La historia comienza en una cadena, en un programita de propaganda ante unos graduandos de la Escuela Socialista A Caballo Vamos Pa´l Monte o en un Aló Presidente de esos bien comunistoides, con argentinos y uruguayos tarifados del Foro de Sao Paulo de invitados, cobrando en dólares y durmiendo en lo que queda del viejo Hilton, ahora Alba Caracas, hotel que ya pasó por el proceso de aplanadora chavista. Y es que ese proceso triturador no perdona, es infalible.
Chávez, luego de contar cómo le fue en su último paseo por el mundo, cómo están sus hijas, cómo están los nietos, cómo le fue en la última caimanera en su estadio privado de Fuerte Tiuna, cómo estuvo el vuelo en su avión privado, cómo están las posesiones familiares en Barinas, cómo es que Jaqueline Faría no se ha bañado todavía en el Guaire y cómo era que vendía arañitas en su infancia pobre, pero honrada; dispara de un solo trancazo ese temido ¡exprópiese!
Chávez, luego de contar cómo le fue en su último paseo por el mundo, cómo están sus hijas, cómo están los nietos, cómo le fue en la última caimanera en su estadio privado de Fuerte Tiuna, cómo estuvo el vuelo en su avión privado, cómo están las posesiones familiares en Barinas, cómo es que Jaqueline Faría no se ha bañado todavía en el Guaire y cómo era que vendía arañitas en su infancia pobre, pero honrada; dispara de un solo trancazo ese temido ¡exprópiese!
Una vez dicha la santa palabra comienza un proceso que, según Elías Jaua, es irreversible. Y, ciertamente, es irreversible. Nada ni nadie podrá salvar a esa empresa del desastre que le espera a la vuelta de unos meses del más chimbo de los socialismos.
A los minutos saltan los trabajadores de la empresa a protestar, pues está claro que sus puestos de trabajo están bailando en un tusero. La minoría chavista que trabaja en la empresa ahora envalentonada, choca manos y puños en señal de triunfo contra los patrones explotadores. Los vecinos de la planta comienzan a esconder desde macotas hasta adornos de las casas, pues ya saben que viene la horda roja o verde a robar y destruir todo lo que esté a su paso. La planta será tomada de inmediato por comandos de franela roja, tipo Lina Ron, y el infaltable piquete de la Guardia Nacional o del mismísimo Ejército. Trabajador que se oponga o proteste será apresado de inmediato, despedido aunque tenga fuero sindical, acusado de guarimbero y golpista y enjuiciado por traición a la patria y desestabilización al orden socialista constituido. Todos los empleados y obreros amanecen pidiendo que se les paguen las prestaciones sociales y que, además, se les entregue la plata de la caja de ahorros. Saben perfectamente que las niguas rojas se robarán todo lo que esté cerca, todo lo que encuentren, hasta las servilletas del comedor. Eso pasa en las primeras 12 horas después del decreto de guerra a muerte empresarial del líder intergaláctico.
Los empresarios tendrán invariablemente dos posturas. O salen a protestar de inmediato, cosa que casi nunca ocurre; o afirman que están sorprendidos. En ambos casos, sean nacionales o trasnacionales, buscarán asegurar algo de la indemnización por la expropiación, no vaya a ser que se convierta en confiscación y no vean más nunca un dólar socialista. Los gremios empresariales y laborales fijarán posición y rechazarán el nuevo despojo chavista.
Dos días después, luego de la infaltable visita de Jaua para hacer la toma épica y heroica de la empresa, VTV de por medio, el dedo mágico nombra al nuevo gerente general de la empresa que, para ir de acuerdo a los lineamientos de Marx, se denominará Director de la Junta Interventora de la Empresa de Producción Social Gracias, Fidel. Desde arriba comienzan a llegar las órdenes. Bote a fulano, despida a mengano. Contraten a los dos mil que quedaron fuera de la gobernación. Póngalos a hacer cualquier cosa. Los nuevos jefes, quienes regularmente no saben ni papa de la empresa que les tocó asaltar, comienzan a retirar proveedores y a contratar nuevos, a extorsionar a antiguos directivos, a cobrar comisiones, a comprar productos baratos con sobreprecio, a cobrar peaje para dar cargos, a gastar la plata en movilizaciones pedidas desde Caracas o a regalar neveras, cocinas y plata en las campañas locales.
A los tres meses la antigua empresa hiede a gerencia chavista por todos lados. Los trabajadores socialistas reclaman la irresponsabilidad de la nueva gerencia. Los nuevos jefes le piden plata a Chávez para poder seguir abiertos. Chávez no tiene plata. La empresa está quebrada. Protestas, cauchos quemados, empresa cerrada.
Eso no es socialismo. Tampoco gestión social o justicia laboral. Es sencillamente gerencia chavista.
La bomba solo-mata-empresas.
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