En Venezuela, "Guachafita" significa todo lo que denote humor y jarana.
Pero en este Apunte, el juego de palabras del título tiene dos significados: Que se terminó la alegría... pero también que llegó la hora final para una finca, "La Guachafita", en el estado Vargas que fue invadida el 12 de marzo pasado por las turbas.
La propiedad fue vandalizada, sus sembradíos quemados y sus propietarios fueron amenazados de muerte por los que se apropiaron de los predios.
Luego de recurrir a los tribunales, Tony y Ana Carlota Quintero, padres de la conocida periodista Valentina Quintero, recuperaron la finca. Sin embargo, posiblemente ahora la perderán irremediablemente debido a la reciente aprobación de la Reforma de la Ley de Tierras.
Con esta reforma el Estado se convierte -al igual que en Cuba- en el único propietario del país y se elimina todo vestigio de propiedad privada.
La única tierra de que dispondrán los venezolanos --que no están en el poder-- es la tierra que puedan tener en el cuerpo, acumulada por la escasez de agua, ya que ni el vital líquido tienen, salvo para una ducha rápida de 3 minutos y muchos me escriben que frecuentemente se quedan "jabonados y sin posibilidad de enjuage".
A partir de ahora, "todo es de todos", como asegura el oscuro axioma de los comunistas, proposición que solamente beneficia al Estado... y a los socios tocados por la varita mágica de la repartija.
La sentencia contra la propiedad privada en Venezuela ya se dictó. En virtud de la reforma las invasiones se multiplicarán y los reclamos caerán en oídos sordos.
Con la reforma se garantizará la permanencia de "campesinos" en las tierras privadas y los actuales propietarios de fincas se encontrarán con que tienen menos garantías que un artículo eléctrico comprado en el siglo pasado.
Al entrar en vigencia la reformada Ley de Tierras y Desarrollo Agrario, prácticamente se desestiman los reclamos de los legítimos propietarios de tierras invadidas, debido a que las acciones de los tribunales agrarios "deben estar enmarcadas en el resguardo del socialismo del siglo 21".
El Estado hará la vista gorda frente a las arbitrariedades y condonará a los invasores que han venido actuando desde el 2005, para que obren a su antojo y arrecien la anarquía de La ley de la Selva, que ha estado presente en varios estados de Venezuela. Si antes "las tomas" se hacían sin ley presente, ahora las turbas continuarán con sus desmanes, amparadas por la reforma.
Con estos lineamientos, el Estado prácticamente lanza su sentencia de muerte a los reclamos que se hicieron y los que vayan a ser introducidos en los tribunales agrarios. Esto debido a que la reforma le "dicta" a los jueces los criterios que deben tomarse en cuenta al momento de los litigios.
La lucha de miles de dueños de predios y fincas invadidos en los últimos años se hará inútil.
Los casos de Franklin Brito y Diego Arria se multiplicarán vertiginosamente y serán el único pan de cada día cierto de los venezolanos en la tierra de las Maravillas. Esa copia del Mar de la Felicidad de que gozan los habitantes en la Isla de los Castros, hasta que los pueblos digan basta.
Olvídense de la lucha y los reclamos actuales por fiscas y terrenos.
Por eso digo yo, que se acabó --en todo sentido-- La Guachafita.
angelicamorabeals@yahoo.com
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA
Pero en este Apunte, el juego de palabras del título tiene dos significados: Que se terminó la alegría... pero también que llegó la hora final para una finca, "La Guachafita", en el estado Vargas que fue invadida el 12 de marzo pasado por las turbas.
La propiedad fue vandalizada, sus sembradíos quemados y sus propietarios fueron amenazados de muerte por los que se apropiaron de los predios.
Luego de recurrir a los tribunales, Tony y Ana Carlota Quintero, padres de la conocida periodista Valentina Quintero, recuperaron la finca. Sin embargo, posiblemente ahora la perderán irremediablemente debido a la reciente aprobación de la Reforma de la Ley de Tierras.
Con esta reforma el Estado se convierte -al igual que en Cuba- en el único propietario del país y se elimina todo vestigio de propiedad privada.
La única tierra de que dispondrán los venezolanos --que no están en el poder-- es la tierra que puedan tener en el cuerpo, acumulada por la escasez de agua, ya que ni el vital líquido tienen, salvo para una ducha rápida de 3 minutos y muchos me escriben que frecuentemente se quedan "jabonados y sin posibilidad de enjuage".
A partir de ahora, "todo es de todos", como asegura el oscuro axioma de los comunistas, proposición que solamente beneficia al Estado... y a los socios tocados por la varita mágica de la repartija.
La sentencia contra la propiedad privada en Venezuela ya se dictó. En virtud de la reforma las invasiones se multiplicarán y los reclamos caerán en oídos sordos.
Con la reforma se garantizará la permanencia de "campesinos" en las tierras privadas y los actuales propietarios de fincas se encontrarán con que tienen menos garantías que un artículo eléctrico comprado en el siglo pasado.
Al entrar en vigencia la reformada Ley de Tierras y Desarrollo Agrario, prácticamente se desestiman los reclamos de los legítimos propietarios de tierras invadidas, debido a que las acciones de los tribunales agrarios "deben estar enmarcadas en el resguardo del socialismo del siglo 21".
El Estado hará la vista gorda frente a las arbitrariedades y condonará a los invasores que han venido actuando desde el 2005, para que obren a su antojo y arrecien la anarquía de La ley de la Selva, que ha estado presente en varios estados de Venezuela. Si antes "las tomas" se hacían sin ley presente, ahora las turbas continuarán con sus desmanes, amparadas por la reforma.
Con estos lineamientos, el Estado prácticamente lanza su sentencia de muerte a los reclamos que se hicieron y los que vayan a ser introducidos en los tribunales agrarios. Esto debido a que la reforma le "dicta" a los jueces los criterios que deben tomarse en cuenta al momento de los litigios.
La lucha de miles de dueños de predios y fincas invadidos en los últimos años se hará inútil.
Los casos de Franklin Brito y Diego Arria se multiplicarán vertiginosamente y serán el único pan de cada día cierto de los venezolanos en la tierra de las Maravillas. Esa copia del Mar de la Felicidad de que gozan los habitantes en la Isla de los Castros, hasta que los pueblos digan basta.
Olvídense de la lucha y los reclamos actuales por fiscas y terrenos.
Por eso digo yo, que se acabó --en todo sentido-- La Guachafita.
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