Los cimientos sobre los cuales se edificaría la nación más poderosa del mundo, los EU, se construyeron sobre las ideas libertarias emanadas los debates entre Jefferson, Hamilton y John Adams al estar elaborando la Declaración de Independencia y la Constitución del país emergente. La sabiduría que estos hombres portaban es algo que en algunas ocasiones me hace pensar eran seres iluminados o, como aseguraba Einstein; “Conectados a una conciencia universal en donde se encuentran todas las respuestas.”
Los objetivos de los documentos que daban vida el nuevo país, eran, en primer lugar, depositar el poder en la sociedad civil y no en el gobierno, pero además, establecían un sistema novedoso que los americanos hoy día conocen como “checos and balances.” Es decir, un sistema que podríamos describir como de conciliación de las tres ramas de gobierno mediante el cual, desconcentrando el poder, como decía el Maquío Clouthier, se pudieran acotar y controlar unos a los otros.
La realeza de Europa mordiéndose las uñas observaban tal experimento, el cual era la más grave llamada de atención a su obsoleto sistema de monarquía, feudalismo y mercantilismo. Años después Tocqueville en su libro “Democracia en América,” lo describiría genialmente y proféticamente anunciaría la avenida de los EU como la siguiente potencia mundial. La nueva economía de mercado mezclada con ese sistema republicano de poderes acotados, estado de derecho, y el reconocimiento de los derechos inalienables de los individuos, a diferencia de una simple democracia en donde rige una mayoría buscando la satisfacción de las necesidades de esa masa incontrolable, harían la profecía de Tocqueville una realidad.
Hace días al estar recorriendo los canales de TV, como señal divina me tropiezo con la película mexicana; “La Ley de Herodes.” Tenía referencias de la cinta, pero al iniciar su metraje no podía creer lo que atestiguaba: El sistema político mexicano en toda su vergonzosa desnudez. Con exagerada claridad ahora veía y entendía la gran diferencia de, por un lado, la separación de poderes que automáticamente se controlan, y la usurpación del sistema mexicano que ha producido ese pestilente cáncer de la corrupción. Ese poder omnipotente que un solo hombre acumulaba, y le permitía agresiones tales como la expropiación de la banca ante el silencio nacional.
Después de dos siglos de sufrir primero la dictadura positivista de Porfirio Diaz, luego la monarquía del partido divino, una tibia democracia emergía a la superficie del confundido océano del país. Pero al parecer emerge así, como sólo una democracia, no el republicanismo, de tal forma que me parece nos dirigimos hacia una “plebecracia” en donde ese gobierno de las masas deriva en desorden, demagogia, agitación y, lo más grave, el rompimiento del estado de derecho (los macheteros de Atenco, el barzón, los yaquis). La renuncia del presidente al poder omnipotente, provoca ahora se establezcan pequeños reinos estatales en donde sus nuevos señores feudales utilizan la ley para proteger lo que debe combatir.
Una de las grandes promesas de los gobiernos panistas fue no sólo erradicar la corrupción sino, con la ley en la mano y sin revanchismos, castigar a los saqueadores de la patria. La corrupción en México es un problema de proporciones y consecuencias que no podemos ni siquiera imaginar. Es la privatización del estado en el cual el poder no ha fluido hacia la sociedad civil representada por el mercado, sino hacia los políticos, empresarios estatistas y la hercúlea burocracia. El autor inglés J. D. Davison describe y advierte la avenida de lo que bautiza como narco repúblicas, y el ejemplo que utiliza es México describiendo cómo los narcotraficantes son los nuevos poseedores del poder.
Estamos ya al final del segundo gobierno de la esperanza y las víboras prietas siguen cabalgando las praderas de la impunidad. Once años de escuchar el grito de; “ahí viene el coco,” para luego entender que es solamente eso, un grito vació para una sociedad harta y cansada de esa explotación. Un grito hueco para una sociedad que tanto ha sufrido, tanto ha esperado y ahora inicia otro tipo de reflexión. Una sociedad que les perdonaría sus promesas ya esfumadas a los que tanto prometen, si solamente cumplen esta; castigar a los corruptos.
Pero con decepción vemos cómo los Padiermas, Los Hank Rhons, los gobernadores preciosos, los ex presidentes y ex mandatarios estatales jubilados y obesos, siguen transitando esa vía tan odiada por todos los mexicanos; la vía de la impunidad. Vemos también cómo en los estados los nuevos señores feudales, ahora sin miedo ya al emperador sexenal, de forma nunca vista saquean las arcas de sus feudos para luego caminar esa misma ruta; la de la impunidad. Pero no solo eso, vemos que al abandonar sus cotos destruidos y a su gente agraviada, como cruel burla los premian con rimbombantes puestos de etiqueta federal.
El Prof. Lawrence Harrsion en su libro; “El Sueño Panamericano,” informa de un estudio secreto ordenado por el mismo López Portillo, el cual devela que, los funcionarios en su administración se robaron aproximadamente 50,000 millones de dólares. Si a ello le sumamos las siguientes administraciones (1982—2011), más el atraco de los Estados y municipios, lo carranceado tal vez rebase el PIB del país.
Estamos viviendo un reacomodo mundial en el cual, el obsoleto estado—nación, al igual que la iglesia del siglo XVII, ha envejecido. Este fenómeno se traduce en la descomposición del sistema político tradicional y los bárbaros modernos están ya incrementando su poder tras bambalinas. Desde Rusia hasta Colombia, el crimen organizado representa un factor en las economías de los países mucho más importante de lo que se reconoce. Pero lo más grave del nuevo estadio, es el que algunos gobiernos dócilmente se arrodillan ante ello, y la zona de guerra que representa la frontera de Mexico con los EU—es el testimonio más dramático.
Mientras en México no establezcamos el estado de derecho y lo hagamos nuestra religión, jamás saldremos del profundo pozo de nuestras desgracias. Mientras la ley siga protegiendo el pillaje como un derecho y el sistema siga protegiendo y premiando al depredador, más profundo se hará ese pozo de nuestras desgracias. En palabras de Bastiat: “Es imposible el introducir en nuestra sociedad algo tan diabólico como la conversión de la ley en un instrumento de pillaje.” Ello es algo que borra de la conciencia de la sociedad el concepto de justicia e injusticia.
Mientras sigamos escuchando los gritos de campaña; “ahí viene el coco” y éste nunca aparece….la patria seguirá expirando lentamente para darle vida a ese coco a través de esa democracia mal entendida, para luego engendrar un hijastro de facciones nebulosas, destructivas y monstruosas.
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