Utopía esta que nos quiere vender la casi totalidad de candidatos a presidente en las primarias demócratas, deseo muy acorde con la fecha navideña, pésima postura si de restaurar la Constitución se trata.
Lo anterior sólo tendría cabida si el socialismo fuere ideología que tuviere a la pluralidad doctrinaria como valor. Por el contrario, el socialismo, en puridad no concibe la entrega pacífica del poder, pues su trajinar se fundamenta en obtenerlo hasta alcanzar la sociedad comunista, su fin último. Recordemos el accionar del régimen socialista venezolano durante la masacre del 11 de abril en 2002.
Lo anterior, más que elucubraciones filosóficas navideñas, son la simple reiteración de acontecimientos vividos en Venezuela luego de 13 años en tiranía, y desdeñar la capacidad de resistencia socialista para desprenderse del poder constituye cuando menos un grave error.
Peor aún cuando sumamos a lo anterior la irracional negativa de la MUD para exponer con claridad meridiana la inviabilidad del actual poder electoral. Pretender que limitadas victorias demócratas (alcaldías, gobernaciones, diputaciones, referendo por la reforma constitucional) configuran evidencia suficiente como para asumir sin más la capacidad demócrata para ganar y "cobrar" frente al teniente coronel Hugo Chávez, sólo denota voluntarismo.
Si no fuere porque la precitada teoría demostró ya su costosa ineficiencia a saber: Paro Cívico Nacional, R.R., Presidenciales 2.006, entre otros; cuando el temor a la confrontación ideológica superó a los imperativos de la razón política, pudiéramos pasar por alto escandalosas alarmas que prefiguran el nuevo desastre.
Es el caso, que salvo una reservada intención de sostener el vigente proceso de esclavitud socialista in crescendo, que haría posible el mantenernos con vida, pero sin libertad ni dignidad según el eficiente modelo castrista y sus 53 años de éxitos, la MUD y sus candidatos (excepción hecha de Diego Arria) no debe continuar su política displicente en relación al socialismo en gobierno.
Ni un solo aspecto de las políticas públicas socialistas, resulta capaz de soportar el riguroso examen del modelo demócrata sin resultar superado por éste con creces. Incluyendo a las publicitadas "misiones", un régimen democrático de libertades prevalece siempre por sobre cualquier tratativa socialista, pues no por casualidad todos los países hoy signados por la prosperidad llevan el adjetivo demócrata como emblema de su éxito.
Entonces, continuar tolerando la utopía socialista por el sólo interés de evitar la confrontación ideológica, deviene sólo en la perpetuación de tiranías con el saldo negativo ya conocido: inseguridad, prisión política, inflación, desabastecimiento, desempleo y miedo.
Mejor nos viene contrastar de una vez por todas la inviabilidad socialista en todas y cada una de sus facetas como elemento fundamental para la victoria demócrata en la más importante batalla política "La batalla de las ideas". Sólo después podríamos esperar una rendición incruenta.
ORA y LABORA.
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