Hablar del hecho económico, es cosa seria. Sobre todo, cuando las necesidades propias del desarrollo social lo reclaman. La economía no puede abordarse desde cualquier faceta. Menos, con la simpleza que los politiqueros de oficio suponen. Las interrogantes sobre ‘cómo estimular una mayor producción’ o ‘qué producir en medio de factores relacionados con los problemas que genera un mercado limitado por constricciones financieras o administrativas’, no pueden responderse con criterios de burdo proselitismo político. Es decir, con estupideces que sólo invocan meros intereses populistas.
Antonio José Monagas
La economía involucra variables cuya complejidad deja anonado a cualquiera que sin conocimiento alguno de prospectiva económica, finanzas o cuentas nacionales, se atreva desvergonzadamente a hablar en nombre de problemas económicos que comprometen situaciones profundamente difíciles y por los cuales se pone en riesgo la conducción de procesos sociales, aunque con la incertidumbre que los caracteriza.
De ahí que resulta seriamente contradictorio que, en medio de la crisis estructural que vive Venezuela, las decisiones del alto gobierno apunten a determinaciones aberrantes por las que la economía pierde todo sentido. De manera que si por economía se entiende “la satisfacción de las necesidades humanas mediante bienes”, tal como la define Lionel Robbins, será absurdo aceptar que quienes tienen la responsabilidad de organizar el hecho económico en función de objetivos de desarrollo nacional, pretendan constreñir libertades asociadas con la dinámica de la oferta y la demanda en un espacio impulsado por los mecanismos propios del mercado. Y eso vale para cualquier sistema económico que pueda preciarse de las fuerzas que movilizan sus procesos de organización, producción y distribución. No sólo desde el enfoque de la macro y microeconomía, sino también desde las implicaciones de la economía internacional.
En consecuencia, luce desatinado desde todo punto de vista coincidir con la osadía del presidente de la República en su afán de seguir desarreglando el cuadro económico del país a partir de medidas adoptadas sin fundamento alguno como la que en efecto ha sido la de concentrar el oro que respalda las reservas internacionales en bancos estatales. Aparte de mover las reservas en dólares a países aliados a su causa ideológica. Sólo, por presunciones demagógicas que dan fuerza a su circunspecta revolución a la que le quedó muy grande el apelativo de “bolivariana”. Ni siquiera alcanza el nivel de una revolución “tramontana” o de fantoche.
Con el manido cuento chimbo de “asegurar la soberanía nacional”, sin argumentos económicos válidos que justifiquen el aludido capricho presidencial, las reservas internacionales del país se verán “en jaque”. Con ello están quedando al descubierto inmensos baches funcionales que asoman la incapacidad de altos funcionarios, sumada a la ignorancia respecto del manejo de la economía venezolana. Al mismo tiempo que pareciera que el petróleo perdiera su valoración en el mercado como garantía operativa frente a acreedores con la capacidad expoliadora de Rusia y China.
Es inadmisible que quienes tienen el encargo gubernamental de llevar la economía a puerto seguro, en el corto y mediano plazo, se conviertan en escuetas marionetas del perverso juego: monopolio socialista. O sea, un socialispolio. Así que no hay de otra. El problema se torna oneroso pues economía no son vocinglerías.
VENTANA DE PAPEL
TESTARUDEZ NO JUSTIFICA ERRORES
Según opinión del ex presidente Alvaro Uribe ofrecida al Diario El Tiempo, de Bogotá, “Chávez no tiene un sucesor que recoja sus banderas por la vía democrática”. Tan cierta es su juicio que no cabe la menor duda que el exagerado egocentrismo del presidente venezolano ahogó todos los liderazgos políticos que pudieron formarse a su alrededor. Los errores fundamentales de Chávez, cometidos en los años que lleva encumbrado en el poder político venezolano, son muchos. De hecho, uno de los más graves es el de supeditarse a la revolución de los hermanos Castro al extremo de tener solamente cubanos en su guardia personal así como despreciar a los médicos venezolanos. La testarudez que caracteriza la conducta de Chávez, se ha convertido en criterio de gobierno por el cual sus más serviles colaboradores trazan líneas de gestión que, inclusive, transforman en leyes que sacrifican el esfuerzo de una sociedad que lucha porque la nación pueda reencontrarse con la democracia perdida en el curso de estos doce años de mandato militarista. Su obstinación es de tal magnitud que creó unas milicias cuyo propósito es mantener la revolución por la fuerza. Y lo peor que podría pasarle a Venezuela, es que desde el régimen continúen procurándose llevar adelante ejercicios de socialismo criollo por cuanto sus resultados son más letales que el propio mal que genera la ofuscación de quienes se valen de posiciones medias de gobierno para robar y para acusar y humillar a quienes viven sentimientos de libertad y democracia. De manera que testarudez no justifica errores que más temprano que tarde serán castigados por la verdadera justicia.
FALSAS ACUSACIONES
Alrededor de cualquier confesión que evidencie los exabruptos y yerros del régimen, siempre habrá una declaración por parte de algún sumiso funcionario con la aviesa intención de contrarrestar lo aseverado y demostrado ante el problema cuestionado. Así se tiene que a juicio del viceministro de Prevención y Seguridad Ciudadana, “la inseguridad en Venezuela es un sentimiento creado por los voceros de la oposición”. Su verborrea es más insulsa cuando todavía expresa que dichas opiniones “van dirigidas a opacar los logros de los programas de seguridad implantados por el Estado venezolano”. ¿Será entonces que tan conspicuo funcionario no tiene presente las realidades que padece el venezolano, indistintamente del lugar que tiene como residencia? ¿O es acaso que por lo que expone ante medios de comunicación oficialistas, gana indulgencia de forma tal que sea visto con mejores ojos por sus jefes inmediatos? Toda sus insinuaciones caen en el plano de desnudas especulaciones con las que busca no sólo encubrir las sandeces cometidas por el gobierno central. También, atontar a quienes ilusamente creen en la bulla de dependencias gubernamentales para justificar así el gasto desproporcionado por el cual sigue galopante la perversa corrupción que mantiene al país abollado. De ahí la razón de estas y muchas otras falsas acusaciones.
INSULTOS DE ALTO NIVEL
No hay duda de que el hacer de la política es bastante controversial. Esto significa que no hay nivel en el ejercicio de la misma que escape a ello. Sin embargo, la prudencia y el escrupulosidad no siempre acompañan los debates implícitos en su quehacer. Cuando así suceden las cosas, la política se tergiversa. Por tanto, resultan equivocados compromisos asumidos, aun cuando algunas veces pueden lucir justificados esos hechos de trasgresión al principio de la ética política y de moralidad pública. Lo acaecido el jueves pasado en los predios de la Asamblea Nacional, al momento que el ministro Jorge Giordani y el presidente del Banco Central de Venezuela intentaban persuadir a los legisladores sobre las supuestas bondades de las decisiones económicas adoptadas por del alto gobierno, alcanzó el clímax de intransigencia e intolerancia que malamente sigue el país como comportamiento político. Los insultos proferidos dejaron ver no sólo el tono aparatoso de la discusión mantenida entre los factores políticos del Poder Legislativo. Igualmente, dejaron ver la disonancia política que reina en el país a consecuencia de la polarización que ha animado el discurso violento y sarcástico del presidente de la República. Fueron pues insultos de alto nivel que a ningún lado llevaron, más allá de la firme determinación gubernamental-dictatorial de hacer lo que le venga en gana.
¿QUÉ ESTÁ PASANDO VENEZUELA?
El problema que afecta al país, es culpa del exacerbado desgobierno que se vive toda vez que no se sabe en manos de quien están las altas decisiones que no por altas dejen de ser rastreras en cuanto a calidad e intención. No hay duda de lo mal que está Venezuela aunque los afectos al régimen no quieran entenderlo de así por razones de temor de ser despedidos o ser imputados por el menor error cometido. Es insólito lo que ha sucedido después de los doce años en el fisco recibió casi un billón doscientos mil millones de dólares. Y con todo esto, el régimen dejó perder toda la infraestructura que tenía el país y no construyó alguna nueva. Por el contrario, se ha endeudado hasta los tuétanos; ha destruido su industria y su producción agropecuaria; volvió pedazos a PDVSA, arrasó con todo el talento humano que la servía. Hizo perder, al menos, un millón de barriles diarios de producción porque nunca la mantuvo, ni la desarrolló debidamente. Hoy el país tiene la inflación más alta del mundo y los peores sistemas de salud del continente. Tanto, que cuando el jefe mayor se siente mal, o muy mal, busca cura en Cuba, el país más usurero y desarrapado de América. Entonces, la pregunta, indiscutiblemente que preocupa. ¿Qué está pasando Venezuela? Hay que salirle al paso más rápido que temprano pues de otra manera la ruina nacional pareciera inminente.
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