Érase una vez un Metro
El ministro Garcés se preocupa por nuestra comodidad, pero otra cosa es encontrar un medio alternativo de transporte A falta de luz, compramos velas; ante el aumento de los precios reducimos el consumo de bienes básicos
Casi una tercera parte de las 72 escaleras mecánicas del sistema subterráneo están inactivas MANAURE QUINTERO/TALCUAL
La semana pasada estuve a punto de utilizar el Metro. Por suerte me enteré de que el ministro había aconsejado no hacerlo. Me salvé de esperar durante más de una hora por la llegada del tren, de la falta de aire acondicionado en los vagones, de la ausencia de escaleras mecánicas en algunas estaciones, de los constantes desalojos, de los empujones, apretujones y peripecias que tienen que hacer los usuarios de las horas pico para trasladarse de un sitio a otro de la ciudad. Sin duda que debemos estar agradecidos por la advertencia, guerra avisada no mata soldado.
El asunto es más o menos como sigue: Si usted no quiere sufrir la incomodidad de este medio de transporte masivo que otrora fuese orgullo de los venezolanos y una muestra de nuestra capacidad para mostrar un comportamiento ciudadano, simplemente olvídese de que el Metro existe; imagínese que las estaciones representan una rara muestra decorativa, o que son parte de una exploración arqueológica; borre de la memoria la existencia de tickets que permiten el acceso, olvide que usted alguna vez fue un "usuario Metro".
El consejo del ministro es útil: evita que nos incomodemos, que suframos los empellones de quienes intentan entrar o salir atropelladamente de los vagones o que seamos víctimas de carteristas y maleantes. La preocupación del ministro es de agradecer, está claro que se preocupa por nuestra comodidad. Otra cosa, claro, es que sea sencillo encontrar un medio alternativo de transporte. En sus buenos tiempos se decía que el Metro había salvado a la ciudad del colapso, los usuarios encontraban un ambiente placentero para movilizarse a lo largo de la ciudad. Ahora nos vemos en la necesidad de encontrar otras opciones. No se nos dice muy bien cuáles, sólo sabemos que debemos buscarlas.
La verdad es que poco a poco nos vamos acostumbrando al asunto. Ante la crisis del sector eléctrico se nos solicitó comprar velas; ante el aumento de los precios se nos solicita que reduzcamos el consumo de los bienes básicos; ante el fracaso de la economía pública se expropia un número importante de unidades productivas privadas. Se ha vuelto una constante que la atención de los asuntos públicos tenga más que ver con el sacrificio de la ciudadanía que con la eficiencia de la gestión pública, con el desarrollo de planes de gobierno o con los logros de la administración.
Todo esto como si uno, como quien no quiere la cosa, dijese que la soberanía alimentaria se resuelve expropiando a la Polar; que la inseguridad se combate evitando salir a la calle, o que los problemas de la universidad se solucionan negándole un presupuesto justo o violando subrepticiamente la autonomía mediante un concierto de Desorden Público que fuera financiado por la Alcaldía de Caracas sin contar con los permisos correspondientes.
Entonces, digresiones aparte, exploremos algunas soluciones a nuestro dilema: pudiéramos optar por el transporte público superficial, lamentablemente es insuficiente, no se ha modernizado, no existe un sistema de paradas y rutas suficientemente ordenado; otra opción es utilizar taxis, esto, sin embargo, sería un poco costoso; quizás podamos utilizar bicicletas de manera generalizada, esto si logramos evitar a la delincuencia, a las constantes lluvias caraqueñas y si logramos desarrollar capacidad para el ciclismo de montaña, vistas las características geográficas de la ciudad. Al parecer, la mejor opción que tenemos es la de caminar. Caminar es bueno para la salud, es un buen ejercicio que fortalece al corazón y nos ayuda a mantenernos en forma. Eso sí, es necesario que lo hagamos en grupo, prestos a la conversación y a buen paso. Sobre todo si se trata de largas distancias o de zonas peligrosas.
El ciudadano Presidente ha recibido el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Trípoli por sus aportes a la construcción de una "economía humanista". Uno no sabe muy bien cuáles son los componentes de este nuevo aporte a la teoría y práctica económica que se realiza desde el alto gobierno. Confieso mi ignorancia en el asunto. ¿Veremos los frutos de este experimento en el futuro cercano? Seguramente los miembros del Tren Ejecutivo se desvelan estudiando los rudimentos conceptuales de esta doctrina, siempre, al menos así lo declaran insistentemente, en nuestro beneficio. Esto a pesar de que insistamos en no darnos cuenta, de la poca fe que nos ha ido quedando. A veces, al menos hasta que nos lo permitan, mantiene uno sus dudas; después de todo, el submarino de nuestro gran gurú de la planificación económica continúa sin aparecer.
MIGUEL ÁNGEL LATOUCHE
mlatouch@hotmail.com
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