La “revolución” sigue cargando con las mismas caras, o mejor, con los mismos caraduras. Antes de entrar en materia, permítaseme hacer un cálido homenaje a uno de los personajes clave por su contribución a todo lo que el mundo occidental tiene de bueno -que es bastante, aunque eso no le impide tener borrones y hasta manchas de sangre de las que no se quitan- hoy 30 de junio, justamente en la celebración de su día. Se trata de San Pablo, el único apóstol de Jesús de Nazareth que no le conoció personalmente, pero sin quien el mensaje cristiano no hubiese llegado a donde llegó, ni con las luminosas ideas que se presentó y prosperó.
Sin San Pablo, en efecto, hoy tendríamos al cristianismo convertido -o mejor, “no convertido”, sino absolutamente FIEL A SUS COMIENZOS en la Palestina romana- en una religión semita repleta de mandatos y prohibiciones de todo tipo y con inmensas dificultades derivadas de esa típica rigidez; incapaz de adaptarse al mundo moderno que ella misma tanto ha contribuido a crear y caracterizar. ¡Gracias, pues, por tantos favores recibidos!
Hoy quiero dedicar este trabajo a una SENSACIÓN -¿con percepción garantizada?- la de “gloria”, y su muy posible colofón, la REALIDAD de la “caída”. Creo que este asunto es algo al que los venezolanos que andamos por allí hablando sobre lo que nos pasa (y con ello sugiriendo HIPÓTESIS que expliquen eso), estamos moralmente obligados a tratar.
Por supuesto que expresamente excluyo de este trabajo la acepción que los pensadores renacentistas, y del barroco que le siguió, daban al término. No, la “gloria” a la que me refiero NO ES la que tenía a flor de pluma Maquiavelo y otros de su tiempo, sino la de gloria como “triunfo”, que en el caso que nos ocupa es la de “sentirse en la gloria” porque todo le va saliendo como esperaba.
¿Y a quién todo le sale según confiaba? ¿Creen que tengo que especificar de QUIÉN estoy hablando? La verdad es que si el personaje de nuestra historia se limita a leer lo que escriben, o a oír lo que a voz en cuello dicen el grueso de quienes se le oponen, tiene sobradas razones para “sentirse en la gloria”. Todo va saliendo a pedir de boca…
Pero, ¿VA SALIENDO en verdad? ¿Y es este un PARTO que augura un niño sano y feliz? Basta con ver cómo se siente uno mismo para responder con un sonoro NO. En efecto, hay por doquier no sólo sobradas razones para esta negativa contundente, sino que lo que “se respira en el aire” le dice a todo el mundo que ya aquellas esperanzas se han reducido a polvo.
No sólo el fulano ALBA luce un grupito de pobretones con un tío cuya fortuna se vino a menos -independientemente de que Oliver Stone, que llegó tarde a la fiesta, no se dé cuenta que sólo quedan vasos y platos esparcidos por el piso- sino que ya nadie cree en “ofertones” hechos por un rey Midas que todo lo que toca lo convierte en “CONTAINER”. Once años ya llevaron a esta sedicente revolución a un nivel de agotamiento que constituye un récord histórico.
Y ese nivel de agotamiento se ve en muchos rubros. Ya no hay real pa’ eso, por lo tanto, todas las maniobras cambiarias -con dólares a todo tipo de cambio- no logran bajar el monto de los precios que hay que pagar por todo lo que debemos comprar afuera. Liquidada la empresa nacional, hemos de conseguir todo en otras tierras y a precio de oro.
La “revolución” sigue cargando con las MISMAS CARAS, o mejor, con los mismos caraduras. Incluso hasta tenemos un aporte argentino en este elenco. El señor De Vido se parece tanto a nuestros Jauas y Ramírez que luce como si hubiésemos exportado la MARCA. Con un “elenco” como este, la revolución bolivariana tiene absolutamente GARANTIZADO su fracaso. El elenco ya ha dejado su marca, una repleta de moscas y aromas.
Y está este VASTO SILENCIO. No sólo el silencio ante el desorden y el despilfarro, sino el silencio con el que se responde al gesto que desesperado pide aplausos y no recibe ni un milímetro de aprobación a una gestión que no da pie con bola. Ya no hay remedio. Las únicas masas GARANTIZADAS son las de graduaciones de profesionales exprés, con papás agradecidos de que sus hijos son ahora médicos, si bien no “de carrera”, por lo menos de los de “a toda carrera”. O un público curioso a una que otra inauguracioncita.
Ya no hay GLAMOUR, ni futuro previsible entre los “revolucionarios”; lo que hay es el “anótate pa’ las migajas que el elenco dejó en la olla luego de rasparla”. Lo que sí hay es país para armar, para desplegar toda nuestra creatividad y absorber todas nuestras energías una vez que la pesadilla concluya. Gloria, caída y nueva gloria. ¿Quieren anotarse?
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