El presidente Hugo Chávez el domingo 26 de septiembre perdió su segunda batalla, nuevamente ha sido derrotado. Se encontró con un inesperado cincuenta y dos por ciento de electores que ponen freno a su creciente poder personal. La mayoría de los venezolanos votaron por una Asamblea Nacional plural, donde están representados todos los sectores del país.
Pese a la extremada polarización, al sistema electoral perverso que permite que con menos votos una fuerza política obtenga más diputados que la otra favorecida con mayor número de electores, a los mecanismos de ventaja institucional que funcionaron, la unidad de las fuerzas democráticas surge como una opción real, verdadera y efectiva en el país. El planteamiento democrático, firmemente expuesto, presentado en una agenda legislativa, adelantado en medio de increíbles limitaciones, ha logrado arrancar y evidenciarse, romper la mayoría calificada del chavismo. Esta segunda derrota pone en evidencia que el pueblo no accede a una política deslumbrado por sus bondades teóricas.
La promocionada “revolución socialista”, quedó, también, herida de muerte. Ha sido golpeada en grande la pretensión de liderazgo regional. Chávez cometió un grave error político y de cálculo, al sobreestimar su liderazgo carismático en el seno de los sectores populares, ya no surte el mismo efecto su mensaje. Los resultados del domingo pasado han dado un impresionante impulso a la unidad democrática que le permitirá a la oposición realizarse, construirse de verdad, ofrecerse como alternativa de poder.
En esta histórica derrota electoral mucho tiene que ver el fracaso de un gobierno, la unidad de las organizaciones políticas y de los sectores democráticos del país, el llamado a votar, a participar a fondo en el proceso electoral. La oposición aprendió del error-de abstenerse- en las elecciones legislativas de diciembre de 2005, cuando a causa de ello, la Asamblea Nacional quedó totalmente controlada por Hugo Chávez. Asamblea que nació con serios problemas de legitimidad, que ha actuado de espaldas al país, transgrediendo las normas y principios de la Constitución venezolana.
La inmensa mayoría de los venezolanos que acudió a la urnas el domingo 26 de septiembre, entendió que estaba en juego la república, la democracia, la libertad y la propiedad. Valoró la importancia del voto. Esta convencida que existen suficientes precedentes que lanzan sombras sobre el futuro inmediato de la nación; sobre el tipo de Estado que tendríamos los venezolanos en las próximas décadas de seguir las cosas como están. Los diferentes frentes de batalla creados por Chávez, no parecen haberlo beneficiado. Su discurso antiimperialista no sirvió para desviar la atención del electorado de los graves problemas que afectan al país. Queda claro que el escenario político de Venezuela ya no es, ni será el mismo. La campaña y el resultado adverso al comandante dejaron al descubierto que hay signos inequívocos en el país de una toma de conciencia del ciudadano, la acción perseverante ha mantenido vivo y seguro el objetivo de justicia, la voluntad de hacer la historia posible. El invencible ya no lo es.
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