Desde hace ya un tiempo los venezolanos salimos a la calle con la podrida impresión de que andamos en un barco a la deriva sin un acuerdo que pueda llevarnos a tierra con un mejor temporal.
Hay un capitán que lleva el timón desde hace más de 11 años, pero parece que tal como van las cosas, se le escurre el país en sus propias manos, por esa intención cada vez más angustiante de radicalizar al máximo su proyecto personal.
La verdad de su desespero, y no quisiera estar calzando sus zapatos, es que no puede ocultar más el tema de la corrupción y la comida dañada de su propio gobierno con numeritos de circo, y que a pesar de su 58 % de popularidad en comparación con ningún otro liderazgo inexistente, por primera vez un tema comicial como el del 26 de septiembre, no trata sobre la popularidad de ese hombre ni de su aparente rudeza para quienes disientan de su poder, sino del temporal, del barco a la deriva, del timón, de salir de la podrida impresión, de la calle, de nosotros mismos como venezolanos, de nuestro destino.
Se trata de minorías que buscan ser incluidas en los proyectos del país y no de una supuesta mayoría que excluye al resto y los discrimina y los deshumaniza como apátridas, escuálidos, pitiyankees y oligarcas, a pesar que trabajan para vivir con menos de 8 dólares al mes, a diferencia de las familias revolucionarias de abolengo que viajan por todo el mundo como zares, con los recursos del estado-gobierno-partido-papi-papi.
Lo que va a ocurrir ese 26-S es la búsqueda de un verdadero estado democrático a través de una discusión de diferentes fuerzas y minorías de venezolanos, que quieren acatar las leyes de una Constitución libre y soberana en las que se brinden iguales oportunidades de crecimiento a todos los sectores, pero principalmente a los más pobres, y desde donde se imponen límites a quienes tienen la responsabilidad de asumir funciones dentro de los poderes públicos.
No podemos escoger unos parlamentarios entreguistas que vendan su voto democrático a los intereses de unas cúpulas de cualquier color, son iguales todas y tienen los mismos intereses por apoderarse de las riquezas comunes y mienten porque la verdad carecen de toda ideología, lo de ellos es tragarse al país y nunca paran.
Tampoco podemos darle el voto a unas “focas” que intenten disolver el parlamento una vez establecido, para convertir al país en un estado comunal y comunista, eso sería otro carmonazo pero al estilo de quien nada tiene que ver con estas elecciones pero desea convertirlas otra vez en un referéndum en torno a su persona.
De todas maneras nunca un Parlamento elegido en comicios libres ha podido ser remplazado por otro nominado por el poder del Presidente, a menos que seas Hitler, Mussolini, Pinochet, Franco o Fidel, o cualquier otro dictador herido por la historia.
En otras palabras, las del 26-S no tratan de unos comicios sobre venezolanos girando en relación a la popularidad de un ego, sino del camino que debe tomar la República que somos todos.
Definitivamente son los comicios más relevantes y más definitorios de lo que será el destino no sólo nuestro, sino de los venezolanos del futuro, con derecho a nacer en la tierra firme de una patria democrática y soberana y no en un barco que a la postre podría llevar muchos años a la deriva.
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