Costo muchos tiempo, 30 o más años. Finalmente el mercado común, dos países ensamblaban sus economías después de un largo y complejo camino. Natural entre vecinos fronterizos, el intercambio comercial se convirtió en el segundo en importancia para ambos, alcanzaba los 7000 millones de dólares, Venezuela dotaba de materias primas y servicios a Colombia y esta con manufactura, además de una muy laborioso capital migratorio de gente que trata a Venezuela como su propia casa.
La relación inclusive llego a extenderse a Perú y México, con Perú el Mercado Común Andino y con México una poderosa integración económica a tres (3) se establecía. Empresas colombianas y venezolanas constituyeron una red inter e intra-industrial, comercial y financiera que corría rápidamente en el marco del Mercado Común Andino.
Esa relación económica se expresaba en más de 500 miles empleos, entre directos e indirectos; miles de empresas integradas nacionales y binacionales, y extranjeras, de intercambio intra e inter-industrial constituían la unidad económica –dos países- más dinámica en el Continente, después de México-USA.
Grandes desacuerdos y encuentros políticos corrieron en paralelo, todos fueron resueltos dado el mutuo beneficio que significa una integración económica entre vecinos con una movilización migratoria de millones de ciudadanos de ambos países. Sectores políticos, económicos, laborales, y gente común, pese a los celos naturales de estas integraciones económicas entre vecinos, lograron adelantar el mercado común.
Todo esto ha sido demolido, se desconocen razones de peso que hayan inducido a una decisión de restringir severamente la relación económica. Hace un ano, una decisión oficial restringió el otorgamiento de divisas en CADIVI para importaciones desde Colombia (y Perú), lo que limito el comercio severamente. Algunas tuvieron que irse vía mercado. La interrupción casi total del intercambio comercial se materializó con la eliminación total del dólar permuta hace dos meses.
Uno supone que la lucha ideológica y económica contra el capitalismo venezolano se extiende por razones obvias al capitalismo colombiano, la “oligarquía” colombiana llevaba así parte del mismo récipe político destructivo que está llevando el sector privado nacional. Esta vez los efectos de la revolución, cuya principal característica es la creación de pobreza se extiende fuera de nuestras fronteras y golpea fuertemente las fronteras de ambos países.
Los sectores democráticos de ambos países tienen ante sí una histórica obligación de retornar la historia y terminar con esta anti-historia cuyo común denominador es la pérdida de libertades y el empobrecimiento pleno.
(*)Economista, PhD (London)
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