“Recordar que uno va a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que hay algo por perder. Ya se está indefenso”. Steve Jobs (1955-2011) fundador de Microsoft, fallecido este año de cáncer.
El término globalizado “black out” se asocia literalmente con “pérdida de conocimiento”, cuando se bajan los breakes, se vuelan los tapones y todo se pone todo oscuro. En decoración una tela “black out” es aquella que aleja totalmente la claridad para sumir los ambientes en la oscuridad de la noche aun a pleno día. Pues esto es lo que vive Venezuela, un “black out” informativo que intenta eliminar los puntos reales de referencia para que los ciudadanos no tengan una visión clara de lo que sucede con un gobierno que quiere ocultar su fracaso.
En 12 años, el gobierno ha ido copando todos los espacios públicos y privados, arrinconando cada vez más el libre accionar de los venezolanos. De tener una televisora estatal y una radio nacional que transmitía en dos canales, ahora posee el 85% de los medios audiovisuales, algo jamás visto en un sistema que aparenta ser democrático. El gobierno se quedó con todas las emisoras tomadas por Fogade cuando el colapso de los bancos en la década de los 90, obviando la decisión inicial de sacarlas a subasta pública. Cualquiera que haya proclamado su adhesión al régimen y quiera montar una emisora dizque comunitaria o una televisora “regional” ha logrado no sólo permisos sino financiamiento y equipamiento con dineros públicos. Los llamados comités de usuarios y los directorios de “responsabilidad social” son los cancerberos de los medios independientes, pero hasta el momento no cursa una sola denuncia ante Conatel contra emisoras que difaman a opositores, que incitan a la lucha armada, al exterminio de los “enemigos”.
La cloaca que se abre en las noches en la planta de televisión que es propiedad de nosotros los venezolanos, no tiene un solo procedimiento en su contra, pese a la grosería, la vulgaridad y la ofensa llevada a terrenos delictivos que caracteriza a sus conductores, denunciados públicamente desde hace años. Muy al contrario, este programa es favorito del Primer Mandatario para comunicar sus omnímodas decisiones al país, compartiendo así tal escatológico escenario sin ningún asco.
El “black out” informativo comenzó con la reforma constitucional, que introdujo en el artículo referido a la libertad de expresión el calificativo “veraz”. Y las sucesivas legislaciones, providencias y reglamentos (que este gobierno pare por miles) dan a los funcionarios de turno, que se pelean por ser más chavistas que Chávez, la discrecionalidad para castigar a quienes no sean “veraces”, a su entendido parecer. Ahora cualquiera que diga, escriba o muestre alguna información u opinión que no guste, no convenga o irrite al gobierno, es acusado de no ser “veraz”, además de golpista, fascista, desestabilizador y tarifado del imperio.
El gobierno lo que no quiere es que se transmita a través de los medios su estrepitoso fracaso, su increíble ineptitud para resolver hasta los problemas más elementales como son recogerle a la gente la basura, mantenerle encendidos los bombillos o que les salga agua por el grifo.
Otro aspecto de este silencio informativo es que ningún medio no afecto al gobierno tiene acceso a las fuentes oficiales, es decir, no hay forma de penetrar la caja negra de las oficinas gubernamentales. Por eso los medios reseñan lo que está a la vista: la catastrófica consecuencia de la acción destructiva de una seudo revolución que se ha devorado el mayor presupuesto de Venezuela sin eructar y sin que los venezolanos disfruten de tanta riqueza. Un gobierno ciego ante su propia corrupción, violador como ninguno de la Constitución que no pudo reformar para adaptarla a los fines castrocomunistas, abusador para castigar a quienes se le resisten, también quiere que se guarde silencio ante esto.
El “black out” informativo tuvo un antes y un después con el cierre de Radio Caracas Televisión. Si podía cerrar al grande, ¿qué quedaba para los pequeños? Éste fue el comienzo de un dramático proceso de autocensura en los medios audiovisuales, amenazados constantemente con multas, cierres y sanciones. El gobierno no se molesta en cerrar programas. Cierra radios completas. Las saca del aire y como hizo con Rctv, les quita los equipos sin ninguna compensación. Así desarticuló al Circuito Nacional Belfort, así ha logrado que los grandes circuitos tomen medidas de prudencia y les pidan a sus anclas que “bajen dos” en su tono.
Los periodistas protestan internamente, pero ninguno quiere asumir la responsabilidad de que cierren el medio por su culpa (si es que la hay). Globovisión, el único canal de televisión que mantiene una línea de denuncia de la realidad del país, pudiera cerrar sus puertas, agobiado por las multas astronómicas que le imponen. El gobierno no cierra “Aló, Ciudadano”: sólo multa al canal. Con cada vez menos espacios para el análisis, la opinión y la denuncia, los medios de comunicación venezolanos han hecho innumerables denuncias en organismos internacionales. Se han dictado medidas de protección y amparo para periodistas y medios, pero como siempre, el régimen no hace caso sino a Fidel Castro, su única instancia superior.
Pero cuando el “black out” ha llegado a su máxima expresión es con el cáncer presidencial. No es el primer Presidente en ejercicio con un cuadro así. En Estados Unidos, a Reagan lo operaron de un pólipo canceroso en la nariz, a Bush en el colon y no lo ocultó. El Presidente de Paraguay, Fernando Lugo, es tratado desde hace más de un año de un cáncer linfático, mismo que sufrió la Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, cuando era candidata. El ex Presidente Lula acaba de ser diagnosticado de cáncer de laringe y sus médicos dijeron en rueda de prensa que era “agresivo” pero tratable porque fue detectado a tiempo. Médicos tratantes ofreciendo una declaración oficial de la salud de un Presidente es bloquear la murmuración y las especulaciones, es cumplir con la obligación de informar “verazmente” lo que sucede con la salud de quien gobierna un país.
Esto no ha sucedido y desde el mes de junio Venezuela es un hervidero que se manifiesta en su máxima expresión por las redes sociales, ya que debido al silencio oficial y a la autocensura, los medios de comunicación masivos están impedidos de llevar la real información sobre la salud presidencial. Las marejadas de rumores en twitter, internet y blackberry consumen valioso tiempo útil.
No es para menos: estamos entrando en un año electoral donde un señor que lleva 12 años y medio en la Presidencia quiere quedarse en la silla, dice él, hasta el 203… pero por su aspecto parece que eso es altamente improbable. ¿Cuánta irresponsabilidad hay en este ocultamiento de la verdadera condición del Presidente? Sin especular pudiéramos decir que no quieren decir la verdad porque eso pudiera afectar la expectativa de reelección del Presidente y la permanencia de su régimen en el gobierno. Incluso su estado físico ha sembrado dudas acerca de su estado mental. Escuchándolo desafiar a la opinión pública por defender los derechos humanos de El Chacal, la inquietud se incrementa, con serio impacto sobre la estabilidad política del futuro inmediato.
Tocando las puertas de 2012, la oposición cuenta con 5 precandidatos, demócratas, mayoritariamente jóvenes… y sanos. Cualquiera de ellos podrá recorrer al país con la energía de sus 40 y pocos años, tendrán una campaña cara a cara, ofrecerán futuro sin llevar lágrimas de nadie en sus bolsillos. A esto se enfrentará un desgastado Presidente, más preocupado por perpetuarse hasta la muerte en la silla que por resolver los inmensos problemas del país, algunos de ellos de su absoluta responsabilidad.
Queda un año para resolver esta tragedia. He dicho en muchos foros que a este paso, no habrá espacios de opinión ni medios independientes que sirvan de tribuna a los demócratas. Es el gran momento de las redes sociales, a los que el régimen no ha logrado controlar. Será una campaña interesante: un gobierno con una mordaza en la mano, un candidato enfermo y furioso, desarrollando una campaña a distancia y un país twitteando como loco persiguiendo el camino de su libertad.
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