La fiesta de la Natividad del Señor siempre
obliga a profundas reflexiones personales, familiares, laborales y con relación
a este país en el que nos ha tocado vivir. Son variadas y trascendentes. Todas
ellas tocan a mucha gente al mismo tiempo, no necesariamente para bien. Todos
quisiéramos vivir en paz, armonía, progreso, seguridad, confianza en un futuro
mejor y la certeza de que con nuestro esfuerzo podríamos alcanzar las metas
anheladas. Lamentablemente no es así. Todo lo contrario.
La responsabilidad fundamental de los males
de la República está en el pésimo Presidente que tenemos. Ignorante
enciclopédico, pedante sobrevaluado por sí mismo, incompetente y malversador de
los peores. No se si más bruto que inteligente, pero temerario, audaz, experto
en el arte del disimulo y la mentira. Dejó de ser confiable para familiares,
amigos, colaboradores cercanos y hasta para la oficialidad decente del mundo
militar. Él no puede confiar en nadie porque sabe que ya muy pocos confían en
él. Para colmo, gravemente enfermo aunque el desenlace pueda durar algún
tiempo. Dejó de ser instrumento para resolver problemas para convertirse en el
problema mayor que la nación tiene que resolver. Una verdadera tragedia para
cualquier país del mundo. Catorce años de mandato no han sido suficientes para
destruir totalmente lo existente. Aspira gobernar hasta el infinito como los
peores dictadores del planeta. Ladrones, asesinos, agentes de las peores causas
para retener el poder. Hugo Chávez debería renunciar al cargo. Veinte años son
insoportables. Si le quedara un mínimo de decencia lo haría, pero no lo hará.
Tenemos que sacarlo, incluso antes de que la mano de Dios actúe y pueda rendir
cuenta, en la tierra, de todo el mal que ha hecho.
Por supuesto que nos alegran las contadas
medidas “humanitarias” a favor de algunos presos políticos para que, al tratar
y curar sus enfermedades, regresen a los calabozos de la infamia donde han
estado cerca de una década, la mayoría de ellos. Mientras tanto no pueden
circular libremente, ni opinar, ni declarar sobre sus casos. Nosotros exigimos
la libertad plena y total de todos. Enfermos y sanos. Por la vía del indulto,
de la amnistía o por cualquier camino. Queremos justicia para todos. La
situación es grave en los centros de reclusión. Me refiero a muchos a quienes
les han inventado delitos penales para criminalizar la disidencia o para
ocultar y desviar responsabilidades del alto gobierno en casos monstruosos como
los del 11 de abril de 2002 o el asesinato de Danilo Anderson que mantiene en
prisión a los comisarios Guevara, para sólo mencionar algunos casos.
Las fronteras tienen que abrirse para que
regresen quienes han tenido que irse. Exilados, asilados, acosados,
decepcionados por falta de seguridad o por cualquier causa. Que estar dentro o
fuera sea una decisión personal, respetada por este estado-gobierno empeñado en
dividir y destruir a la nación. Son mis deseos al terminar este año y frente a
2012.
lunes, 26 de diciembre de 2012
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