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lunes, 1 de noviembre de 2010

TRIBUNA LIBERTARIA. RAUL AMIEL. 01.11.2010. OPINIONES DE ELIECER CALZADILLA


Que la Polar maneje la industria petrolera

Eliécer Calzadilla

Estas notas están escritas con absoluto convencimiento, es decir, no están escritas en clave de humorismo. Además, de tanto escucharlo, he aprendido de Pedro León Zapata que hacer humorismo es de las cosas más serias que existen y yo no tengo talento para conseguirlo. Aclaro también que lo que digo aquí tampoco está signado por el tremendismo o la provocación, sino que es, sencillamente, el claro ejercicio del derecho que va quedando a pensar y a opinar.

La derrota electoral que sufrieron Chávez y el gobierno el pasado 26S produjo muchas reacciones políticas. Destaco las ocurridas en el poder: Chávez desaparece las primeras horas, el balcón del pueblo del Palacio de gobierno quedó desolado, ni siquiera los fantasmas de la euforia de otros momentos se dejaron ver esa madrugada. Aristóbulo, jefe de la derrota operativa de las elecciones, apareció primero (dicen que lo obligaron) intentando lo imposible, es decir, convencer que el gobierno, que obtuvo menos votos, había ganado. Más tarde Chávez, en una exposición de más de 6 horas ante la prensa internacional, intentó lo mismo que Aristóbulo, y al final lo que quedó fue el agravio contra una joven periodista que le preguntó al Presidente por el acto de magia electoral que permitió que el que gobierno, que perdió en los sufragios, obtuviera más diputados que las fuerzas democráticas.
Lo cierto es que Chávez se inventó un viaje de los llamados respiratorios (para coger aire), y se fue a comprar tanques de guerra, a vender refinerías y a contratar un reactor nuclear cuya construcción durará entre 12 y 20 años y costará cerca de 20 mil millones de bolívares fuertes, según los entendidos. El viaje fue un fracaso político: a los venezolanos, abrumados por la delincuencia, el costo de la vida y el desempleo, nos importa un carajo si Chávez le declara la guerra atómica a los Estados Unidos de Norteamérica.
Todo el mundo pensó que con un Chávez lejos de los 10 millones de votos y con más de la mitad de los electores diciéndole que no queremos su modelo ni su manera de gobernar, el país entraría en una etapa de diálogo sobre los grandes temas que nos agobian. Pero no fue así. Chávez regresó más radical, más agresivo contra quienes piensan distinto a él y más comunista que antes. El verbo del gobierno es expropiar. A la abominable y fascista lista de Tascón se sumó una nueva lista de terror: los confiscables (como lo hicieron Monteverde y Boves en sus tiempos). Cualquiera puede estar en ella, nadie está a salvo, dos requisitos bastan: ser propietario de algo y no ser un adulante del régimen, lo mismo que durante la Guerra de Independencia.
En las últimas horas todo el cerco de expropiaciones se cierra sobre la Organización Polar. A todas éstas, los empleados de las empresas que van siendo confiscadas se revelan contra el despojo. La ciudadanía, y los trabajadores en particular, saben que este es un gobierno inepto que no construye ni promueve ni alienta sino que confisca y destruye. Las compañías expropiadas en Guayana son un claro ejemplo de destrucción, corrupción y ruina. Guayana es hoy en día la mejor universidad de Latinoamérica donde se enseña cómo no se debe gobernar, y para los que tienen vocación de bárbaros, cómo se procede cuando se quiere destruir desde el gobierno.
La Organización Polar va a ser expropiada; en el proyecto comunista para mantenerse en el poder, tal como la dictadura cubana que es su modelo, no cabe la Polar, no por la cerveza, sino porque es el contraejemplo más elocuente de un régimen deshonesto, ruinoso y antidemocrático.
Si yo fuera político me empeñaría no en defender a la Polar, que es una conducta reactiva y casi inútil contra un régimen que, sabiéndose en minoría, se empecina en recurrir al miedo, al abuso y al terror como arma última. Yo recorrería el país con una propuesta de salvación nacional que tendría como punto central la reforma de la Ley de Hidrocarburos de Venezuela. Esa reforma tendría el propósito de que, reservándose siempre el Estado la propiedad del recurso y los impuestos por explotación, entregarle la Polar el manejo de la industria petrolera. Para quienes están pensando que esta propuesta es una locura les digo que locura fue la estatización de Sidor y de todas las briqueteras de Guayana. Locura ha sido la nacionalización de fincas ganaderas productivas que ahora son desiertos. Locuras son la estatización de la Owens Illinois, de Agroisleña y de Friosa.
Locura es que el gobierno le ponga la mano a la Organización Polar no que la Polar maneje la industria petrolera. Si el gobierno confisca la Polar, en seis meses las empresas serán unas chatarras, como son ahora Sidor y Venepal, por sólo nombrar dos. Si la Polar maneja la industria petrolera, en 15 años alcanzamos a Noruega en calidad vida.

“La rebelión de los náufragos” o la culpa de todos

Andrés Corelli

Inevitablemente, leyendo el reciente y extraordinario libro, por lo bien escrito y documentado de Mirtha Rivero “La rebelión de los Náufragos” volvemos a la conclusión de que Carlos Andrés Pérez, que recientemente cumpliera 88 años, no sólo fue un controversial, visionario y emblemático Presidente que pretendió la modernización del país, su sistema político y económico sino una víctima fatal de la miopía del liderazgo de entonces, de un factoring político que le cobro un cúmulo de facturas no prescritas que fueron emitidas desde el año 1945, entre otros, por el inefable escritor Uslar Pietri, que se convirtió en el presidente y ductor de esa oscura sociedad en comandita denominada “Los Notables” cuyo aporte de constitución fueron añejos odios y rencores antiadecos y antiperecesistas, éstos últimos cosechados desde el propio partido, de su partido, del partido de gobierno, de la AD ortodoxa y viejoguardista.

Una sociedad donde participaron como accionistas viejos dirigentes frustados cuya amargura por perder el tren de la figuración y de acceso al poder hizo de CAP el comodín de sus odios, lideres políticos que fueron desplazados por la lucha interna de una partido que oscilo entre el sectarismo de un gobierno extremadamente adeco y mediocre, que llevo a “arrastrar los pies” ante la historia que los avasallaba y que no estuvo a la altura de enfrentar con liderazgo responsable los cambios que exigía el país para hacer frente a los reclamos de una sociedad cómoda y “free rider” acostumbrada a recibir sin mérito alguno la redistribución petrolera como mana que brotaba del cielo, tal cual el pasaje bíblico contenido en las Santas Escrituras.

Una clase dirigente anquilosada y reaccionaria a los cambios políticos propulsados por CAP en su campaña y en su gobierno, que pretendieron gozar de una renta vitalicia por el solo hecho de haber sufrido cárcel, ostracismo y persecución (lo cual hay que agradecer eternamente, reconocer su rol vital y esencial contra la dictadura perezjimenista, que contrasta con el que desempeñan tanto firifiri que hace política mediática, que no ha oído tres tiros y sufrido cárcel y persecución cuando ya están rellenando el formato de perseguido políticos en Miami o paseando por las tierras incas su condición de sufridos refugiados).
Un sociedad de cómplices notables que no les importó hacer naufragar el país, las instituciones democráticas y el régimen de libertades que sobre ellas se construyó, tan sólo por ver satisfecho su deseo de venganza, alimentado en la crítica sin sentido, en el anclaje del retroceso histórico y del freno a la modernización de una todavía incipiente democracia, pero con un acusado envejecimiento, muda ante los cambios operados en el mundo, mocha para hacer frente a los enemigos de siempre enquistados en un radicalismo ultrozo y trasnochado que permeó los cuarteles y alimentó el militarismo retrogrado de siempre, que frustraron generaciones de políticos con preparación y formación suficiente para convertirse en agentes del cambio pacifico y no traumático, con propuestas serias capaces de enrumbar al país por el sendero del desarrollo y hacer frente a los peligros inminentes que atentaban contra la democracia (pobreza, corrupción, un modelo económico desvencijado, un Estado paquidérmico ineficiente, una sociedad parasitaria y adicta a la perversa droga de la renta petrolera, que vio, favoreció, disfruto y se beneficio de la corrupción para luego bajo los estertores propios de los efectos posteriores de la alucinación prostituirse en el afán de seguir drogándose con la renta petrolera, como de meretriz adicta someterse así a los deseos y perversidad de un explotador y trata de blancas, lo que política y electoralmente se tradujo en la entrega al Teniente Coronel de Sabaneta, hoy aspirante a sustituir el “Barbazas del Caribe” en su monomanía fija y enfermiza de sumir a Venezuela en un “corralón” de miseria, atraso y corrupción so pretexto de instaurar un socialismo del siglo XXI como transición inevitable al comunismo.

Una sociedad en comandita por acciones de odios y rencores donde participaron empresarios, dueños de medios, políticos, intelectuales, jerarcas de la Iglesia, algunos perseguidos y aplastados por el régimen que recorren cual lloronas de cuentos de terror de los llanos escenerarios diversos reclamando sus derechos pisoteados y dignidad mancillada, que en la época de Pérez y en su deseos de figuración, cobro o pase de factura poco les importó someter al país a una postración antihistórica, en encallejonarlo como de reses que llevan al matadero se tratara, a una aventura militarista y populista que hoy la regimenta y hunde en pobreza, frustración y oprobio a la nación.
Fueron los mismos accionistas que llevaron como directores de la sociedad a tipos de la calaña de José Vicente Rangel, de empresarios inescrupulosos – afortunadamente los menos-, de facinerosos disfrazados de políticos de avanzada, de aventureros en busca de poder y riqueza fácil, de los eternos frustrados y resentidos de la izquierda totalitaria, quienes empuñando la daga de la traición los entregaron al circo de la historia, en que Venezuela se ha convertido.
Todos ellos alentaron, incluso antes a la asunción de Pérez al poder en su segunda oportunidad, los sucesos del caracazo, de las intentonas golpistas de, 4 de febrero y 27 de noviembre de 1992. Todos ellos en alianza perversa y revanchista y resentida entregaron al país en bandeja de plata a este dictadorzuelo afrodescendiente, no por el la tez de su piel pues no somos racistas, sino por la manera de proceder y conducirse en el poder cual dictador africano. Todos ellos, a pesar que hoy lloran y se quejan contribuyeron a su llegada al poder, coadyuvaron a su consolidación y entronización. Élites que, como afirma Moisés Naím en el libro de Mirtha Rivera, probaron ser muy miopes: por estar defendiendo migajas perdieron la torta.
No obstante, también fuimos culpables quienes por omisión no hicimos nada por frenar el desmadre que se avecinaba; por mantenernos dentro de las cómodas burbujas creadas para que evitar el tema de lo público, por reaccionar como alérgicos a los ácaros frente a la dirigencia político pues los asuntos propios del Estado nos aborrecía.
Fuimos culpables de la doble moral, por convertirnos en usufructuarios de una súbita riqueza que como ente social malgastamos, disfrutamos sin importarnos de donde y cómo provenía, que nos erigimos en niños ricos malcriados y prepotentes convirtiéndonos en formadores de una venezolanidad artificiosa, irresponsable, caprichosa y banal.
Fuimos culpables de criticar y no aportar, fuimos cómplices de que la salida perniciosa y traumática de un Presidente elegido democráticamente, pero que lo sacamos a través de un fórceps institucional que hoy nos tare de cabeza. Hoy pagamos todos por nuestros errores como colectivo por habernos entregado a los cánticos reivindicativos y populistas de un enfermo del poder, que nos ha enfermado a todos y que se ha convertido en una pandemia para el mundo libre y democrático.
Somos culpables de permitir por nuestra abulia que la democracia se derrumbara, dimos martillos y herramientas a unos golpistas incompetentes para arribar al poder por las armas pero eficaces para secuestrarlo por las vías democráticas y demoler sus bases de sustentación a fin de que sacarán a relucir viejos esquemas y pretensiones militaristas salpicadas de aforismos, frases huecas panfletarias y recetas mal calcadas de moldes fracasados y obsoletos, que se han eternizado en el poder mediante la mentira, la manipulación y barrer a la disidencia democrática.
Fuimos culpables que a nuestra generación, los nacidos en los años 60 y 70, se nos sacaran de juego, que se nos impidiera acceder a los espacios de poder, de construir un liderazgo renovado y cultor de la optimización de la gerencia pública como ha sucedido, por ejemplo, en el vecino y hermano país: Colombia.
Fuimos culpables por inocentes, por pendejos irredentos de la llegada de Chávez. Lo peor que lo seguimos siendo, por omisión permitimos que este país siga dividido, postrado y en la cola de Latinoamérica. No sabemos poner freno, sino que nos frenen. No somos actores del cambio sino títeres para el retroceso; la carroña para que los buitres depredadores alimenten sus ansías de poder. Estamos como zombies deambulando en franco descomposición por las calles de la historia, como cadáveres insepultos que se empecina en transitar por el boulevard del fracaso y la ignominia como si once años no fueran suficientes.
No quiero ser exponente de una suerte de postura del negativismo sociológico, que se me acuse de practicar el pesimismo militante que desconoce las fuerzas o poderes creadores y libertarios del pueblo venezolano. No pretendo regodearme en la inclinación militarista y en la tendencia cuartelaria de nuestro país, ni resignarme a vivir en pseudemocracia.
Lo que quiero es desahogar mi culpa, llamar la atención sobre lo acontecido en los últimos quince años en el país y tratar de encarar el futuro a partir de los errores del paso reciente.
Mientras tanto, embebido y absorto en la lectura del extraordinario libro de Mirtha Rivero, un “riguroso trabajo de investigación periodística que analiza la trama de acontecimientos que condujeron al juicio político que produjo la separación de Pérez de la Presidencia de la República aquel 20 de mayo de 1993” , seguiré con el ánimo y la frente el alto, y más convencido de que la “hoguera de vanidades” de Caldera, Escobar Salóm, la ortodoxia de AD, los sanguijuela empresarial que vio afectada sus intereses, la rabieta de los próceres del gomecismo y medinismo, el acervo hereditario de odios y vanidades de pocos, nos llevo al infierno que muchos estamos viviendo.
Ojala que al terminar la lectura de “ La rebelión de los náufragos”, no me de por escribir el “Vivencias de venezolano naufrago” por estos quince años de gobiernos calderista y chavista que han hecho de mi existencia una vida ciudadana en la deriva. Y que perdone el Gabo por asaltar “copionamente” y con carencia de creatividad el titulo de una de sus mágicas obras.
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