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sábado, 28 de agosto de 2010

LOS 35 AÑOS DE PDVSA, EDDIE A. RAMÍREZ S.

El 30 de agosto de 1975, hace ya 35 años, Carlos Andrés Pérez firmó el Decreto mediante el cual se creó Petróleos de Venezuela, S.A (PDVSA) para planificar, coordinar y supervisar la industria petrolera nacional. Un día antes había puesto el ejecútese a la Ley Orgánica que reserva al Estado la industria y el comercio de los hidrocarburos. El 1 de enero de 1976 PDVSA asumió el control accionario de catorce filiales, de las cuales diez eran originalmente concesionarias extranjeras, tres de capital privado y una del Estado. En ese momento la industria petrolera solo contaba con 200 trabajadores extranjeros y las dos principales empresas, Shell y Creole, eran presididas por los venezolanos Alberto Quirós Corradi y Guillermo Rodríguez Eraso, respectivamente. La reversión de las concesiones petroleras y los bienes afectos estaba prevista para 1983, pero una Comisión de expertos determinó la conveniencia de adelantarla. El Estado pagó cinco mil millones de bolívares de entonces a las compañías concesionarias como compensación.

Los primeros años:

Para 1975 las reservas eran de solo 18 mil millones de barriles, la capacidad de producción de 2.529.000 barriles por día, la capacidad de refinación era de un millón de barriles por día y nuestras refinerías solo procesaban crudos livianos. Existía el temor de que los directivos de la industria se designaran por su afiliación al partido político de turno y que gradualmente ingresaran trabajadores recomendados por el partido. Afortunadamente hubo un acuerdo tácito entre Acción Democrática y COPEI de no politizar a PDVSA, ni a sus filiales. El principio básico fue mantener el concepto de la meritocracia en el manejo de los recursos humanos. En este sentido hay que darle crédito a los presidentes de la República hasta 1998 y, desde luego, a la labor de la primera Junta Directiva presidida por el general civilista Rafael Alfonzo Ravard. Puede afirmarse que el pasar las operaciones de exploración, producción, refinación y comercialización de manos de las transnacionales a las del Estado venezolano se realizó sin ningún trauma. Desde luego que inicialmente hubo que firmar con las empresas extranjeras acuerdos de comercialización que no fueron fáciles y de tecnología. La labor inicial consistió en incrementar las reservas de crudo, profundizar los procesos de refinación, fortalecer el adiestramiento, la investigación y la comercialización, así como mejorar la eficiencia fusionando las 14 filiales iniciales operadoras en solo tres Maraven, Corpoven y Lagoven.

Los años de madurez:

Se crearon las filiales CIED para el adiestramiento, Intevep para la investigación, Palmaven para los programas de responsabilidad social, Bitúmenes del Orinoco para manejar la Orimulsión, Deltaven para el mercado interno, PdvMarina y Pdvsa Gas, además el Ejecutivo ordenó que la petroquímica pasara a PDVSA para despolitizarla y hacerla rentable, lo cual se logró.

La internacionalización de la industria petrolera y su apertura al capital privado fueron dos logros importantes. La estrategia de internacionalización se inició en 1983 y la misma fue diseñada para procesar y colocar nuestro petróleo pesado y extrapesado con alto contenido de azufre. PDVSA alquiló la refinería de Curacao y adquirió el 100% de las acciones de cinco refinerías y porcentajes entre un 12 y un 50% de otras once ubicadas en los Estados Unidos y en Europa. Esto permitió elevar nuestra capacidad de refinación a 3.416.000 millones de barriles por día, de los cuales un millón 190 mil por día es la capacidad instalada en Venezuela.

La apertura petrolera fue concebida en los años noventa como una herramienta para apuntalar el proceso de nacionalización, sin desmedro del control por parte de los venezolanos. Esta apertura permitió ampliar la producción de petróleo en momentos en que el precio del barril era bajo y las necesidades del fisco limitaban los montos de inversión por parte de PDVSA. La apertura se realizó bajo las figuras de Convenio Operativos, Exploración a Riesgo y Asociaciones Estratégicas. Los Convenios aportaron 500.000 barriles diarios y las Asociaciones Estratégicas 600.000 barriles diarios, producción que no se hubiese realizado por la falta de recursos de PDVSA. En el caso de las Asociaciones Estratégicas de la Faja del Orinoco el Estado venezolano estableció un impuesto de regalía por cada barril extraído de solo un 1% para poder atraer a los inversionistas a un negocio con tecnología no validada en gran escala y en un escenario de precios bajos, pero en el entendido de que se elevaría cuando aumentara la rentabilidad. Es de recalcar que en las decisiones tenían que contar con la aprobación de PDVSA. Todos los acuerdos realizados fueron aprobados por el entonces Ministerio de Energía y Minas y por el Congreso Nacional.

En el año 2001, las reservas probadas eran de 72.574 millones de barriles, la capacidad de producción estaba en 3.360.0000 barriles por día, la capacidad de refinación en Venezuela y en el exterior era de 3.416.000 barriles por día, el número de trabajadores, propios y contratados era de 64.364 y la deuda de 8.700 millones de dólares. Se habían eliminado las tres grandes filiales operadoras, creándose dos grandes divisiones, la de Exploración y Producción y la de Refinación, Comercio y Suministro. Los vicepresidentes de PDVSA presidían cada una, lo cual fue un error ya que la Casa Matriz pasó prácticamente a ser operadora y se eliminó el “escudo protector” ya que los directores de PDVSA son designados por el Presidente de la República, no así los presidentes de las filiales. Quizá lo procedente hubiese sido crear tres grandes filiales, una de exploración y producción, otra de refinación y otra de comercio y suministro. Otra debilidad fue no contar con actividades de responsabilidad social mejor definidas en cuanto a su radio de acción y bajo un solo mando. Igualmente hubiese sido preferible no sobredimensionar al CIED y al INTEVEP, sino apoyarse más en las universidades y otros centros de enseñanza y de investigación. La principal debilidad de PDVSA fue que no logró que los venezolanos nos interesáramos en nuestra industria petrolera y no haber promovido grandes debates sobre el manejo de la empresa y sobre las política petrolera. Ello favoreció que la empresa se percibiera como una “caja negra” y a los petroleros como personas prepotentes.

La destrucción

La politización se inició setiembre de 1999 con la designación de Ciavaldini como presidente de la empresa y la obligada jubilación prematura de algunos directores de filales. Con Guaicaipuro Lameda la situación tendió a normalizarse, pero la designación en febrero del 2002 de Gastón Parra y sobre todo de cinco directores internos sin méritos para ocupar esos cargos desató la llamada “crisis de la meritocracia” con una huelga petrolera que desembocó en los lamentables sucesos del 11 de abril. Los demás sucesos están recientes: huelga cívica convocada por todos los partidos políticos de oposición, por la CTV y Fedecámaras, a la que se sumaron miles de trabajadores de PDVSA y filiales. Como consecuencia, fueron despedidos casi 23.000 trabajadores petroleros, muchos de los cuales estaban de vacaciones o de reposo médico.

Hoy, según declaraciones del propio presidente de la empresa, solo pueden laborar en la misma los que son rojo-rojitos. La producción está en apenas 2.300.000 barriles por día y es prácticamente igual a la capacidad de producción, cuando ésta debería estar según los planes cercana a los 6 millones de barriles diarios. Las plantas refinadoras nacionales operan a pérdida y muy por debajo de su capacidad instalada, para fines del año 2009 el número total de trabajadores era de 97.591, el 63% de la ganancia antes de pagar el impuesto sobre la renta se debió a ingresos por venta de bonos que fueron adquiridos por los venezolanos con sobreprecio para poder obtener dólares y la deuda de la empresa monta a 23.000 millones de dólares. La empresa vende crudo a futuro, con condiciones de crédito contrarias al interés nacional y acepta la figura del trueque de petróleo por vacas, soya, carne, entrenadores y supuestos médicos. Es de recalcar que desde la nacionalización en 1976 hasta la llegada de Chávez el precio promedio del barril de crudo fue de 18,8 dólares, mientras que en los años del actual régimen fue de 52,4 dólares por barril, una diferencia apreciable incluso si se ajustan esas cifras por inflación. Hoy PDVSA es conocida por el caso de maletín lleno de dólares que envió a la Argentina, por Pudreval y otros hechos de corrupción como el de la plataforma marina que se hundió, por los 230 accidentes ocurridos desde el 2003 con saldo lamentable de 50 trabajadores fallecidos y 174 lesionados y por otros hechos de mal manejo. Mientras PDVSA se derrumba, los profesionales ilegalmente despedidos trabajan en 21 países, contribuyendo a que los mismos mejores su industria petrolera.

El futuro

Una vez que salgamos del actual régimen, será necesario construir una nueva empresa, más pequeña que la anterior y sin los vicios de la actual. Al respecto debe haber un gran acuerdo político que incluya al chavismo sin chávez y ya existen varias propuestas que deben discutirse. Un aspecto importante es el manejo justo del personal, tomando en cuenta que la mayoría de los trabajadores que están en PDVSA no son responsables del desbarajuste ocasionado por los actuales directivos y que se requieren los servicios de muchos de quienes fueron despedidos ilegalmente. En cualquier caso hay que respetarles a todos sus derechos laborales. La nueva empresa debe ser nacional, con un 10-20 de acciones colocadas en la Bolsa y mayor relación con las universidades y tecnológicos. Parte de sus ingresos por impuestos deberían ir a un Fondo similar al de Noruega para beneficiar a todos los venezolanos y quitarle poder al Ejecutivo. Además, debe haber apertura hacia empresas privadas nacionales y extranjeras que operen siguiendo los lineamientos del Ministerio de Energía y bajo la supervisión de un Ente Independiente de Energía.

Este breve resumen solo pretende recordar algunos hechos relevantes en los 35 años de PDVSA y agradecer a todos los Presidentes de la República desde 1976 a 1998 por haber respetado la meritocracia e impedido la politización de la empresa. También a quienes la dirigieron con acierto: Rafael Alfonzo Ravard y Brígido Natera, ya fallecidos; Calderón Berti, Juan Chacín, Andrés Sosa, Gustavo Roosen, Luís Giusti, Roberto Mandini, Guaicaipuro Lameda y demás integrantes de las Directivas. Igualmente a Alberto Quirós Corradi y a Gustavo Coronel, quienes han podido y debido ocupar la presidencia de PDVSA; ambos participan activamente en la lucha en contra de este régimen totalitario, además de contribuir con sus recomendaciones a construir un mejor país y a visualizar una empresa petrolera acorde con el siglo XXI. La etapa de destrucción, como consecuencia de la politización, se inició con Ciavaldini en 1999 y se completó con Gastón Parra, Alí Rodríguez y Rafael Ramírez, a quienes juzgará la historia por ser responsables del colapso de una empresa que tuvo gran prestigio.
eddiearamirez@hotmail.com

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