Uno de los objetivos básicos de todo sistema electoral, es de que el acto electoral en sí, el ejercicio del voto, sea lo más amigable posible para el elector. Que el ciudadano se sienta llamado a participar, y a su vez agradado al hacerlo.
Es por ello que en muchos países se ha venido trabajando para que así sea. Desde mejorar los espacios donde se vota, hasta el cambio de los instrumentos de votación para que al elector se le haga lo más sencillo posible el ejercer su derecho.
Vemos como se han modernizados los instrumentos de votación: máquinas electrónicas, tarjetones táctiles, simplicidad en el propio instrumento electoral, para que le sea más fácil al elector conseguir su opción, entre otros mecanismos.
A pesar de todos los avances que se han hecho en nuestro país para automatizar y modernizar los mecanismos para que el elector ejerza su voto de la mejor manera posible, vemos con tristeza que ello no se corresponde con el hecho cierto de convertir el acto electoral en un acto atractivo para el elector. Muy por el contrario, el acto en sí de votar comienza generando angustia y temor.
Cada elección se plantea como una guerra, una batalla entre facciones. Como ejemplo de esta angustia están los empleados públicos, los cuales son amenazados si no votan por una opción en específico, alegándoles que sabrán por quién votaran, lo que he llamado el terrorismo electoral.
Todo esto nos sitúa en medio de una batalla, y si es así, no podemos esperar otra cosa que temor.
Y si esto fuera todo, bien a luchar, pero no, al llegar al centro de votación lo primero con que nos encontramos son a grupos violentos amedrentando a los electores que se acercan, lo mismo que ocurrió en el último simulacro electoral.
Lo grave es que esto ocurre también el día de las elecciones en un gran número de centros. Lo que genera mayor temor.
Luego de vencer estos escollos nos encontramos con un problema mayor, sectores militares que se han apoderado del acto electoral, el mal llamado Plan República.
Desde semanas antes se hacen del control de todo lo concerniente a lo electoral, agravándose ello el día de las elecciones, cuando pretenden imponer hasta el modo de caminar de los miembros y los testigos de mesa, y pretenden decidir quién vota y quién no, usurpando un acto totalmente cívico.
Cosas como estas le corresponden corregir a los próximos parlamentarios, es por ello que la participación de los sectores democráticos es la prioridad.
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