En el presente de nuestra Patria, lo sabemos, vivimos tiempos difíciles de crisis de fe, de valores y de principios. Es entonces cuando más necesario es sembrar, en las conciencias de nuestros conciudadanos, indispensables ideas de permanencia de los valores, así como las de defender sus convicciones. Cada uno de nosotros, ciudadanos, tiene la indeclinable responsabilidad de ayudar a formar a los demás, para que sean agentes efectivos de la defensa de las instituciones y de la democracia.
Quizás lo primero que debemos hacer es ayudar a instruir a todos en el contenido y significado real de esa palabra “democracia”. Ciertamente, cuando se habla de “democracia” se hace referencia a un sistema político de organización y funcionamiento de una sociedad general de personas, o Nación, establecida en un determinado territorio y orientada por un tipo de estructura llamada Estado. Pero más allá de ello, democracia es una actitud de vida según la cual, todos y cad
a uno de los miembros de la sociedad general, o ciudadanos, tiene el compromiso de participar activamente en el logro del Bien Común General que resulta de una Obra Común, de cuya edificación todos tienen su cuota de responsabilidad y de cuyos frutos les corresponde, a cada cual, su cuota de beneficios.
Para hacer algo más concreta la idea, acudamos a ejemplos corrientes de la vida común: sea el tráfico, para el caso. Todos nos quejamos y padecemos del trafico en las ciudades. El caso particular de Caracas significa una situación límite. Cada venezolano debe sentirse responsable de contribuir a superar esas situaciones: responsable de enseñar, de educar a quienes no respetan las normas o pautas establecidas en esa materia de tráfico y en todas las demás de la vida colectiva.
Propongamos un ejemplo para ilustrar: Hace algunas décadas –cuando vivíamos en democracia y éramos felices sin darnos cuenta- el Ministerio de Transporte instrumentó “el día de parada”. Cada vehículo, según su número terminal de “placa”, debía abstenerse de circular en horas determinadas del día correspondiente. Pero la medida no fue impuesta de manera obligatoria, sino que se explicó a la población su conveniencia para todos (Bien Común General) y se incitó a las personas a que, voluntariamente, no usaran sus vehículos durante las horas definidas de esos días. Menos vehículos en circulación atenúa el tráfico en beneficio de todos con el esfuerzo también de todos: cada cual asume su cuota de responsabilidad y recibe sus beneficios. Ello es uno de innumerables ejemplos de democracia como actitud de vida.
Pues bien, como Venezuela era otra -y no estábamos en el caos presente- cuando algunas personas sacaban sus carros a la calle en sus “días de parada”, la mayoría de quienes circulaban en el tráfico, con respeto de la norma propuesta, les llamaba la atención y les incitaban a colaborar a favor del bien de todos. Es indispensable volver a ello: en el semáforo que casi todos violan, sea en autos o en motos y muchas veces ante la mirada pasiva de fiscales y vigilantes de tránsito; en las intersecciones de avenidas y calles (con o sin semáforos), en la que los vehículos invaden el centro de la intersección e impiden que quienes circulan por las vías perpendiculares puedan moverse; cuando irresponsablemente los peatones atraviesan las calles por cualquier parte donde les provoque. En las largas “colas”, en las que se hace natural ver que se circula por los “hombrillos”, actos de histórico “pájaro-bravismo” cuya peor y más odiosa expresión ocurre en las carreteras.
Por supuesto, no es sólo cuestión del tráfico: en todas las actividades de la vida en nuestra sociedad ocurren hechos similares ¿No le ha ocurrido a Ud, lector, cuando va, digamos a una panadería. Usted entra, quizás hasta saluda, y pide respetuosamente “una canilla, por favor”. Pero al lado suyo surge un prepotente pájaro bravo que, con el tono malandroso de “ese” quien no cesa de hablar, le dice al dependiente golpeando el mostrador: “una canilla ahí y ya”. O en la cola del Banco, en la que Ud. tiene ya tiempo, pero algún “anciano” de menos de 40 años, en la cola de la tercera edad, se acerca al cajero y “mete” sus documentos. ¡Y es raro que alguna persona proteste! ¡Hay que aprender a protestar! ¡Hay que defender los propios derechos y los ajenos! ¡A mayor desarrollo de un pueblo más se protesta en esa defensa!
Si no nos educamos para defendernos en esos casos, menos lo haremos para repudiar fraudes; violencias de todo género; expropiaciones; robos y crímenes de todo tipo. Tenemos que ayudar a nuestro pueblo a mirarse a sí mismo, pues, como lo escribió, en su “Mensaje sin Destino”, Don Mario Briceño Iragorry: “ya que él es historia viva que reclama voces que le faciliten su genuina expresión”.
Pedro Paúl Bello - http://www.paulbello.blogspot.
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