La pregunta viene al caso, debido obviamente a la tragedia política que asola hoy día a nuestro país. Tragedia que en modo alguno atribuiremos a meras causas exógenas, por el contrario, resultará difícil conseguir en la bibliografía universal un caso más estudiado que el de Venezuela en relación a la vulnerabilidad de nuestro régimen democrático de libertades a partir de la estatización de la industria petrolera.
Pero volviendo a la esencia del título de marras, continúa siendo válido el debate en cuanto al derecho de un pueblo a ser libre. Esa facultad del ser humano para hacer legítimamente lo que conduce a los fines de su vida, sabia definición del término derecho, es inherente a la condición humana individualmente considerada, qué duda cabe, de allí deriva la aceptación mundial de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Sin embargo a la luz de las realidades, el derecho a la libertad de las personas colectivamente consideradas, es decir a la libertad de los pueblos, aún da pie para el debate.
¿Tienen los pueblos al igual que los individuos que los integran el derecho natural a ser libres o más bien la libertad de los pueblos es una opción racional de cada colectivo, consideradas como fueren sus metas y capacidades como sociedad?
El caso venezolano brinda algunas luces ante tal disquisición. Pocas naciones en el mundo cuentan con un ordenamiento jurídico interno que consagre en mayor amplitud y profundidad el derecho a la libertad de una sociedad. Declaraciones normativas éstas debidamente reforzadas por el derecho público internacional al que mediante tratados y convenciones nos hallamos vinculados y por ende sus disposiciones constituyen ley nacional.
De tal manera que no ha sido por falta de normas jurídicas declarativas sobre el derecho a la libertad del pueblo venezolano, la razón por la cual nuestra sociedad perdió el régimen democrático de libertades alcanzado en 1958. Lo que puede llevarnos fundadamente a pensar que ciertamente la libertad de los pueblos no es requisito sine qua non para la conformación de un Estado-Nación, como sí lo son el pueblo, el ordenamiento jurídico y el territorio.
Es así, que solo el mismo pueblo estará en capacidad de alcanzar, mantener y defender un régimen democrático de libertades y si fuere el caso trabajar por recuperarlo tal como acontece hoy en Venezuela.
Está visto, que de nada vale la proclama reiterada sobre la tradición libertaria de nuestro gentilicio, cuando se carece de la disposición colectiva para su actual concreción. El socialismo se ha implantado en Venezuela no solo a causa de la farsa ejecutada por Hugo Chávez y sus cómplices, sino sobre manera por la debilidad institucional y más aún por la decadente cultura política de la sociedad venezolana, que embriagada con el estatismo petrolero olvidó que las libertades públicas no son derecho adquirido sino perenne conquista.
Debemos estar conscientes que salvo nuestra voluntad nacional, nada evitará que la esclavitud del pueblo venezolano alcance una dimensión total, habida cuenta que para el resto del mundo, Venezuela es solo otra de las tantas productoras de petróleo.
El socialismo como es su naturaleza, no se detendrá hasta consolidar el sometimiento de Venezuela, como ya lo hizo con Cuba. ¿Cuenta la mayoría democrática venezolana certificada el pasado 26-S con el liderazgo político capaz de coordinar desde ya la restauración constitucional? ORA y LABORA.
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