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lunes, 21 de noviembre de 2011

MANUEL MALAVER: EL DEBATE

No solo fue que el debate entre los candidatos opositores a las primarias que buscan un ganador unitario que represente a más de la mitad del país en las elecciones presidenciales del próximo 7 de octubre, barrió con el rating del horario “prime time” del lunes pasado, sino que, encabezó la agenda política del oficialismo y la oposición en los días siguientes.
O sea que, hasta la noche del viernes, o la mañana del sábado, podían oírse en casas, lugares de trabajos, buses, universidades, busetas, calles, metros, y plazas públicas discusiones sobre quién había ganado y las tendencias hacía dónde se inclinarán las preferencias de las próximas semanas o meses dada la eficacia de este o aquel participante.
Feed-back que revela que, basta que la oposición democrática ponga sobre el tablero propuestas creativas, originales y de enorme potencial centrifugador, para que el país en conjunto se mantenga atento a su evolución y resultados.
Las primarias se establecieron, a este respecto, en un marco conceptual paradigmático, pues, no solo no se esperarían en una situación política polarizada donde los riesgos de división y escisión siempre están presentes, sino que, viniendo de la otra parte, de los “no democráticos” la orden de que el candidato es único y ya está decidido, entonces el riesgo de ir a las presidenciales con varios candidatos frente a un unificador, le arruga el alma hasta a los más optimistas.
Pero no fueron obstáculos que detuvieron a la oposición en su decisión de poner a prueba una vez más su formación y talante democráticos, en demostrar frente al país que es la alternativa real a un régimen que en 13 años no pudo salir del túnel del autoritarismo, el militarismo y el mesianismo y por ningún motivo quiere entender que el mundo ya no admite, ni a generales fuera de sus cuarteles, ni a fundamentalistas fuera de sus lugares de culto, idolatría y oración, ni a superhéroes ni semidioses en otra realidad que no sea la de las películas de ficción, juegos de computadoras y comics.
Cuarteles, iglesias, mezquitas, pagodas, sinagogas, púlpitos altares, o fábricas de imágenes e historietas, cuyo funcionamiento debe estar normado por disciplinas dictadas, unas veces por las tradiciones de la profesión, otras por verdades reveladas sustentadas en la fe, y otras por el sentido común de la economía y el comercio, pero jamás en actividades políticas que, en cuanto tales, no pueden estar alimentadas sino por las diferencias, los disensos y lo entrópico, que jamás llegan a ser uniformes, si bien deben realizarse en la diversidad.
El debate entre los candidatos de los partidos opositores a las primarias a celebrarse el 12 de febrero próximo fue una excelente demostración de ello, pues no solo lucieron diferentes en cuanto a ideas, proyectos y empaques, sino que se encontraron en el ideal de que Venezuela debe salir del túnel por donde la conduce después de 13 años el último autócrata amasado y horneado en un cuartel del continente.
Una figura goyesca e impresentable por lo demás, fuera del vehículo y del paisaje, encaramado quien sabe si en el capot, el techo o la maleta para llamar la atención, o como uno de esos espantapájaros que de vez en cuando asustan en los recodos de los caminos, más bien concebido para viajar en aquella “Máquina del Tiempo” que concibió H.G. Wells, y que bien pudo dejarlo estacionado para siempre en la Rusia de “todo el poder para los soviets”, o en la China de la Revolución Cultural Proletaria.
Pero está ahí, y con antecedentes no tan lejanos, puesto que se le pueden conseguir réplicas (o más bien modelos) en la Cuba de los hermanos Castro, el Irán de Ahmadinejad, la Bielorrusia de Lukashenko, la Siria del Bashar al Asad, el Zimbawue de Robert Mugabe y la Corea de Kim Jong-ill.
Estaba ahí la noche del debate, minutos antes de que comenzara, en sus habituales cadenas de radio y televisión y seguro que con la detestable astucia de boicotearlo con aquello de que “yo estuve primero”, pero más bien para visualizarle a los venezolanos la idea de lo que significaría dejar al país en manos de un presidente desgastado, enfermo, repetitivo y mellado por los años, en vez de entregárselo a algunos de aquellos pretendientes jóvenes en su mayoría, exitosos en sus gestiones públicas y con ideas frescas, actualizadas y en sentido inverso a las que expresaba el retrorrevolucionario Chávez.
Voy a referirme a una sola: la promesa de todos los candidatos opositores de que no se postularán para otro mandato y concluirían sus períodos al fin de los 6 años que pauta la Constitución.
Chávez, por su lado, andaba repitiendo minutos antes de que será el ÚNICO presidente de los venezolanos hasta el 2021, o quizá hasta el 2031, o el 2040.
O sea, que este reyezuelo decimonónico que ya se ha engullido 13 años de nuestro historia, aspira a continuar su hartazgo y festín, con absoluto desprecio por las nuevas generaciones de venezolanos que tienen que ser necesariamente más aptas, dotadas y capaces que él y los candidatos que estuvieron en el debate de la oposición, pero a las que el teniente coronel quiere cerrarles todas las vías de realización y superación, pues él, y solo él, y por la sola razón de la fuerza y los cañones, decidió tiranizar a Venezuela hasta que la biología se lo permita y pueda, por derecho dinástico, legársela a sus herederos.
En definitiva, que las cartas están echadas frente al país y los electores: una Venezuela para carcamanes que creen que la solución de los problemas tiene algo que ver con caudillos, montoneras y altares para adorar al héroe redentor; y otra, cuya preocupación básica es recuperar los 13 años perdidos e insertarse en un mundo global donde la democracia, la sociedad del conocimiento, la revolución tecnológica y la economía competitiva y de mercado sean las vías fundamentales para adentrarnos en el siglo XXI.
Los ejemplos de China e India en Asia, de África del Sur en África, de los países excomunistas de Europa del Este en Europa, y de Chile, Brasil, Uruguay, Perú y Colombia en América Latina son pruebas contundentes de hacia qué punto titilan las luces que señalan el camino de la libertad, la democracia, la igualdad y la prosperidad.
Por último, quiero agradecerles a la MUD, a la UCAB, a sus profesores y estudiantes, pero sobre todo, a los candidatos a las primarias: María Corina Machado, Pablo Pérez, Diego Arria, Enrique Capriles Radondski y a Leopoldo López, por la demostración que dieron al pueblo de Venezuela de que “hay otro país” y será el ganador en la inmensidad del presente y del porvenir.

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