Ha comenzado la campaña electoral. Iniciamos un recorrido decisivo para el futuro de la lucha democrática. Ninguna otra medición parlamentaria se le asemeja. En Venezuela, el presidencialismo ha limitado la importancia de la escogencia de los congresistas. Mucha gente desestima estas jornadas: el Poder Legislativo no goza de la simpatía popular. Ocurría antes, y sigue ocurriendo ahora. La opinión pública siempre ha tenido un motivo para resentir de esta institución. Pero el 26S no es una fecha comparable a las anteriores: estos comicios representan el punto de partida de un trayecto crucial en la batalla contra el autoritarismo.
La hegemonía roja no ha sido eficiente en procurarnos una mejor calidad de vida: el "quinquenio de oro" prometido en 2005, sólo ha servido para ensanchar el poder de un solo hombre. La faena de septiembre es una oportunidad inigualable para aplicar la teoría del buen gobierno -la del "premio-castigo"-, a la que el oficialismo apeló para "vender" la reelección indefinida. Es esta la ocasión de evaluar el uso que la nomenclatura bolivariana le ha dado a la confianza que el pueblo depositó en ella. Es el momento de escrutar en frío su desempeño y el de Chávez; de valorar la pertinencia -y las consecuencias prácticas- del exceso de poder que le ha sido concedido.
Las encuestas advierten que el país -en un 80%- sí reconoce la inmensa relevancia de estas elecciones. Pero no es suficiente que los ciudadanos le otorguen jerarquía a la medición: también deben participar atendiendo al carácter estratégico que tendrán estas elecciones, cuyos resultados impactarán el desarrollo del "modelo" y la agenda reeleccionista de Chávez. La pelea presidencial, la del 2012, comienza el 27S, al día siguiente de las legislativas. Si fuere cierto que una abrumadora mayoría aspira a que el presidente permanezca en Miraflores sólo hasta el final de este período -tras haber completado 14 años de gestión-, nadie debería dudar sobre la necesidad de involucrarse desde ya, en su desempoderamiento.
La concurrencia de los electores es forzosa. El 26S no es una elección tradicional. La votación de cada polo permitirá visualizar el potencial con que éstos afrontarán el 2012. Evidenciará cuán comprometido es el rechazo al modelo marxista: cuánto entienden del violento giro ideológico que Chávez ha hecho a espaldas de la opinión de la sociedad. También certificará la viabilidad de convertir el 2012 en el año del cambio y comprobará la posibilidad real de derrotar la vocación perpetuista del comandante y del "proceso". El 26S construiremos las condiciones para una victoria de la alternabilidad en 2012. Es una construcción en la que todos tenemos responsabilidad. Nuestro voto es cabilla, es cemento y es el ladrillo de esa edificación.
La hegemonía roja no ha sido eficiente en procurarnos una mejor calidad de vida: el "quinquenio de oro" prometido en 2005, sólo ha servido para ensanchar el poder de un solo hombre. La faena de septiembre es una oportunidad inigualable para aplicar la teoría del buen gobierno -la del "premio-castigo"-, a la que el oficialismo apeló para "vender" la reelección indefinida. Es esta la ocasión de evaluar el uso que la nomenclatura bolivariana le ha dado a la confianza que el pueblo depositó en ella. Es el momento de escrutar en frío su desempeño y el de Chávez; de valorar la pertinencia -y las consecuencias prácticas- del exceso de poder que le ha sido concedido.
Las encuestas advierten que el país -en un 80%- sí reconoce la inmensa relevancia de estas elecciones. Pero no es suficiente que los ciudadanos le otorguen jerarquía a la medición: también deben participar atendiendo al carácter estratégico que tendrán estas elecciones, cuyos resultados impactarán el desarrollo del "modelo" y la agenda reeleccionista de Chávez. La pelea presidencial, la del 2012, comienza el 27S, al día siguiente de las legislativas. Si fuere cierto que una abrumadora mayoría aspira a que el presidente permanezca en Miraflores sólo hasta el final de este período -tras haber completado 14 años de gestión-, nadie debería dudar sobre la necesidad de involucrarse desde ya, en su desempoderamiento.
La concurrencia de los electores es forzosa. El 26S no es una elección tradicional. La votación de cada polo permitirá visualizar el potencial con que éstos afrontarán el 2012. Evidenciará cuán comprometido es el rechazo al modelo marxista: cuánto entienden del violento giro ideológico que Chávez ha hecho a espaldas de la opinión de la sociedad. También certificará la viabilidad de convertir el 2012 en el año del cambio y comprobará la posibilidad real de derrotar la vocación perpetuista del comandante y del "proceso". El 26S construiremos las condiciones para una victoria de la alternabilidad en 2012. Es una construcción en la que todos tenemos responsabilidad. Nuestro voto es cabilla, es cemento y es el ladrillo de esa edificación.
argelia.rios@gmail.com// @argeliarios
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