Oculto en las sombras de un apagón o recuperándose en Cuba. Sean serios.
No tengo ninguna opinión sobre la salud del presidente. No me gusta elucubrar sobre lo que no conozco y menos hacer suposiciones, sobre temas tan delicados. No creo en rumores de palacio y por lo tanto no esperen leer acerca de los males ocultos de un presidente en recuperación. Algo le pasa, o algo le pasó.
Lo que sí está claro para mí es qué en la silla de Miraflores está sentado un fantasma. El que la usa no está. Esto no sería un problema en un país serio, con un equipo de gobierno serio, con unas instituciones solidas y un gobierno que entiende las reglas de juego de la Constitución que regula nuestras relaciones políticas, económicas y sociales. No puede ser honesta la cantidad de interpretaciones a mampuesto que hacen los entes del gobierno, en las decisiones que se requieren para darle continuidad a la gestión diaria de la administración pública. Este país lo maneja un caudillo, que ahora no está en Venezuela.
El lleva copias de las aprobaciones que hace, contra los dineritos que tienen reservados para los proyectos del pueblo. Esas copias las cuelga en un gancho –según sus palabras- para revisarlas de vez en cuando y saber si cumplieron los ministros. Él es el motor del plan vivienda. El ordena las expropiaciones, le da órdenes a los militares, a la milicia, a Conatel y a cuanta institución tiene colgada la foto suya en un cuadrito. Un país que se mueve así, requiere algo más que un fantasma en la silla de Miraflores.
Un país requiere de estar informado acerca de la salud de su presidente. El país que está acostumbrado a la verborrea de sus actores políticos, incluyendo al enfermo, ahora escucha un enervante silencio, roto solamente por las palabras del Canciller Maduro en dos ocasiones: una para decir que el presidente fue operado de un absceso pélvico (junio 10) y la segunda para afirmar que se recuperaba satisfactoriamente (junio 11). Han transcurrido seis días y no hemos tenido más noticias. De los fantasmas no se habla, pero de los presidentes tampoco.
Mientras el presidente se recupera en Venezuela la vida continua. Alguna cantidad de muertos, entre veintidós y treinta y siete, dejaron de hacer vida en una prisión venezolana. Una banda de mafiosos bolivarianos se destapa en el caso de las ventas de hierro guayanés. Los médicos en huelga y protestas y la Universidad Central reclamando lo suyo. El país de los apagones eléctricos, no tiene energía eléctrica para darle luz a sus fantasmas, pero menos a su presidente. Menos mal que no está aquí para vivir la oscurana.
Aquí pasa una de dos cosas: o están generando un vacío informativo para que luego el presidente aparezca jugando pelota con Fidel y riéndose de los venezolanos con un regreso digno de Sábado Sensacional, o Chávez tiene un serio problema médico que nos intentan ocultar. Lo único cierto es que presidente en Venezuela no hay.
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