Más candor, menos guabineo
Un periodista le preguntó a Henrique Capriles durante la presencia de los pre-candidatos en Venevisión si él estaba o no de acuerdo con la acusación hecha por Diego Arria contra Hugo Chávez ante la Corte Penal Internacional de La Haya. La respuesta de Capriles fue:
“Lo que le quiero decir: no es tarea de un presidente de la República juzgar a nadie. Nosotros no vamos a tener un Jefe de Estado que tome decisiones que le corresponden al Poder Judicial. No me corresponde a mí juzgar a nadie (…) mi respuesta es dedicar el tiempo a resolver los problemas de nuestro pueblo”.
Esta fue una respuesta equívoca, insatisfactoria. Ciertamente era una pregunta difícil para Capriles porque quien había hecho la denuncia ante el tribunal internacional era otro de los pre-candidatos. De manera que él pensó que mostrarse de acuerdo con lo preguntado le haría perder puntos ante la audiencia. Esa es una actitud equivocada, característica de los mitos y prejuicios alimentados por tantos años por los políticos tradicionales venezolanos. Estos prejuicios y mitos han sido causa de mucho de nuestro atraso. Uno de ellos es que no se debe reconocer nada bueno al adversario, que no se debe rectificar (la enfermedad de J.V. Rangel), que la imágen que debe proyectarse es una de machismo a como de lugar (Síndrome de Cipriano), más que una de gente civilizada.
Lo que le salió a Henrique entonces fue una respuesta que no encajaba en la pregunta. Porque nadie le preguntó si él juzgaría a Chávez cuando fuera presidente. Lo que se le preguntó fue si él estaba de acuerdo en que se llevara a Chávez al tribunal de La Haya, como ya fue llevado. Escurrir el bulto, en mi opinión, le hizo perder más terreno que si hubiera dicho, con sencillez y sinceridad, que estaba de acuerdo en denunciar los crímenes del déspota (quien, entre otras barrabasadas, lo puso a él en la cárcel). Repito: nadie le preguntó a él si estaba de acuerdo en juzgar a Chávez como presidente.
Arria, por cierto, no lo está juzgando y ha dicho claramente que no lo está juzgando. Lo está acusando. Simplemente llevó un documento a La Haya para que los jueces del tribunal internacional decidieran lo conducente. Arria no es el presidente ni ha tratado de ser el juez de Chávez. Arria es un ciudadano que se siente obligado a presentar una acusación contra un criminal.
Y Capriles también es un ciudadano y debió responder como tal, no como “presidente”.
Hay un valor humano que nuestros políticos, viejos y jóvenes, se niegan tercamente a cultivar. Es el candor. Nuestros políticos perseveran en el disimulo, en el guabineo, bajo la equivocada premisa de que eso es lo que le da dividendos. Y ello puede ser cierto, en algunas ocasiones y a corto plazo pero no lo es en la mayoría de los casos y ciertamente no en el más largo plazo. En la política el corto plazo es una batalla pero el largo plazo es la guerra. Ganar la batalla para perder la guerra parecería mucho menos inteligente que “perder” la batalla para ganar la guerra. Y pongo “perder” entre comillas porque creo que con el candor por delante no se pierde realmente. Cuando MacNamara pidió perdón al público de los Estados Unidos por su actuación como Secretario de Defensa durante la guerra de Vietnam dijo: “mi error fue no ser más candoroso en mi relación con el país”.
Henrique: has debido decir que sí estabas de acuerdo con que Chávez comparezca ante el tribunal internacional, en lugar de refugiarte en un tecnicismo extemporáneo. Creo que en tu fuero íntimo hubieras deseado decir que sí.
Sigue tu corazón, aférrate a los principios y tendrás mayor aceptación entre los electores que ejerciendo el guabineo. Sigue el consejo de Jack Welch: “vete al corazón del problema sin cuidarte mucho del que dirán”.
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