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martes, 15 de noviembre de 2011

ANTONIO JOSÉ MONAGAS: ¿MÉDICOS PARA SANAR O PARA ENFERMAR? (PIDO LA PALABRA)

Con la excusa de que “la salud del pueblo venezolano es un derecho social fundamental”, este régimen de sectaria tendencia se vale para establecer lo que a su parecer revolucionario corresponde a una Venezuela condenada a derrumbarse de continuar al amparo de un socialismo que sólo convalida y reivindica el desastre nacional. No sólo en cuanto a moralidad y ética pública, sino también en toda su infraestructura.
La obstinación gubernamental por imponer sus criterios, ha enquistado realidades cuya funcionalidad es atrapada por la perversión que anima el carácter de decisiones ambiguas. Resulta absurdo que después de doce años de ejercicio político, estos gobernantes sigan viendo el desarrollo nacional desde una óptica que revierte esfuerzos de construcción convirtiéndolos en situaciones de subordinación. Se ha dado a la tarea de despreciar la inteligencia del venezolano y en contrapartida, exalta la inmoralidad mediante acciones disfrazadas de igualdad y legalidad.
Con la excusa de que “la salud del pueblo venezolano es un derecho social fundamental”, este régimen de sectaria tendencia se vale para establecer lo que a su parecer revolucionario corresponde a una Venezuela condenada a derrumbarse de continuar al amparo de un socialismo que sólo convalida y reivindica el desastre nacional. No sólo en cuanto a moralidad y ética pública, sino también en toda su infraestructura. 
Con el afán de enarbolar un nuevo paralelismo cubano, ha ordenado igualar la formación del médico egresado de reconocidas universidades nacionales, con el “médico” (integral comunitario) formado a la sombra de pretensiones ideológicas y de un facilismo patológico que sirve de trinchera a la mediocridad y a la impudicia. Sobre todo cuando estos gobernantes saben que, por sus amañados canales instituidos a fuerza de demagogia, no podrán superar el nivel de excelencia académica que caracteriza casas de estudios superiores cuya historia evidencia el nivel de exigencia que es propio de la carrera de medicina.
No hay punto de comparación posible entre la formación de un médico cirujano y de estos otros formados para atender un nivel básico en cuanto a prevención se refiere. Ni siquiera podría contrastarse con un paramédico cuya educación reclama novedosas consideraciones de atención hospitalaria en situaciones críticas y espacios confinados. Ni siquiera con una tradicional “comadrona”. Pero el régimen se empeñó en emular con marcada deficiencia lo que bien pudo traducirse como un proyecto de primer mundo. Sólo que la envidia determinó desde un primer momento, competir con la prestancia académica sin entender que una pelea así no podría casarse jamás si acaso el punto de partida es, escasamente, el vetusto ideal que sirve de cimiento a un proyecto político degradado por la historia y rematado por el desarrollo tecnológico, social y cultural de avanzada que barre cualquier indicio de rezago, morosidad o retroceso político.
Triste es reconocer  que tal propuesta va a arruinar consciencias y esperanzas de ilusos que han creído que el mundo se conquista sólo invocando la revolución bolivariana. La insensata orden de igualarlos en el ejercicio de la profesión con doctores en Ciencias Médicas y médicos cirujanos, (De la Reforma de la Ley del Ejercicio de la Medicina), no tiene otra motivación que la de neutralizar “la manipulación mediática impuesta por un sector del gremio médico no identificado con las políticas del gobierno bolivariano”. La Asamblea Nacional plantea que dicha reforma viene a contrarrestar “ideas reaccionarias y conductas mediocres en desmedro de la salud del pueblo”. La ridícula obsesión por edificar un sistema público nacional de salud sobre “el constructo de una verdadera democracia médica revolucionaria (…) con el apalancamiento de una filosofía socialista de salud”, llevará a derruir aún más la condición física y espiritual sobre la cual debe restituirse la democratización del sistema político venezolano. De lo contrario, queda en juego la salud del venezolano pues la discrecionalidad del régimen seguirá haciendo de las suyas en perjuicio del bienestar social. Entonces, con qué ha de contar el desarrollo del país, ¿con médicos para sanar o médicos para enfermar?
VENTANA DE PAPEL
GOBIERNO MAL HABLADO
Quien gobierna insultando, es porque no tiene idea de la educación política. Razón tenía Giovanni Boccacio cuando afirmaba que “meter mucho ruido a propósito de una ofensa recibida no disminuye el dolor, sino que acrecienta la vergüenza” Si se conoce lo que es diplomacia, relaciones de gobierno y ética pública, entonces ¿por qué el gobernante venezolano incurre –insistentemente– en utilizar la ofensa, la humillación, el cinismo y la coerción, como recursos de poder con la idea de sembrar miedo o de generar consternación? En ningún lado de su desarrollo, la Constitución de la República indica el insulto como principio de justicia o de igualdad. Menos como deber o derecho humano.
Es común escuchar maltratos de palabras al presidente de la República, y que bien imitan sus colaboradores y seguidores. Suele así expresarse contra quien manifiesta su oposición o juicio contrario. Desde insultos como: mentirosos, delincuentes, majunches, ladrones, hasta ofensas que menosprecian la familia, la moralidad, el civismo, la tolerancia y la pluralidad. Incluso, arremetiendo con términos escatológicos a través de cadenas de radio y televisión o en ruedas de prensa de forma descarada. ¿Quién dijo que así es cómo se gobierna?
MALOS EJEMPLOS
Desde que este gobierno, presuntamente bolivariano, y equivocadamente revolucionario, arrancó en Febrero de 1999, entró en acción una serie de yerros muchos de los cuales han sido repetidos por el resto del país.  Así, Venezuela se ha visto asediada y anegada de feas actitudes que han resultado en un comportamiento alejado de la norma. Fue entonces como el nuevo gobierno se propuso “refundar” la República con base en equívocos que han terminado por afectar no sólo la institucionalidad democrática, sino también el idioma. Un supuesto movimiento de mujeres, con la idea de adular al “comandante”, plantearon la inclusión del género femenino en todas las instancias. Se valieron de la excusa de erradicar valores tradicionalmente machistas en la sociedad para darle continuidad a mecanismos de igualdad y justicia social (¿?).
En consecuencia, desconocieron la Ley Lingüística de la Economía Expresiva y la sociedad nacional comenzó a hablar mal: trabajadores y trabajadoras, electores y electoras, soldados y soldadas, líderes y liderezas, periodistos y periodistas, estudiantes y estudiantas. En fin, se descarrió el buen castellano que exhorta la Real Academia Española cuando explica que el uso del género es para condiciones que exigen diferenciar ante una situación particular pues el género masculino abarca la generalidad. Pero ahora se escribe de esa otra forma. O sea, mal. Todo por seguir malos ejemplos.
MÉRIDA LANGUIDECE DE PENA
No podría decirse que hay vergüenza en las autoridades del gobierno regional pues ni siquiera cumplieron la oferta electoral con la que acariciaron el oído y el voto popular. Tal es la desfachatez, que el actual gobernador, Marcos Miguel Díaz Orellana, aspira a continuar en el máximo sitial del poder regional. Aunque lo prometido puede sonar a deuda, hay deudas que tienden a olvidarse. Otras, no. Sobre todo, cuando animan esperanzas que reflejan inminentes necesidades. Sin embargo, ambos se dañan así mismos: quien promete demasiado y quien espera mucho.
Los momentos electorales son proclives para escuchar promesas que exaltan realidades e incitan la imaginación. Tanto que muchos discursos politiqueros ponen al iluso a fantasiar pues creen todo cuanto escucha. Es propio del populismo. Y Mérida, no ha escapado de tan perversa situación. En verdad, languidece de pena ante tanta oferta de política barata. Avenidas, complejos habitacionales, modernización de servicios públicos, etc., y nada. Las mismas calles. Todo igual o peor. Así no puede avanzarse. Por eso que “cuando un gobierno dura mucho tiempo se descompone poco a poco y sin notarlo” (Montesquieu)
EN MEDIO DE UNA REBATIÑA
Así habrá de comportarse aquella parte de la población venezolana que busca alguna vivienda en alquiler, o que alquila una vivienda o una porción de ella para subsistir. Es decir, en medio de una rebatiña. Particularmente, por causa de la recién aprobada reforma de la Ley para la Regularización y Control de los Arrendamientos de Viviendas. Ahora, tanto inquilinos como propietarios advierten que la legislación será perjudicial y surgirá un mercado negro que “pulverizará” los arrendamientos. Con esta ley el gobierno fija el canon, ordena la venta de las viviendas en alquiler y además amplía las sanciones, que en gran medida recaen en los propietarios de los inmuebles.
Según la Asociación de Propietarios de Inmuebles Urbanos (APIUR), esta ley arrebata la propiedad privada a millones de venezolano. APIUR plantea una lista de efectos negativos como son: excesivos controles, procedimientos interminables, legalización del mercado negro de traspasos, menos construcción de viviendas, alquileres irrisorios, precios ínfimos y defensa pública sólo para inquilinos. Entonces, ¿quién puede contra tanta torpeza gubernamental?
antoniomonagas@gmail.com

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