Nuestra teoría no es un dogma sino una guía para la acción
A medida que se aproximan los episodios electorales la acción política tiende a hacerse cada vez más pragmática. El pragmatismo postula que la verdad de una proposición se determina por sus carencias prácticas, en contraposición del idealista que prefiere sacrificar resultados prácticos para defender un principio ético fundamental a la ideología que profesa.
Los tiempos presentes han llevado a colocar en esferas diferentes a la ética y a la política. De allí que muchas personas consideran que el político, para ser exitoso, debe subordinar la moral a los fines prácticos que le conviene. La tentación de los resultados lleva a los pragmáticos a preferir su conveniencia a los valores éticos que alguna vez alegó profesar.
Cuando la moral pasa a segundo plano, quienes dirigen terminan siendo dirigidos por el fin que personalmente persiguen. En ese momento el pragmático pierde el dominio de sí mismo y termina siendo dirigido por el fin que persigue y se convierte en prisionero de sus intereses personales. Su vida toma un rumbo zigzagueante y confuso porque unas veces actúa en una dirección contraria a la que había anunciado previamente.
Cuando esto sucede, la política pierde toda su belleza y su justificación social, convirtiéndose en una actividad degradante y deshumanizada. Se produce entonces una metamorfosis y el político, convocado a la acción social por el camino de sus ideales, se convierte en un “animal político” capaz de hacer cualquier cosa, hasta suicidarse moralmente, con tal de ver realizados sus proyectos personales.
Con frecuencia la vida nacional se ha impregnado de influencias económicas y politicistas. El economicismo postula que las grandes transformaciones históricas tienen su base en la técnica económica. De otro lado, el politicismo no es otra cosa que el resultado de la corrupción de la política. Jacques Maritain entendía que el politicismo consiste “no sólo en considerar la conquista de los poderes públicos por un partido o conquista del poder político por una clase como lo esencial de una transformación sustancial del régimen de civilización, sino en considerar lo político como puramente técnico, es decir, una actividad inmoral en sí misma.
Para muchas personas los intereses tienen prioridad sobre los ideales, lo que ayer fue defendido pasará a ser atacado y aquello que se atacó será defendido, pero los que actúan conforme a sus principios hacen moralmente lo que deben hacer, suceda lo que suceda.
Tarde o temprano la nación se dirigirá hacia la conquista definitiva de los niveles éticos, de manera que a los dirigentes se les valorizarán no sólo por los resultados, sino también y fundamentalmente por la forma como los obtuvieron.
Contrario a lo que parece, sólo sobrevivirán en el respeto del pueblo los dirigentes que actúen conforme a los dictados de la Ética.
Tomado de El Periodiquito. Domingo 2 de octubre de 2011. Página 16.
Transcripción: Héctor Sánchez
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