La alternativa planteada es una sociedad en la que prevalezcan los intereses colectivos sin que desaparezca el individuo y su visión del mundo, que democratice el Estado, el conocimiento y la ciencia en función de la justicia, el desarrollo y el progreso.
Nadie podría imaginarse que en
pleno siglo XXI el culto a la personalidad todavía estuviera presente en
diversos rincones del mundo. Éste sigue siendo un mal, así como el odio, la
violencia y las guerras. Cabe preguntarnos ¿Será que en la humanidad predomina
el pensamiento irracional sobre la razón y la ciencia? pareciera que sí, a
pesar que la razón y el desarrollo científico tecnológico han estado al
servicio de todos y las conductas irracionales han sido causantes de guerras,
de muerte y destrucción.
El culto a la personalidad no es
un invento, él existe y se ha transmitido como un hecho cultural de generación
en generación, se incuba principalmente en quienes no han tenido acceso al
conocimiento y a la educación, es altamente aprovechado por líderes de toda
índole y sobre todo los que manipulan con el pensamiento político e ideológico.
En algunos países como el nuestro, también se ha promovido a través de la
divulgación de una historia cargada de lo mítico y de una sobrevaloración
extrema de los héroes patrios. En la Italia de los años XX del siglo pasado el
dictador Benito Mussolini conquistó la voluntad popular a través de la
identificación de un “nosotros” herederos de las glorias pasadas del Imperio
Romano; en nuestro caso se combina el uso hábil del efectismo mediático y
propagandístico con un diseño educativo que exalta al máximo la figura de
Bolívar, para crear una suerte de cordón umbilical entre Bolívar como héroe
patrio y la figura de Chávez, buscando penetrar en el subconsciente de los
niños para incrementar el fanatismo hacia el caudillo. Está conducta política
le ha causado mucho daño a los pueblos del mundo, quienes son los verdaderos
hacedores de historia, porque han exacerbado los odios, han causado división,
violencia y en casos como la Alemania Nazi Fascista se profesó el culto a la
muerte, se asumía un mundo donde sólo tenían cabida los partidarios del
régimen.
El culto a la persona, que se
expresa en la adoración excesiva de un caudillo vivo y carismático, vinculando
la dimensión religiosa con la política, por tratarse en la mayoría de los casos
de jefes de Estado. En la Roma (46 a. C.) se desarrolló el culto al César, en
el siglo XX entre otros, a Stalin (URSS), a Mao Tse-tung en la China, Mussolini
en Italia, a Adolf Hitler en Alemania, Saddam Husein en Irak, Juan Domingo
Perón en Argentina, Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, Fidel
Castro en Cuba y hoy a Hugo Chávez en nuestro país. En las dictaduras el culto
al dictador subyuga a la cultura democrática aún cuando esta luego se
sobreponga. Todo esto al margen del supuesto pensamiento ideológico que se
pregona, por cuanto en dichos regímenes se hace gala de mucha verborrea, pero
su práctica se circunscribe a la promoción de la figura del caudillo quien se
aprovecha del poder para promover una religión que gira alrededor de su
omnipresente imagen mesiánica.
En los últimos tiempos el proceso
de exaltación de la persona se ha dado a través de una combinación perfecta
entre el uso y abuso de poder con los medios de comunicación de masas, porque
es más fácil llegar a la gente con la emoción que con la reflexión; lo
racional, en publicidad se evade y se recurre todo tiempo a lo emocional
instintivo; el pueblo es susceptible a los encantos mesiánicos, a la mentira
compulsiva, a la hipocresía carismática y a la demagogia. Los medios crearon
los súper héroes, los Supermán, los Rambo, entre tantos otros, restándole
méritos a la lucha de los pueblos por la libertad, hoy exaltan la persona como
noticia, hacen hincapié en el protagonista de la noticia, en el que genera más
Rating y por supuesto toda política del medio, sea por intereses económicos o
por pura sobrevivencia, estará influenciada de una u otra forma por quien
maneja el poder. Así mismo, a raíz de la crisis de los partidos políticos y de
las instituciones se produjo un deslave de lo colectivo, lo cual fue generando
un incremento progresivo del personalismo.
La alternativa planteada es una
sociedad en la que prevalezcan los intereses colectivos sin que desaparezca el
individuo y su visión del mundo, que democratice el Estado, el conocimiento y
la ciencia en función de la justicia, el desarrollo y el progreso.
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