El socialismo, que le costó al mundo no menos de 100 millones de muertos (solo durante el estalinismo hubo más de 33 millones de homicidios), poco a poco va desapareciendo en todo el mundo y en todas sus formas.
El soviético, murió con la caída del Muro de Berlín. El comunismo chino, dejó paso al "pragmatismo" de Deng Xiao Ping quien aseguró que "no importa el color del gato sino que cace ratones", lo que ha significado que China creciera, durante las últimas décadas, a un ritmo cercano al 10% anual al punto que hoy es la segunda economía del mundo, solo detrás de EEUU a quién superaría, según el Banco Mundial, en 2025. Irónicamente, la aún totalitaria China, incluye a la economía más libre del mundo: Hong Kong.
Hasta los viejos Castro, anquilosados en el pasado, reconocen que el Estado tiene demasiados empleados y que, dejar a la naturaleza un poco más libre, puede resultar beneficioso. Está quedando claro que el socialismo, ese Estado coactivo, violento, que intenta imponerse sobre las libertades económicas y sociales de las personas, no puede con la naturaleza humana que ha demostrado ser la única vía de desarrollo. El bien, al fin de cuentas, siempre triunfa.
Todavía queda el "socialismo del siglo XXI", que está dejando a Venezuela en la miseria. Chávez, a contramano de la historia, violenta cada vez más a la sociedad venezolana, imponiéndole a su naturaleza, cada vez más arbitrariedades desde el gobierno, como empresas estatales, regulaciones y trabas de todo tipo como la nueva obligación, forzada por el INTI apoyado por fuerzas militares, a los campesinos, de fundar "unidades socialistas".
Pero no solo los socialismos "duros", aquellos donde la coacción, la violencia estatal se ejerce abiertamente con fuerzas militares, están fracasando sino también el suave "Estado de bienestar" europeo que, para Diego López Garrido, secretario de Estado para la Unión Europea (UE), es el gran logro de la Europa de la segunda mitad del siglo XX, que significa educación y sanidad "gratuita" (¡incluido el cambio de sexo!), pensiones suficientes, protección social para los más vulnerables, infraestructuras, seguridad y servicios públicos.
Lo que no dice es que nada es gratuito, sino que todo eso se solventa con impuestos coactivos que recaen con más dureza (como toda violencia) sobre los más débiles, porque los políticos y los empresarios los trasladan hacia abajo subiendo precios o tarifas y bajando salarios, mientras que los más pobres nada pueden hacer. En definitiva, el socialismo es una especie de servidumbre, sobre todo de los más pobres que financian al resto de la sociedad.
En este "bienestar", el Estado maneja cerca del 40% de PIB. Entre 1967-1987, el porcentaje de los ingresos de los Estados desarrollados -de Europa, América y Pacífico- sobre el PIB pasó del 26,9% al 36,3% (en Europa, de 27,7% a 38,5%). Es decir, que la presión fiscal subió 10 puntos, nada menos, en los 20 años de la época dorada de la construcción del "Estado de bienestar". En España, el avance llegó a casi 14 puntos (del 16,9% al 30,7% sobre PIB).
En el periodo 1987 a 2007, cuando aumentar más los impuestos parecía imposible, en los Estados de la OCDE, como media, crecen desde el 36,3% al 38% del PIB (en Europa, del 38,5% al 39,7%). Es un aumento de algo más de un punto de presión fiscal en 20 años. En España, el aumento de la presión tributaria es mayor en las dos décadas, llegando al 33,1% en 2008, seis puntos por debajo de la media europea. Sucede que, en lugar de aumentar impuestos, el "Estado de bienestar" optó por endeudarse, una verdadera bola de nieve ya que esto aumenta los gastos financieros. Mientras que desde 1967 a 1987, la deuda pública en los países de la OCDE pasó de representar el 35% del PIB al 55%, de 1987 a 2007, la deuda en la OCDE salta hasta el 100% (en la zona euro hasta el 85%).
La crisis ha pegado duro, en el último año en España cerraron 35.000 empresas y el desempleo llega a 4 millones de personas, 20% de la población activa, el consumo telefónico bajó 6% y el de electricidad 2%. Para intentar salvar esa crisis, se han disparado los porcentajes de la deuda y ahora, todos los gobiernos europeos, incluidos los socialistas, intentan políticas "ortodoxas".
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