La segunda vuelta de las elecciones peruanas se acerca presurosa. Mucho más rápido que el tiempo disponible para las maniobras múltiples características de los procesos de esta naturaleza. Conversaciones de todo tipo, negociaciones abiertas y encubiertas, promesas y palabras que reafirman convicciones o disimulan propósitos. Todo dentro de la cerrada lucha por el poder que se está librando en ese país.
Perú es una nación extraordinaria. Ha tenido altas y bajas espectaculares a lo largo de la historia. Particularmente en este tiempo contemporáneo. Para el día de hoy, a esta hora, se ha convertido en punto de referencia obligado. Ejemplo para Latinoamérica por los niveles de crecimiento económico y desarrollo social alcanzados en la última década. Las opciones que se le presentan son, quizás, incompatibles.
Si yo fuera peruano hubiera trabajado en la primera vuelta por la candidatura presidencial de Pedro Pablo Kucynsky. Lo hubiera hecho con convicción y sin reservas. Lamentablemente quedó fuera de la competencia. Los pueblos no siempre aciertan, aunque sus decisiones deben ser respetadas. De todas maneras, creo que PPK jugará roles importantes en el presente inmediato. Su talento, experiencia e ideario estarán al servicio de quien asuma la responsabilidad de gobernar, en la medida en que las políticas que se definan sean compatibles con su particular manera de pensar y de actuar.
Si yo fuera peruano no votaría por Ollanta Humala. Mucho menos si fuera un peruano residente en Venezuela, aunque tampoco votaría si viviera allá. Una tercera parte de los electores votó a su favor en la primera vuelta. Pero, las dos terceras partes restantes tienen el reto de mantener a Perú en la ruta de la democracia, de la libertad política y económica, de la movilidad social hacia delante y hacia arriba, perfeccionando el sistema en una labor de continuidad con el trabajo de Alan García II, hoy reivindicado después del desastre de su primera presidencia. Fue un gran acierto haber votado por él, en la segunda vuelta de las elecciones de 2006, para impedir el triunfo de Ollanta Humala. Este señor continúa siendo el peligro más serio que tienen las instituciones democráticas peruanas. No es suficiente su tardía retórica de arrepentimiento, ni marcar distancia apresuradamente del castro-chavismo venezolano, factor fundamental de bastantes desajustes en el continente y con relación al mundo.
Como consecuencia de estas y otras reflexiones, si yo fuera peruano, ante la ausencia de PPK, escogería el camino transitado por los expresidentes Valentín Paniagua, Alejandro Toledo y Alan García II. A quienes estén interesados en el tema, recomiendo el reciente libro de Jaime D ´Althaus, “La revolución capitalista en el Perú”. Con esto quiero decir que votaría sin vacilar por Keiko Fujimori, por el bien de los peruanos y para la consolidación de un verdadero clima de unidad democrática en la región andina y en el Continente. ¡Pero… no soy peruano!
Lunes, 25 de abril de 2011
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