Pese al reiterado empeño de algunos chavistas,
entre ellos el propio Chávez, en asegurar que no habrá elecciones
primarias, y que el candidato unitario de la oposición –calificado de
antemano de “majunche”– se escogerá finalmente por consenso –mediante,
además, la imposición del imperio–, el proceso electoral del 12 de
febrero ha seguido su curso con plena normalidad. Incluso el propio chavismo se
ha encargado de hacerle propaganda gratuita, ocupándose de él mucho más de lo
que se supone debería ser, si se tratase, como dicen, de algo sin importancia y
predestinado al fracaso.
Sigo creyendo, como lo señalé tiempo atrás en uno de estos artículos, que
seis son demasiados precandidatos, y que estos no debieron pasar de dos o
tres, a fin de que el ganador fuese electo por el mayor número de votos
posible. Pero se impusieron los factores determinantes de que fuesen más,
incluidos intereses partidistas y ambiciones personales, entre otros.
A estas alturas, en lo que hay que insistir es en la necesidad de mantener
la unidad, más allá del 12 de febrero. Se sabe que existe el compromiso
de los seis aspirantes de apoyar todos al que resulte ganador, y en
expresar ese apoyo en trabajo intenso en la campaña electoral para el 7 de
octubre. El conocimiento que se tiene de cada uno de los precandidatos
avala la confianza en que será así, y en que esa unidad electoral se
mantendrá aun después de las elecciones, pues el nuevo gobierno que se
espera iniciará sus funciones en enero de 2013 requerirá de ella, y aun más
allá, hasta que se consolide y normalice el régimen democrático en nuestro
país. Incluso en el supuesto de que en noviembre Chávez triunfe de nuevo
y sea reelecto para otro período, la unidad de la oposición seguirá siendo
necesaria, hasta el definitivo despertar de la pesadilla chavista.
Afortunadamente los seis precandidatos son excelentes, cada uno con las
diferencias naturales frente a los otros, por supuesto. Ninguno es perfecto,
desde luego. Y es inevitable que muchos votantes no vean triunfar el suyo. Se
trata de un experimento nuevo, cónsono con la situación absolutamente anormal,
desde el punto de vista político, en la que se realizarán estas
elecciones. De modo que quienes no vean triunfar a su candidato no deberán
sentirse derrotados, sino dispuestos sin reservas a votar en las elecciones
presidenciales por el que resulte escogido en las primarias, no sólo aunque no
haya sido el suyo, sino incluso aunque no le guste.
Hoy, más que nunca, es posible confiar en la madurez del pueblo venezolano.
grealemar@cantv.net