Vargas; un
caliche, pues. Luego salta a la página 5, del 18 de noviembre, sobre el debate
de los precandidatos en la UCAB. El asunto es similar en la página de Copei y
así ocurre, aunque en menor medida, en la página de UNT, su propio partido,
donde Pérez es tratado como una noticia más junto a sus compañeros candidatos a
otras posiciones: Delsa Solórzano, William Ojeda, Olivares, Blyde, Stalin,
suelen encabezar el Home de dicha página con preferencia sobre el candidato.
Mientras tanto, Pablo Pérez recorre el interior del país junto a los
pre-candidatos a gobernadores y alcaldes de los partidos que lo apoyan;
retratándose con ellos, levantándoles las manos, etc. Si esta no es la imagen
de una pre-candidatura presidencial utilizada como portaaviones de las opciones
regionales y locales, dígase entonces lo que es.
En
realidad, es encomiable el papel que está haciendo Pablo en la soledad descrita
y ante la carencia de un claro fundamento estratégico. Frente a los nítidos
perfiles y líneas temáticas -acertadas o erradas- que han intentado para sus
aspirantes los comandos de Capriles, López, Machado y Arria, la campaña de
Pérez no muestra un definido rumbo estratégico, ni acciones que luzcan el
resultado de decisiones pensadas e investigadas. En principio trataron de
centrarse en la indiscutible obra de gobierno desplegada en el Zulia y en una
imagen campechana del líder. Esto último fue abortado por la difusión que dio
el gobierno de un video donde Pérez quedaba en posición poco elegante. Tuvieron
entonces que ir a un perfil más institucional, al cual por cierto responde muy
bien el pre-candidato, de quien hay que decir que posee auténticas condiciones
para la vocería política de masas y ha hecho un esfuerzo divulgativo digno de
elogio. Por lo pronto, nos parece mucho más formado y mejor vocero que Manuel
Rosales, a quien hace 6 años le entregamos sin más nuestras banderas
democráticas.
Nos
sorprende que el comando de campaña de Pérez no haya puesto sobre el tapete una
agenda claramente socialdemócrata, correspondiente con la filiación de los
partidos que lo integran; porque la agenda demócrata-cristiana posee un
contenido programático similar. La socialdemocracia y la DC poseen lenguajes y
temas bastante acordes con la necesidad de enfrentar a Chávez en su propio
terreno. Y referentes internacionales de éxito que podrían muy bien ser
mostrados en una campaña nacional como esta. Si bien es cierto que hoy en
Europa estos referentes se encuentran algo devaluados, también lo es que el
socialismo radical está absolutamente desprestigiado y Chávez lo manosea a
diario con no poco éxito.
Esta
omisión en el empleo de las propias herramientas conceptuales ha dado lugar a
un asordinamiento de la disyuntiva ideológica que subyace en esta contienda de
las primarias. Aunque ella no se ha manifestado con franqueza y su tímida
formulación ha sido expuesta en términos muy gruesos, únicamente María Corina
Machado la ha venido expresando con creciente claridad. Es un hecho que también
Capriles Radonsky y Leopoldo López muestran una faz liberal-modernizadora en lo
político y socio-económico. Arria y Medina, desde polos ideológicos opuestos,
han decidido ignorar tal aspecto y coincidir en una agenda puramente
político-institucional.
Al
sugerir que la campaña de Pérez ha debido explotar su perfil socialdemócrata no
estamos proponiendo que los pre-candidatos introduzcan en el debate
consideraciones sobre los espacios políticos tradicionales: izquierda, derecha,
centro… Algo que fue sugerido por Teodoro Petkoff en entrevista con el
periodista y escritor Boris Muñoz, cuando declaró que Pablo Pérez es la mejor
opción para enfrentar a Chávez por su posición de centro izquierda, frente a la
centro derecha encarnada por los otros candidatos. Es un argumento respetable
–como todos los de Teodoro- aunque no lo compartimos. Lo que resulta
extravagante en un hombre tan lúcido es la conclusión, ante el mismo Muñoz, de
que “… si Pablo Pérez no es el candidato este país está jodido".
Con
el transcurso de la campaña ,Pablo Pérez ha crecido visiblemente como vocero,
tanto en el aspecto programático como en el lenguaje político. Si bien su
aparición en el primer encuentro entre los precandidatos pareció un poco
ensayada por los asesores, con frases y gestos prefabricados, en los siguientes
–y particularmente en el presentado en enero- lució aplomado, convincente y sincero.
Igualmente su registro en las giras regionales lo ha mostrado como un conocedor
de los problemas de cada estado, un mérito que sin duda comparte con sus
asesores partidistas.
En
las semanas recientes su discurso está enfatizando dos consignas: tarjeta única
y no reelección. Se trata de una línea estratégica pertinente, porque ambas son
aspiraciones antiguas del pueblo opositor: la no reelección ha sido un
sostenido argumento contra la obsesión continuista de Chávez y la tarjeta única
un reclamo de las bases antichavistas, en busca de una identidad más nítida que
libere al sector democrático de la mala imagen conservada por los partidos. Sin
embargo, pensamos que a estas alturas dichos temas poseen escasa relevancia
para la mayoría de los electores; y además, detrás de ellas se percibe muy
claro el interés de los partidos que respaldan a Pérez, necesitados de
presionar a Capriles Radonsky y a Primera Justicia para que acepten ambas
condiciones.
Sería
muy grave para estos partidos que, ante el probable triunfo de Capriles el
12-F, este sea presentado para Octubre con tarjetas separadas de cada partido.
Ello conduciría a una elevadísima votación para Primero Justicia, con lo cual
se despegaría definitivamente en el voto nacional y en su tamaño como partido.
En cuanto a la reelección, la perspectiva del triunfo de Capriles en febrero y
octubre los lleva a intentar cerrar toda posibilidad de su continuidad por un
nuevo período, puesto que ello alejaría las oportunidades de todos los que
están prevenidos con miras a 2018 (o antes, si se lograre reducir el período
constitucional). Ciertamente, los dos temas son de importancia central para el
sector democrático. Pero existen argumentos también serios en contra de la
tarjeta única y en favor de una sola reelección.
En
primer lugar, algunos argumentan que la tarjeta única era mucho más necesaria
para las elecciones parlamentarias, porque permitía ofrecer una identidad más
clara y sólida para las planchas unitarias. Pero a ello se opusieron los mismos
partidos que hoy la exigen en la vocería de Pablo Pérez, porque en aquel
momento les convenía contarse y demostrar su mayor fortaleza frente al resto de
los partidos. Ahora que el candidato puede ser de un partido distinto, la
tarjeta única llevaría a que todos los gatos sean pardos, evitando que ello se
convierta en trampolín para el despegue del partido del candidato ganador.
Quienes respaldan tarjetas separadas de cada partido, más una tarjeta unitaria
de la MUD, argumentan que tal medida permitiría que el candidato opositor tenga
una presencia múltiple y variada en el tarjetón electoral, similar a la que
ofrecerá seguramente el candidato Chávez. No es poca cosa este argumento.
En
cuanto a la reelección, sus partidarios argumentan que todo presidente requiere
dos períodos –de 4 o 5 años- para ejecutar un programa de gobierno coherente.
Tal solución ha sido adoptada por casi todo el resto de Latinoamérica, sin
mayores problemas; y cuando en Colombia el presidente Uribe intentó alargar a
tres sus períodos, funcionó la institucionalidad para impedirlo. Es otro
argumento de peso, el cual merece al menos un debate más sosegado y menos
circunstancial que el promovido mediante consignas de campaña electoral. En
todo caso, la reiteración de estas dos propuestas como consignas de campaña
pudiera permitir, a los partidarios de una reelección y de tarjetas múltiples,
proclamar que las dos ideas ya fueron desechadas por los electores, en caso de
no resultar Pablo Pérez vencedor el 12-F.
Finalmente,
cabe comentar el comportamiento de Pablo Pérez y de su comando ante la alianza
anunciada por Leopoldo López y Capriles Radonsky. Mientras el comando ofreció
una lamentable rueda de prensa teñida de reconcomio y balbuceantes
explicaciones, el pre-candidato mostró madurez y tolerancia, al aceptar
democráticamente un hecho que ciertamente fortalece a su principal
contendiente, y mantuvo el curso normal de su campaña, basada en el incansable
recorrido por las diversas regiones del país.
No
podemos terminar este análisis sin reconocer que en Pablo Pérez la democracia y
la política venezolana ganaron en estos meses un importante baluarte, de cara a
la construcción del país que todos soñamos. Aunque no resulte triunfador en la
primarias, como luce previsible, su nombre quedará entre los factores a tomar
en cuenta para el futuro, en un abanico de probables posiciones donde puede ser
útil.
Por
lo pronto, proponemos a la ciudadanía movilizada -la que ejerce sus derechos de
opinión por los más distintos medios y redes- que insistamos ante la MUD y el
partido Un Nuevo Tiempo, en el sentido de corregir la injusticia cometida
contra Pablo Pérez en ocasión de ser inscritas las pre-candidaturas a
presidente, gobernadores y alcaldes. Aquella que -mediante un reglamento muy
discutible, sin primarias y con escasa explicación- designó candidatos a la
gobernación del Zulia a la señora Eveling de Rosales y a la alcaldía de
Maracaibo al ingeniero Enrique Márquez. De no resultar electo candidato único
el 12-F, lo correcto es que Pablo Pérez sea el candidato a la gobernación del
Zulia y la señora Rosales a la alcaldía. Vemos con satisfacción que el tema
está presente en la opinión zuliana, pero no está demás apoyarlo desde ya,
porque sabemos cómo se suelen cocer las habas en nuestra política.
Análisis
de otros candidatos realizados:
DIEGO
ARRIA
http://informe21.com/content/los-an%C3%A1lisis-de-thaelman-urgelles-los-...
MARIA
CORINA MACHADO
http://informe21.com/content/mar%C3%ADa-corina-machado-en-los-an%C3%A1li...
PABLO
MEDINA http://informe21.com/content/los-an%C3%A1lisis-de-thaelman-urgelles-los-...
Próximo
análisis: HENRIQUE CAPRILES RADONSKY
@turgelles
turgelles@gmail.comEL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA