La muerte de Muammar Gadafi dará de que hablar por mucho tiempo por las razones que tuvieron los rebeldes para terminar con su vida una vez capturado, por su forma de gobernar y por la ostentosa vida que llevó durante su largo mandato. Los internacionalistas, todos reconocen que en ese país lo menos que existía era diplomacia, interna y externa. Fue un gobierno que se fue transformando a lo largo de 42 años en una barbarie con odios y divisiones. Nada que ver con las políticas de conciliación.
Libia fue gobernada por un hombre que se convirtió en el eje de todos los poderes, por lo que no existía más nada que lo que Muammar decidía y le convenía, pisoteando a un mayoritario sector de la población con las más crueles torturas y matando a gente que no comulgaba con sus ideales o sus objetivos. Fue enterrado en el desierto libio porque no se le considera musulmán y por lo tanto no se aplicaron las normas islámicas del entierro.
Evidentemente que Muammar Gadafi tuvo sus aliados y simpatizantes que hoy día deben estar reflexionando; por una parte que la vida es sagrada y no se debe recurrir al asesinato para acabar con las amenazas de existencia para una población, pero por otro lado, se observa como un pueblo que se engendró con odio desde que Gadafi comenzó a gobernar termino aplicando la misma medicina al creador de tantas injusticias y falta de humanidad. Son incontables los muertos que hubo durante el mandato de Gadafi. Toma fuerza y relevancia la sentencia bíblica: “Con la vara que mides serás medido”.
La depuración que Libia deberá hacer hoy día es la depuración espiritual que será difícil, puesto que lo sembrado fue odio extendido que no es fácil acabar, pero tampoco imposible. Existen muchas fuerzas antagónicas en Libia y no es tarea de un mandato internacional, sino de una nueva prueba de reconciliación para comenzar a regir con nuevos y mejores propósitos el destino de esa nación. Ya van varios mandatarios que han sido llevados a rendir cuenta por sus actos, ninguno quedará fuera de la ley.
Lo de Libia es un ejemplo para todas las naciones del mundo cuando se pretende “sincronizar” el poder en una sola persona. Gadafi no tuvo compasión sino consigo mismo y mal podría calificársele de “mártir” cuando se abalanzó contra su propio pueblo. En estos momentos hasta el mismo Simón Bolívar, el prócer de nuestra independencia, levantaría su voz no para reclamar la espada que le otorgaron a Gadafi aquí en Venezuela, sino para que la desterraran de la historia de ese país.
Cuando los eventos que suceden en la vida se observan con cabeza de hielo y pies de plomo, los sucesos toman otras dimensiones que son muy positivas para lograr el entendimiento racional y no el emocional.
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